Con una carrera relativamente calcada a la de Robert Pattinson, Dakota Johnson es una de las actrices más interesantes del panorama actual. Actuaciones viscerales, contenidas y carismáticas en una carrera inclasificable y polifacética.
Adaptar best-sellers juveniles es un deporte de riesgo. Por un lado, es un éxito de masas asegurado gracias a los fieles adeptos de este modelo literario. Por otro, es la diana perfecta para una gran parte del público. Sagas como Divergente, The Hunger Games o Twilight son el claro ejemplo de esta idea. Películas a granel que empeoran con cada nueva entrega y despiertan más odio que amor.
De entre todos los best-sellers del siglo, Fifty Shades of Grey es uno de los casos más extremos. 31 millones de copias vendidas en 37 países y una legión de fans descomunal. Cualquier adaptación de una novela tan controversial (tanto temáticamente como a nivel de éxito) a la pantalla grande iba a despertar un hype desmedido. Fifty Shades of Grey, dirigida por Sam Taylor-Wood, se estrenó en 2015 y la siguieron dos secuelas: Fifty Shades Darker y Fifty Shades Freed.
Como era de esperar, el primer film fue un éxito descomunal de taquilla (más de 500 millones de dólares recaudados en todo el mundo) y sus dos posteriores entregas se desinflaron ligeramente, pero aún así fueron un éxito. Cabe decir que la palabra «éxito» se mantiene al margen si hablamos de la valoración de la crítica y del sector mayoritario del público. Fue despedazada y tildada como una película machista y pésimamente rodada e interpretada. Una película mala, al fin y al cabo.
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No voy a profundizar en si la saga Fifty Shades of Grey es mala o machista (aunque ya digo que ninguna de las dos), sino que me voy a centrar en su protagonista femenina: Dakota Johnson. La hija de Melanie Griffith y Don Johnson e hijastra de Antonio Banderas (casi nada) es uno de los pocos casos de intérprete que consigue alcanzar la fama gracias al público juvenil y lo aprovecha para bien. Su papel en Fifty Shades of Grey despertó críticas mayormente negativas: se tildaba a su actuación de fría y se echaba en falta más química con Jamie Dornan, protagonista masculino del film. Sea como sea, su labor en la saga la ayudó para darse a conocer al gran público, el cual, irónicamente, la ha olvidado cuando ha empezado a hacer películas de autor alabadas por la crítica.
Antes de Fifty Shades of Grey, Dakota Johnson había tenido un pequeño papel en la magistral The Social Network y papeles secundarios en cintas como Need For Speed o 21 Jump Street, pero nada más que eso. Después de la saga que la llevó al estrellato, empezó a protagonizar obras maestras y a trabajar en cintas notables con papeles clave. Su ascenso ha sido meteórico y, paradójicamente, inadvertido.
La carrera de Dakota Johnson llegó a otro nivel en el preciso momento en el que Luca Guadagnino, director de la preciosa Call Me By Your Name, la escogió para participar en A Bigger Splash. Aquello sucedió en 2015, en pleno auge de Fifty Shades of Grey, y le sirvió para que Guadagnino le confiara el papel protagonista de su particular adaptación de Suspiria, «remake» de la obra cumbre de Dario Argento. El hype era real, por supuesto, pero nadie se esperaba que aquella actriz vilipendiada iba a ofrecer una actuación tan arriesgada, visceral y magistral. Es el símil más perfecto de Robert Pattinson en The Lighthouse. Dos intérpretes despreciados por el gran público que se resarcen en una obra maestra del terror más autoral posible.
Inmediatamente después de Suspiria, Johnson estrenó Bad Times at the El Royale, una de las películas más infravaloradas de los últimos años. La segunda película de Drew Goddard es lo más cercano que se ha estado del Tarantino más contenido, y el papel de Johnson confirma las excelentes impresiones que dejó con Suspiria. Si en la obra magna de Guadagnino su actuación era visceral, aquí es contenida y elegante. Vamos, como Robert Pattinson en Tenet.
ROBERT PATTINSON: UN ACTOR DIFERENTE
El futuro que le depara a Dakota Johnson es inmejorable. Próximamente estrenará Don’t Worry, Darling, thriller dirigido por Olivia Wilde, y The Lost Daughter, con Maggie Gyllenhaal detrás de la cámara. Para cualquier entusiasta del cine, Dakota Johnson dejó de ser «la chica de Fifty Shades of Grey» hace un par de años. Veremos si en los próximos años continúa haciendo méritos para zafarse de esa irritante etiqueta.