Stranger Things vuelve este viernes 27 de mayo con una cuarta temporada más madura, más aterradora y más grande que nunca. La serie insignia de Netflix por excelencia se reinventa y nos trae un producto redondo y sobredimensionado.
Stranger Things está de vuelta tras una pausa de casi tres años desde la última vez que los espectadores visitaron Hawkins. Sin duda, la pandemia ha tenido algo que ver, pero los hermanos Duffer, creadores y guionistas de la serie, decidieron que era la oportunidad perfecta para poner toda la carne en el asador. Hará unos meses, ellos mismos compartieron una carta a través de Twitter donde explicaban lo difícil y grande que había sido el desarrollo de esta temporada y los planes de futuro. En ella detallaban que esta cuarta sería el principio del fin de la historia que comenzó en 2016 y que habría una quinta que cerraría todo. Las tres primeras temporadas de Stranger Things presentaron al público todo un mundo de posibilidades sobrenaturales ambientado en los años 80. Esta cuarta temporada comienza a resolver las múltiples preguntas que han ido surgiendo a lo largo de los años, mientras que la serie estrenaba nuevas entregas. Aunque esta vez tenemos algo distinto. Netflix ha decidido dividir la temporada en dos volúmenes, los cuales constarán de siete y dos episodios respectivamente. El primer volumen llega este viernes, mientras que para el segundo tendremos que esperar hasta el 1 de julio.
Sin duda, esta nueva temporada de Stranger Things es la más grande, más oscura y más madura que hemos podido ver. Los hermanos Duffer nos entregan una temporada que mantiene el corazón y el alma de la serie, el cual se había diluido a lo largo de los años, mientras que la historia toma un rumbo en una nueva dirección aterradora que será el deleite de muchos. Esta entrada será libre de SPOILERS, más allá de los mostrados en el tráiler, así que no te preocupes porque a continuación te contaré por qué tienes que ver esta nueva entrega.



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Los años pasan y todo crece
No hay que olvidar que esta serie comenzaba sus andaduras en 2016, con un elenco formado principalmente por niños. Estos niños, que rondaban los doce años, ahora son adolescentes -adultos prácticamente-. La serie actúa en consecuencia y evoluciona, cambiando las prioridades de sus personajes, que han pasado de montar en bicicleta y jugar a dragones y mazmorras a preocupaciones más directas como son el amor y la popularidad. Ya comenzábamos a ver estos cambios en la tercera temporada, pero en esta son más que evidentes y bien traídos. Pero no son sus actores los únicos que han crecido, la trama, la producción y el protagonismo también han crecido en esta nueva entrega. Esta reinvención provoca que toda la experiencia se sienta más grande. Más cinematográfico en todos los sentidos.
Los nuevos episodios se pueden traducir en largometrajes, ya que antes mantenían una duración de unos 50 minutos, mientras que ahora todos superan la hora e incluso alguno la hora y media. Este tiempo de ejecución, aparte de regalarnos más minutos en Hawkins, permite a Stranger Things obtener el tiempo necesario para contar una historia convincente. Ningún episodio se siente apurado o innecesario, ya que cada uno funciona como producto individual, donde siempre se avanza en la trama principal y se van dejando ‘migas de pan’ para el siguiente a modo de cliffhanger. Todo importa, por pequeño o grande que sea, y se mantiene una narración más cuidadosa, permitiendo que el espectador acabe inmerso de lleno en la trama y quiera continuar viendo un capítulo tras otro. Netflix es experta en este tipo de cosas, y no iba a ser menos con su serie estrella. En muchos sentidos, esta cuarta temporada es la reencarnación de la primera. No es la misma historia ni por asomo, pero mantiene ese punch inicial que estableció a Stranger Things como algo único. Las formas con las que la serie consiguió interpretar las aventuras de unos chicos de los 80, basándose en las mejores historias de terror de la literatura y el cine que jamás hemos visto, vuelven de nuevo, y se sienten como un homenaje al género.



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Mayor producción y mayor protagonismo
Stranger Things ha crecido también gracias al aumento de producción, ya que esta vez se ha decidido invertir una enorme cantidad de dinero, elevando el coste hasta los 270 millones de dólares y llegando algún episodio a superar a los últimos de Juego de Tronos. Todo esto se puede distinguir fácilmente al comenzar a visualizar esta cuarta entrega. Más localizaciones, mejor CGI -imágenes generadas por ordenador-, mejor dirección y fotografía y, sobre todo, más protagonismo entre los personajes que forman el elenco de la serie. Si estábamos acostumbrados a una trama principal donde los niños formaban el centro de todas las miradas, ahora contaremos con hasta cuatro tramas que convergerán en una más grande -como podemos ver simbolizado en el poster oficial-. A pesar de ello, y de que los niños convertidos en adolescentes ahora estén dispersados -de alguna manera y por distintas circunstancias acaban por formar equipos improvisados en distintas localizaciones-, la historia funciona y atrapa en mayor manera, ayudando a que cada personaje destaque y que ninguno se sienta en un plano secundario.
Estos ‘equipos’ no solamente estarán formados por los personajes que ya conocemos, sino que el elenco contará con nuevas incorporaciones. Joseph Quinn interpretará a Eddie Munson, un experto en Dragones y Mazmorras que se encargará de traer la parte más macarra y de dar un soplo de aire fresco a la temporada, al igual que lo fue Robin Buckley (Maya Hawke) en la tercera y Max Mayfield (Sadie Sink) en la segunda. Por contraparte, Eduardo Franco interpretará a Argyle y traerá la parte más cómica. Será el nuevo compañero de aventuras de Jonathan Byers, encarnado por Charlie Heaton, que comentaba en la rueda de prensa de la cuarta temporada -a la que también asistió Natalia Dyer (Nancy Wheeler)- lo siguiente: »Argyle ha aportado una energía muy positiva a la historia». Aunque no será el único que traerá las risas, porque aparte de la dupla Argyle-Jonathan, se formarán un par más que traerán las mejores bromas a la serie y servirán como oasis entre tanto drama.
El aumento de minutos y los cambios de aires han permitido que muchos personajes distintos se relacionen entre sí con mayor profundidad por primera vez desde que los conocemos, aportando nuevas dinámicas interesantes y divertidas. La nueva dupla que forman Dustin (Gaten Matarazzo) y Steve (Joe Keery) nos regala más entretenimiento que los que tenía Dustin con Will, Mike y Lucas. Aunque, sin duda, la dupla que más funciona es que la hacen Nancy (Natalia Dyer) y Robin (Maya Hawke). Ambas nos regalan los mejores momentos de la serie, donde Maya obtiene las líneas más graciosas en todo momento. El personaje de Robin irradia una alegría especial cada vez que sale en pantalla, convirtiéndose en uno de mis personajes favoritos y seguramente el de muchos espectadores próximamente.



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Una nueva ventana al terror más crudo
Stranger Things siempre se ha caracterizado por traer grandes villanos icónicos. El Demogorgon de la primera temporada quedó en la memoria colectiva de todos y se convirtió en un escalón difícil de superar. Las últimas temporadas no lo consiguieron, donde la tercera nos dejaba a un villano – el Azotamentes- muy genérico. Esta nueva entrega nos trae a un villano que, no solo supera al de la primera, sino que es el más terrorífico y carismático. Como decía anteriormente, Stranger Things vuelve a contar con varios homenajes al género del terror de los 80, aunque esta vez, ‘Pesadilla en Elm Street‘ de Wes Craven es la mayor influencia de la temporada. El propio Dustin compara al villano, apodado Vecna, con el mismísimo Freddy Krueger, e incluso Robert Englund, el actor que interpretó a Krueger, hace un cameo. Este nuevo ser atormentará a los residentes de Hawkins de maneras que nunca antes habíamos visto y que pondrán en jaque a nuestros protagonistas. Vecna es una pesadilla visual que, mediante el uso de efectos en su mayoría prácticos, permite a Stranger Things aumentar las apuestas con este nuevo poderoso, aterrador y visceral villano, llevando esta última temporada a cotas de terror inimaginables.
Stranger Things nos trae la temporada más madura y gráfica que jamás hemos visto. Y no estoy exagerando. Los hermanos Duffer han tenido en cuenta que al igual que el elenco ha crecido, sus fans también lo han hecho. Las muertes, las cuales se muestran en primer plano, son muy gráficas y duras, dejando claro que el tono ha madurado. Los padres deben de entender que esta serie ya no está indicada para un público más infantil, como podría ser cuando se estrenó, sino que ahora entra y expone una nueva ventana al terror más crudo y violento. Para mí, el aspecto más emocionante de la cuarta temporada es cómo abarca el gore y lo combina con una ciencia ficción espeluznante y divertida, dejándonos una Stranger Things más oscura, pero manteniendo la esencia principal.



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El principio del fin se siente genial
Esta cuarta temporada, el principio del fin de la historia de estos queridos personajes, se siente más fuerte y más organizada que las dos temporadas a anteriores, que supusieron un bajón en las expectativas que los fanáticos se generaron al ver la mágica primera temporada. Se siente como un viaje increíble que prepara el escenario de la mejor manera posible para la despedida, trayendo nuevos lugares, personajes atractivos y una expansión gratificante del maravilloso mundo que crearon los hermanos Duffer. La serie necesitaba este cambio, y gracias a él, nos deja con la mejor temporada de todas, a falta aún del volumen dos y la futura quinta entrega.