Sólo seis años necesitó el género Slasher para saber que había que debía ampliar fronteras. El caso es que el género en ese momento estaba en plena ebullición comercial y productiva. No necesitaba un reseteo ni que se reinventara su lenguaje. Aún era pronto. Lo que estaba claro es que como no aportara alguna novedad en su planteamiento, seguría el mismo camino que todas sus víctimas. Y ahí estaba Wes Craven para salvarlo.
La importancia de Pesadilla en Elm Street es haber abierto una válvula de escape que permitió que el género haya llegado hasta hoy en día. El género se hubiera agotado si Wes Craven no hubiera demostrado que se podía seguir nuevos caminos. Para empezar, cuando Freddy Krugger apareció en la pantalla por primera vez, Viernes 13 iba por su sexta entrega. Leatherface había aparecido dos veces y Mike Myers estaba a punto de protagonizar su cuarta película.
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Craven había podido estudiar el fenómeno y llegar a su primera conclusión: Todas las secuelas son exactamente iguales: Reaparece el asesino y vuelve a matar al mayor número posible de víctimas, muere y resucita a la siguiente. Sin más. No había una verdadera evolución narrativa sino una mera excusa argumental que justificara su vuelta. Esta es la primera innovación de Craven. La historia no se contará en la primera entrega, sino que irá desarrollándose a lo largo de la saga. Tenía bastante fe en que su monstruo se convirtiera en franquicia, pero reconozcámoslo: Poco fandom hay más fiel que el del Slasher: A poco que un loco encapuchado diera un mínimo de beneficio, las secuelas se podían contar a manos llenas. Noche de paz, noche de muerte fueron cinco entregas. Campamento sangriento dio para tres capítulos. Prom Night fueron cuatro y te estoy hablando de sagas que seguramente ni te suenen. ¿Cómo no iba a triunfar Freddy Kruegger?
Craven se había reservado el turbio pasado de su protagonista para desarrollarlo más adelante. La aun más escabrosa historia de su madre se tomaría su tiempo en aparecer. Cada vez que terminaba una de las entregas, el espectador sabía que aún no le habían contado todo, que quedaba historia de Freddy por saber. Eso no lo tenían Jason, ni Mike, ni Leatherface. Sus secuelas se limitaba verlos a ellos matar y matar, ser derrotados al final y resucitar en la siguiente película «porque yo lo valgo». Pero, claro está, un relato da para lo que da. Craven estiró la linea argumental lo que creyó conveniente sin estirarla demasiado. Seis películas estuvo contando la historia hasta que mató a Freddy. A Jason lo mataron en la quinta y hacía cuatro secuelas que había dejado de contar nada.
En segundo lugar, Wes Craven supo jugar la carta del terror cotidiano. No hay mayor éxito para un cineasta que conseguir que su película no termine con los títulos de crédito. La mayor proeza de un creador es que te lleves su película a casa, que sigas pensando en ella, que la tengas presente cuantas más veces posible. Hitchcock logró que rememoráramos Psicosis cada vez que nos duchábamos. Mercero consiguió que te acordaras de La cabina cuando entraras en una de ella. Uno de los últimos ejemplos ha sido It follows. David Robert Michell hizo que te lo pensaras dos veces antes de tener sexo con un desconocido. Bueno, no. A quién vamos a engañar. En esos momentos no estás tú para tener la cabeza en otra cosa. El caso es que Wes Craven nos hizo temerle a algo que hacemos todos a diario: Meternos en la cama y dormir. Todas las noches te llevabas su película a consultarla con la almohada.
Al final, todo esto son minucias comparadas con la verdadera novedad del género. Jason, Leatherface y Mike Miyers son seres impersonales. Son el anti-personaje, pero es que realmente ni lo son ni pueden serlo. No son personas, son conceptos. El asesino de estas películas personifica el mal absoluto, la perdición que se avalanza sobre ti sin que tengas culpa de nada ni puedas escapar. Son la representación cinematográfica de la Némesis y la Parca mitológica. Son nuestro fatal destino. Pero claro, ya se había hecho tres veces. Mejor dicho, tres veces de las que han pasado a la Historia, porque el arsenal de dementes encapuchados que siguieron la estela de Halloween colapasaría la Wikipedia.
Así que Wes Craven decidió dar la vuelta al género y hacer algo que nadie había probado: Convertir al Bogeyman por primera vez en un personaje real. Con personalidad, trasfondo, evolución, objetivos y paradojas. Freddy es mordaz, carismático, socarrón. Sería un colega de salir de cañas si no fuera porque con él acabarías muerto. Curiosamente, esto haría que no pueda ser considerada como un Slasher puro, pero de no ser por Craven, el género se habría colapsado. El muñeco diabólico, la principal saga post-Pesadilla en Elm Street apostó a esta carta. Las que no lo hicieron… ¿Acaso alguien las recuerda?
Al clásico de 1985 le siguió la inevitable secuela sólo un año después. La segunda parte introduce el concepto de la posesión y el primer final-boy de la historia del género. Pesadilla en Elm Street 2: La venganza de Freddy, no sólo apostará por el protagonismo masculino, sino que lo lleva hasta la última consecuencia, con unas dosis de homoerotismo que incluso hoy siguen sorprendiendo. No exagero, en serio. Si te dicen que la dirigió Gus Van Sant te lo creerías perfectamente. Tampoco era nada nuevo… Jonnhy Depp con el ombligo al aire es una de las imágenes más sexys de toda la historia del cine (aunque lo descuartizaran a continuación)
El caso es que por el motivo que fuera, la secuela no tuvo el recibimiento esperado. Por supuesto, eso no impidió que la saga continuara. El mundo se divide entre los que dicen que la tercera parte es la mejor y los que se decantan por la cuarta. ¿A favor de la tercera? Haber descubierto a Patricia Arquette y convertir a las víctimas potenciales en una especie de X-Men con superpoderes. ¿Qué decanta la balanza hacia la cuarta? El haber sido dirigida por Renny Harlim, juesto cuando estaba en lo más alto de su creatividad. Su siguiente película, de hecho, fue La jungla 2.
Lástima que diez años después se estrellara con La isla de las cabezas cortadas y su talento se esfumara por la borda. Pesadilla en Elm Street 5 desarrolló la protohistoria de Freddy y el pasado de su santa madre (y nunca mejor dicho). La historia estaba llegando a su fin y a la sexta película Freddy por fin muere… en principio para siempre. Pero poderoso caballero es Don Dinero. Diez años después de haber creado al personaje, Wes Craven vuelve a dirigir una película de Pesadilla en Elm Street. La película llevará su nombre, en una de las escasísimas veces que eso ha ocurrido: La nueva pesadilla de Wes Craven. En esta nueva entrega, su director da un paso más allá: experimenta con el metalenguaje. ¿Te suena a algo? Pues sí. En 1994 matará definitivamente a Freddy (ahora sí que sí), pero sólo dos años más tarde, volvería a resucitar el género con Scream. Pero esa… es otra historia.
¿Y qué pasó con el reboot? Pues para empezar es muy difícil lidiar con un icono cinematográfico al nivel de Freddy. Era prácticamente imposible que Jackie Earle Haley consiguiera hacernos pasar por alto que él no era Robert Englund. La seriedad y tono naturalista tampoco venía a cuento. Estamos hablando de un asesino onírico que ha resucitado en sueños. ¿Cómo pretendendían «nolanizar» esa premisa? Desde luego, algo ya hacía saltar todas las alarmas: Ninguna película que comience con Kellan Lutz va a ser buena. Ni aunque se lo carguen en la primera secuencia. Esa es una ley universal y Pesadilla en Elm Street no iba a ser la excepción. Para Samuel Bayer era su debut como largometrajista tras una carrera impresionante dirigiendo videoclips. Impresionante es quedarse corto. Algunos de los videos musicales más célebres e icónicos jamás rodados son suyos: Smell like a teen spirit de Nirvana, Zombie de Cranberries y media discrografía de Garvage y Green day. Una lástima que no haya querido volver a intentarlo. También David Fincher venía de triunfar como director musical, fracasar en su primer largo.. y ser historia del cine con su siguiente película.
De momento no parece que Freddy vaya a volverse a asomar en una nueva pesadilla. Veremos a ver si la vuelta de Chucky a la televisión y de Mike Myers a la gran pantalla le hacen recapacitar. Hasta entonces… dulces sueños.