El diablo a todas horas adapta el libro homónimo de Donald Ray Pollock, publicado en 2011, y lo hace con una delicadeza en la dirección y una majestuosidad en las actuaciones muy por encima de a lo que Netflix nos tiene acostumbrados.
El diablo a todas horas es una de esas obras donde se nos van presentando diferentes tiempos y personajes para, posteriormente, descubrirnos la relación entre todos y la razón de su importancia. Sin embargo, no hay ningún momento en que la película se haga difícil de seguir o los personajes se confundan unos con otros, la cinta se toma su tiempo para presentar a sus protagonistas y sabe darles unas características distintivas a cada uno de ellos.
Una gran adaptación
Es común, cuando estamos frente a una adaptación, que haya ciertos fallos: tramas que no llegan a ninguna parte porque en el libro se desarrollan más que en la película, personajes que entran y salen sin ninguna relevancia al tener que acortar el metraje… Afortunadamente, esto es algo que no sucede en El diablo a todas horas. Al adaptar esta película de dos horas y cuarto un libro de menos de 300 páginas, da la impresión de que no hay tramas que se hayan quedado en el tintero, y que todos los personajes son presentados como deben y se les ha dado el tiempo que merecían en pantalla, sin necesidad de haber leído el libro para entender la narrativa.
La película tiene un narrador, el cual, a diferencia de lo que pensaba, no se dedica a citar párrafos del libro en determinados momentos de la trama, sino que se usa como un recurso para hacer más comprensible la historia. Además, ayuda a ver la película como un todo, sirviendo como hilo conductor entre todas las distintas historias que vemos.
Unas actuaciones sorprendentes
Sin duda, uno de los puntos fuertes de la película es su elenco. La cinta cuenta con figuras de la talla de Robert Pattinson (Tenet), Tom Holland (Spider-Man Homecoming), Bill Skarsgård (IT), Eliza Scanlen (Mujercitas) o Jason Clarke (First Man). En mi opinión, no hay ninguno que haga un mal trabajo, aunque sí creo que hay que destacar la magistral actuación de Robert Pattinson y el gran trabajo de Tom Holland, los que, ahora se entiende, se presentaban como principal atractivo de la película. Un factor que ha hecho de menos a la película es el doblaje al español, que, si bien tiene un gran nivel como es tradición en este país, se nota algo forzado en el hecho de que todos los personajes hablen con un tono aspirado y tembloroso durante las dos horas de película.
En cuanto a aspectos técnicos, el filme baila entre lo correcto y lo sorprendente. La cinta tiene potentes imágenes, y su uso de la iluminación en numerosas escenas las eleva notablemente. Por su parte, la dirección es coherente y, si bien la música no me ha parecido que destaque, es otro punto más en que la película no falla.
El dualismo humano
El diablo a todas horas trata de mostrarnos la dualidad del ser humano. Comienza presentándonos los dos pueblos donde sucederá la acción, Coal Creek y Knockemstiff, y también las dos guerras que afectarán a los personajes, Pacífico Sur y Vietnam (una para comenzar la película y otra para terminarla, pese a que ambas están presente en todo el metraje). A su vez, podemos ver cómo la historia se divide en dos tiempos (dos generaciones, padres e hijos, tíos y sobrinos), junto al choque continuo entre dos mundos, el divino y el terrenal, y las dos clases de personas, buenas y malas. Por último, creo que es relevante ver la diferencia con la que la película y los personajes de esta tratan a hombres y mujeres, siempre estando ellas en peligro constante o sometidas por los primeros.
Sin embargo, esta forma de presentar todo en pares no es para mostrar una clara diferenciación entre bandos, sino para dejarnos claro que no existe, y que dos extremos están siempre conectados, relacionados. Los pueblos son muy lejanos, y aun así los hechos sucedidos en uno siempre terminan afectando al otro. Las guerras también se ven relacionadas por las distintas generaciones de una misma familia que participan en ambas, con gente de los distintos tiempos cometiendo los mismos fallos. El bien y el mal no existen en un concepto maniqueo puro, dejando al final solo asesinatos, en los cuales las intenciones del asesino no importan. Finalmente, la única diferencia es que la persona buena es esclava de sus actos y la mala esclava de sus impulsos, dejando ambas un camino lleno de cadáveres. Los malos terminan muriendo, pero también personas buenas sufren ese destino.
La única dualidad real que vemos en la cinta resulta ser la de lo terrenal y lo divino. A lo largo de toda la película los personajes buscan mezclar ambos mundos, rezar para que Dios interfiera en sus vidas, tener el poder de Dios para resucitar a los muertos o sanar a los enfermos, pero ninguno lo consigue. El ser humano está solo en la tierra, y hasta que no se dé cuenta no será realmente libre.