One Night in Miami (2020): La fuerza como concepto

Dirección: Regina King | Guión: Kemp Powers | Fotografía: Tami Reiker | Música: Terence Blanchard | Reparto: Kingsley Ben-Adir, Eli Goree, Aldis Hodge, Leslie Odom Jr. y Lance Reddick | Productora: Snoot Entertainment y ABKCO

One Night in Miami

Protagonizar una de las mejores miniseries que se han hecho como es Watchmen tiene mérito, pero dirigir un año después un film como One Night in Miami es insultante. Regina King se desmarca como una de las mujeres más talentosas de Hollywood con una crónica fantásticamente dirigida y con un cuarteto protagónico tremendo.

Echar la vista al pasado y quedarnos con él como un mero libro de historia es un ejercicio carente de imaginación. Los hechos son los hechos y nada ni nadie los cambiará, pero el cine no se creó para ceñirse a la realidad. Esto lo ha sabido ver Regina King, ganadora del Oscar a mejor actriz de reparto en 2019 que da el salto a la dirección con One Night in MIami, una crónica que esconde tantas capas, tanto narrativas como artísticas, que pone de relieve la fuerza del cine.

Malcolm X, Cassius Clay, Sam Cooke y Jim Brown. One Night in Miami nos traslada a una noche de 1964 en la que coincidieron cuatro de las personalidades afroamericanas más ilustres de la historia. A lo largo de las horas que compartan juntos dentro de la habitación de un bloque de apartamentos frecuentado por la población afroamericana de la ciudad de Miami saldrán a la luz temas y conflictos que aún hoy en día retumban en los colectivos oprimidos de la sociedad.

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A pesar de que One Night in Miami le debe gran parte de su narración a la noche que da nombre al título, sería temerario pasar por alto el brillante prólogo que da comienzo al film. Gracias a él conocemos a estas cuatro grandes personalidades de mediados de siglo. Y no solo les conocemos a ellos, sino que presenciamos la relación que tienen con la sociedad que los rodea. No olvidemos que la sociedad occidental de mediados de siglo XX era terriblemente racista y veía con ojos muy diferentes a los triunfadores dependiendo de su color de tez. Especialmente descarnada es la parte del prólogo en el que conocemos a Jim Brown; pone de manifiesto qué era ser un hombre negro en Estados Unidos en 1964 con una clarividencia brutal.

La noche del 25 de febrero de 1964 que presenciamos es una sucesión de temáticas y conflictos abordados por cuatro hombres que sufren el racismo a diario. Cada uno con sus ojos interioriza la represión racial de distinta forma, adoptando caracteres radicalmente opuestos entre ellos (el caso más evidente es la divergencia entre Malcolm X y Sam Cooke). El cuarteto protagónico es consciente, cada uno a su manera, que deben apoyar el movimiento afroamericano para acabar con el racismo. El conflicto dramático sucede cuando sus propios puntos de vista son incompatibles con los de los demás, generando tensiones entre ellos y dinamitando la buena relación que existía entre ellos antes de aquella noche.

La gracia de todo lo que vemos en One Night in Miami (y en la obra teatral homónima que le precede) es que es muy probable que no sucediera. Kemp Powers, creador de la obra original y guionista del film, escribió esta noche como si de una adaptación libre se tratase. Se sabe que estos cuatro hombres pasaron juntos aquella noche, pero no hay constancia de que hablaran de estos temas (aunque fuera altamente probable). Powers usa la excusa de aquella reunión para plasmar un tiempo en el que el racismo estaba tan normalizado que parecía una distopía a los ojos de alguien nacido en el siglo XXI. Es por ello que digo que el cine no entiende de ceñirse a la realidad. Es un arte que coge aquello real y lo adapta con total libertad para contar historias que de otro modo serían más débiles.

Cualquier alabanza al cuarteto protagonista está justificada, pero me veo en la obligación de decantar todos mis elogios a la figura de Regina King. La actriz protagonista de la maravillosa miniserie de Watchmen para HBO dirige One Night in Miami con un temperamento propio de una veterana. Aunque pueda parecer fácil en primera instancia (todos lo podemos pensar antes de comprobarlo), dirigir una obra en un solo cuarto es una tarea titánica. El carácter teatral de la propuesta limita enormemente la variedad de planos y escenarios. Se requiere un gran talento para dirigir la obra sin que el espectador note que está viendo todo el rato lo mismo. La comprensión del espacio narrativo es la gran virtud de la dirección de King. Su nominación al Globo de Oro a mejor dirección es justicia divina.

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One Night in Miami es una obra que merece muchísimo la pena. Es un retrato fiel e interesante de un tiempo que sin el cine (y el arte en general) nos sería complicado de imaginar. A su vez, es una demostración de cómo el séptimo arte rompe fronteras ancladas a la realidad para contar historias propias. Es muchas cosas de un modo muy puro, pero One Night in Miami es, sobre todo, un golpe sobre la mesa de Regina King. Por mujeres así Hollywood va a cambiar más pronto que tarde.