Alguien dijo una vez que la única función de un director de cine es elegir un buen guion y a los actores adecuados. Está claro que la máxima sirve si no tienes mucha ambición ni una voz personal, pero en lineas generales no es un mal consejo. Yo daría una vuelta a esa frase: Si tienes un buen guion y unos buenos actores, lo único que tienes que hacer es no cagarla (Sí, Tom Hooper. No te hagas el despistado que esto va por ti).
Pues bien, en el caso de Marielle Heller, la frase va como anillo al dedo. Sus tres nominaciones al Oscar para sus dos actores y el guion dan fe de ello. Y pocas me parecen. Que vaya por delante que esta película me parece bastante más disfrutable que Black Panther, Bohemian Rhapsody o incluso Green Book.
91º PREMIOS OSCARS: TOP 10 DE SORPRESAS Y AUSENCIAS EN LAS NOMINACIONES
¿Podrás perdonarme algún día? Nos cuenta la vida de Lee Israel y Jack Hock las dos personas más tóxicas que se encontraban en Nueva York en 1991. Como no podía ser de otra manera, terminaron encontrándose. Así les fue, lógicamente, pero al menos vivieron juntos una historia fascinante para contar. Israel y Hock eran perdedores en todos los sentidos de la palabra, destructivos, sociópatas, sin futuro y delincuentes. Sin embargo, el espectador no los percibes como tal. Es más, te encariñas de ellos.
No nos equivoquemos, Heller te deja muy claro que lo son. No los edulcora e idealiza. Son lo que son, pero no te deja despreciarlos. ¿Cómo puede ser? ¡Eso es imposible! Bien… Tiene su explicación. Saltemos de año, de país y de película para entenderlo.
Cuando Javier Rebollo presentó La mujer sin piano en San Sebastián se llevó dos grandes premios. Uno fue el galardón como director más inmerecido de toda la historia del festival. La otra fue una verdadera lección de cine. Un cineasta extranjero, que no conocía para nada a Carmen Machi (es decir, era muy extranjero), le preguntó si ella era una actriz cómica. Rebollo, incrédulo, le preguntó que cómo podía saberlo. La respuesta fue: Esas cosas se notan. Una actriz cómica lo es hasta en el mayor de los dramas.
Pues esa es la clave. Melissa McCarthy no te deja odiar a su personaje. Hay algo en los actores de comedia que convierten el mayor de los males en una molestia llevadera. Y no es que busque hacerse la graciosa ni nada por el estilo. Es algo inexplicable que desprende sólo siendo ella.
El secreto de un casting no consiste tanto en encontrar al más adecuado para el papel sino buscar la química entre los actores. Margot Kidder no era la candidata al papel de Louis Lane que buscaba Richard Donner. Se hizo con el papel gracias a la magia que se creaba junto a Christopher Reeve. Y más de andar por casa, José Lamuño me confesó que había entrado en La que se avecina Justo por eso. Y eso que la audición de Martín Rivas para el mismo papel había sido mucho mejor. ¿Qué había ocurrido? Que funcionaba mucho mejor él junto a Cristina Castaño.
Pues precisamente es lo que ocurre en ¿Podrás perdonarme algún día? Lo que se produce entre Melissa McCarthy y Richard E. Grant es pura magia. El contraste entre dos personajes tan diferentes pero en las mismas circunstancias funciona a la perfección. De que Marielle Heller ha sabido hacer el casting no hay la más mínima duda.
Que sí, que Richard E. Grant tiene un personaje muy agradecido y que tira de carisma para llevarlo adelante… pero hay que ser un Richard E. Grant para hacerlo tal cual. ¿Piensas que el Goya a Karra Errejalde y Carmen Machi en 8 apellidos vascos fue inmerecido porque, al fin y al cabo, lo que hacían les era natural? Puede ser, pero piensa que hay que ser una Carmen Machi y un Karra Errejalde para que te salga así
En cierto modo, hay en ¿Podrás perdonarme algún día? Un mensaje metalingüístico sobre la figura del director y del actor. Es decir, hablando de la falsificación de un personaje histórico, hablan de si mismos. Las falsificaciones de Lee Israel eran mejores que las del artista original ¿Pero no es eso al fin y al cabo la función del cine? Un intérprete se mete en la piel de un personaje y trata de ser más esa persona de lo que ésta lo fue nunca. El director, por su parte, estiliza la realidad para mostrarnos algo nuevo. Y digo los actores y el director porque puede ser lo más fácil de ver, pero podemos decir lo mismo de cualquier departamento del cine.
Porque el cine no es la realidad. Es todavía mejor.