Si un departamento está ligado indisolublemente a la magia del cine, eso son los efectos especiales. Gracias a ellos podemos ver en la pantalla todo lo que la realidad no nos permite. Y, pese a todo, desde determinados círculos cinéfilos se tienda a mirar por encima el trabajo de los efectos visuales.
Hay quien los considera suplerfluos, vacíos e incluso anti-cine. Es más, Dogma 95 los prohibía en su búsqueda de la pureza del cine. ¿Nos hemos vuelto locos? ¿Los efectos visuales desvirtúa la verdadera naturaleza del cine? ¡Si nacieron con el propio cinematógrafo! La primera obra narrativa, la primera película como tal, era ya una película de efectos especiales. Vale, si consideramos que la primera película como tal fue El Hada de los Repollos, entonces la primerísima de todas puede que no, pero Meliès tomó el relevo ipsofacto y ya todo fueron trucos y artificios. Es más, este departamento propició los iniciales avances narrativos de la historia. Antes que el montaje, que la planificación y que los movimientos de cámara. Incluso antes que el guion. Los primeros iconos del cine como referente cultural llegaron de la mano de los efectos especiales. Esto lo sabe la Academia y las nominaciones, en este apartado, tienen una naturaleza propia íntimamente ligada a la película en sí. Para empezar, es muy raro que una cinta de “cosas que explotan” llegue a ser reconocida. Ni siquiera que logre una candidatura. Para ser nominado al Óscar, el trabajo de efectos especiales ha tenido que estar al servicio de la narrativa y contribuir a contar la historia.
Da igual que se destruya una ciudad entera o que medio planeta vuele por los aires. Si eso es lo único que cuenta, arrasará en taquilla pero se irá de vacío en el Kodak Theatre. No digo que no logre la nominación o incluso la estatuílla, pero desde luego que parte con desventaja.
En segundo lugar, y como hemos dicho, los efectos especiales tienen que contribuír a la narrativa de la película, pero para bien. Es más, es la única categoría en la que parte como favorita aquella que esté nominada también en mejor película. Cuatro categorías están ligadas a la de mejor producción del año: dirección, guion, montaje y efectos visuales. ¿Te parece exagerado incluir a ésta última? Pues echa mano de los datos y mira qué películas han ganado en los últimos años. Casi todas estaban nominadas a mejor filme. En lo que va de siglo coincidió nueve veces el premio a efectos especiales y la nominación a mejor película. Y tanto Origen, como Interlestellar y Ex-Machina tuvieron que rozar la candidatura reina. Dicho todo esto, vamos a ver ocho obras maestras, ocho iconos, ocho referencias del arte occidental para todos el planeta… excepto para la Academia.
Cuatro categorías están ligadas a la de mejor producción del año: dirección, guion, montaje y efectos visuales
King Kong (Willis O’Brien)
No podíamos empezar de otra manera. King Kong es más que un icono, más que un referente cultural, mucho más. El gorila gigante subido al edificio Chrysler es una de la imágenes más famosas de la historia. Es cultura occidental, como las Meninas, la Gioconda y las cuevas de Altamira. Y sin embargo, no dejaba de ser un muñeco articulado forrado con piel de conejo.
Solo el cine, en las manos adecuadas, es capaz de coger al abuelo de Furby y convertirlo en arte inmortal. Seguramente pensabas que esta película había sido nominada a efectos especiales. Puede que hasta dieras por hecho que había ganado. Pero no. ¿Cómo es posible? ¡Si es una de las referencias del stop motion por excelencia!
Bueno, hay que retrotraerse a 1933 y saber que la categoría como tal no se estableció hasta seis años más tarde. ¿Es excusa? Pues tampoco, porque la Academia en ocasiones otorga un premio especial a películas que supongan un hito en la historia del cine. Por esta razón se premió a Toy Story o Blancanieves, ya que no había aún un premio al largometraje de animación. Este galardón extraordinario se otorgaba también a películas que hubieran brillado especialmente en algún departamento que no tuviera tampoco una categoría propia en los Oscars. Es más, justo un año antes de había otorgado el Oscar especial a Spawn of the North precisamente por sus efectos especiales. Pues ni por esas. Para la academia, King Kong no se lo mereció.
Puede parecer increíble, pero para entenderlo tenemos que dar otro saltito más, ocho años antes de la creación del simio gigante. Aunque ésta sea, sin la más mínima duda, la creación más célebre de Willis O’Brien, no es ni la que dio la fama ni su obra maestra. Es una maravilla llamada El Mundo Perdido, que fue algo así como el bisabuelo de Jurassic Park en versión cine mudo. Pero no la mires por encima del hombro por ser una antigualla, porque es una gozada de principio a fin. Todo una explosión de dinosaurios animados fotograma a fotograma y fantasía a raudales. El caso es que incluso a nivel argumental no difiere mucho de la historia del supergorila. Se podría simplificar diciendo que O’Brien hizo con King Kong una versión reducida de lo que había sido El Mundo Perdido. Y estando ésta tan reciente en la memoria, era imposible que le supusiera un Óscar especial por la versión reducida de su propio trabajo.
Ya tenemos el primer tráiler de Jurassic World: El Reino Caído
El mismo equipo se reunió en 1950 para rodar otra película de mono gigantesco y esta vez sí que O’Brien se hizo con su estatuilla. La cinta se llama Mighty Joe Young, pero seguramente ni la conoces. Porque con Joe ganó el Óscar, pero con Kong ganó la eternidad.
Godzilla (Eiji Tsuburaya)
Y del monstruo gigante más famoso del cine occidental, a su homólogo japonés. King Kong y Godzilla son dos películas más relacionadas entre sí de lo que pueda parecer. De hecho, el éxito de crítica y taquilla del gorila fue la motivación para crear al dinosaurio.
Sí, sé lo que estás pensando, que no te salen las fechas. Ni a ti ni a nadie, porque King Kong es de 1933 y Godzilla es del 54. Japón es otro universo en el que el espacio-tiempo se rigen por reglas completamente distintas a las del resto del mundo. Te sacan el ultimísimo smartphone cuando nosotros aún estábamos con palomas mensajeras, pero un explotation llega veinte años tarde. Y aun así son capaces de venderlo como si se lo hubieran inventado allí. Japón es fascinante. Pues como decíamos, la idea original era llevar el mismo concepto de al contexto oriental.
En un primer momento, el monstruo iba a ser realizado por la misma técnica de stop-motion, pero se les fue el presupuesto y la fecha de rodaje, por lo que optaron por usar un actor disfrazado. Comparado con el proyecto original, la solución puede parecernos un poco cutre, pero el resultado fue un antes y un después en el cine y en la cultura universal.
Semejante solución se convirtió en un referente no solo en Japón, sino que en Occidente lo hemos utilizado. El uso de las maquetas, disfraces estrafalarios y abuso de contrapicados para hacernos creer que los personajes son gigantes puede parecerte facilón o poco creíble. Puede ser, no digo lo contrario, pero yo no creo que el uso burdo y despiadado del ordenador de un resultado más creíble, la verdad.
Con todo, Godzilla es imposible que hubiera ganado el Óscar a los mejores efectos especiales. Por un lado, nadie al otro lado del Pacifico iba a confesar que había visto una película japonesa que no fuera de Ozu o Kurosawa. Eso para empezar, pero es que Hollywood hubiera mirado por encima del hombro al hombrecillo disfrazado de reptil. Para ellos, eso no es cine, es Halloween. No entendieron nada.
La excelencia en el cine no reside exclusivamente en un nivel sobresaliente de arte y técnica. El cine se vuelve superlativo cuando sale de la pantalla y se vuelve parte de nuestra historia, nuestra cultura y civilización. El Óscar a los efectos especiales del año de Godzilla se lo concedieron a Los puentes de Toko-Ri. Sin desmerecer de ese trabajo… ¿Cuál de los dos efectos especiales son parte de la cultura universal? Pues eso.
Aún así hay otra razón por la que ese Óscar nunca hubiera volado a Japón. Ishiro Honda no solo nos cuenta una película de acción y aventuras. La historia del monstruo radiactivo es metáfora del sufrimiento del pueblo japonés tras el ataque atómico estadounidense. Como comprenderás, Hollywood jamás hubiera premiado semejante premisa (¡y menos en pleno macartismo!). Por cierto, el ataque a Hiroshima y Nagasaki ocurrió una década antes de Godzilla. ¡Estos japoneses llegan tarde hasta a su propia historia!
La novia de Frankenstein (David S. Horsley y Ken Strickfaden)
Hoy por hoy, en la era de Netflix, los móviles y los YouTubers es difícil imaginar cómo era el cine hace casi un siglo. Las reglas con las que se movía la producción, distribución y consumo de una película nos suena a la era de los romanos. Aun así, todos nosotros hemos ido al cine porque nos ha gustado un actor determinado o la estrella del momento. No sólo eso, el reclamo ha sido también ver la última de Woddy Allen, de Spielberg, de Clint Eastwood o de Bayona. Pues hace tampoco tanto, se iba al cine movido por otro cebo.
Nos podrá parecer tan estrafalario como elegir una película por su editor de sonido o por el ayudante de dirección, pero hubo una época en la que se iba al cine según la productora del film. En los años 30, cada estudio de cine tenía un público determinado y hacia un cine muy marcado y reconocible. Hoy en día, lo más parecido puede ser Pixar o Ghibli, de la cual uno ya sabe de antemano las características del producto que va a ver en la pantalla. Pues con todo eso, retrocede 80 años y multiplícalo por mil.
La gente compraba una entrada porque sabía qué película le iba a ofrecer cada una de las productoras. Las había especializadas en películas familiares, en superproducciones con estrellas, en westerns… en casi lo que uno imagine. Pues en este momento aparece la Universal y ve que están todos los targets ya cogidos. ¿Cuál quedaba? El cine de Terror. No era ni glamouroso ni iba a tener el respaldo de la crítica, pero al menos era rentable. Ni cortos ni perezosos, se decantaron por un género que todos veían como la segunda división del séptimo arte. Aunque ganaran dinero, nadie iba a tomarles muy en serio. ¿El resultado? Pues que hoy todos sabemos qué son los clásicos de la Universal, pero nadie sabe muy bien cuáles son los de la Metro o las de Paramount. ¿El secreto? Entendieron mejor que nadie que el poder del cine sobre la cultura es su capacidad para crear iconos. ¡Y vaya iconos! Drácula, La Momia, El Hombre Invisible, Frankenstein… y La Novia de Frankenstein. Por encima de todas, La Novia de Frankenstein.
Podríamos escogerla por numerosas razones. Para empezar, fue la primera película que no estaba basada directamente en un monstruo clásico ni en ninguna obra de la literatura gótica, lo que demostró cierta valentía por parte de la productora. También porque es una segunda parte… y una de las poquísimas veces que una secuela supera al original.
Todo es historia del cine en esta película: La escenografía, el maquillaje y el vestuario están grabados en nuestra memoria cultural. Y eso que es la segunda parte de Frankenstein, que ya era un icono absoluto del cine.
La Novia de Frankenstein tenía que competir contra sí misma y aún así lo logró, puesto que la imagen de su protagonista es igual de famosa que la del monstruo. Y aún así, siendo apabullante en todos sus aspectos, terminas de verla y lo que más recuerdas son sus efectos especiales. No sé si es porque no esperas que sean tan buenos o porque te coge desprevenido ese despliegue que no tenía su antecesora. O puede que, simplemente, sean brillantes. Tanto o más, que cualquier otro diseño de la película que tiene algunos de los más famosos de la historia.
Furia De Titanes (Ray Harryhausen)
El genio de los efectos especiales siempre se sintió dolido por no haber logrado la candidatura por la historia de Perseo y Medusa. El motivo no fue nunca que su trabajo no lo mereciera, sino que fue por cuatro números: 1981. Cuatro años atrás, la saga Star Wars había visto la luz. Tampoco había empezado la década donde nació Alien. Y no sólo eso, el ordenador llegaría al cine de efectos especiales para cambiar el departamento de efectos especiales para siempre.
El stop-motion era cosa de otro tiempo. Es más, el propio Harryhausen había hecho doblete en los Oscars en los años 60 gracias a Simbad y Jason. Y claro, Perseo era un viajero en el tiempo el año en el que ET surcó el espacio para llevarse el Óscar. Su trabajo en esta película era impecable, pero no dejaba de ser una película clásica cuando ya todo el cine había cambiado.
El maestro del Stop-motion cerró así con Furia de Titanes un periodo glorioso del cine, dejándonos al genio de Simbad, la batalla de esqueletos y la cueva de Medusa como iconos eternos. Furia de Titanes es el broche de oro de un cine que no veríamos nunca más.
Quizá Harryhausen se vio superado y arrinconado. Es normal que se viera como un abuelete fuera de lugar sin entender los efectos especiales de la nueva generación. Realmente no tenía por qué. El cine de aventuras no le iba a llamar más, eso por descontado, pero su legado le sobreviviría. Su oficio, el de capturar una maqueta moviéndose fotograma a fotograma no fue desbancado por las imágenes generadas a ordenador. No, se refugió en la animación. Todos los animadores que se dedican al stop-motion tiene a harryhausen como su modelo a seguir. Sobrevivió y se hizo inmortal.
Y hasta aquí el primer volumen sobre las grandes olvidadas en los Oscars: efectos especiales. No olvides echar un vistazo a nuestros listados sobre Grandes Olvidadas. ¡Nos vemos en los comentarios!
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