La Haine (1995): El motor de una sociedad

Dirección: Mathieu Kassovitz | Guión: Mathieu Kassovitz | Fotografía: Pierre Aïm | Música: Assassin | Reparto: Vincent Cassel, Saïd Taghmaoui y Hubert Koundé | Productora: StudioCanal y La Sept

La Haine

El cine también puede ser una clase de sociología. La Haine, obra cumbre del cine social europeo, es una de las radiografías más precisas y rabiosas del sentimiento revolucionario que conforma gran parte del carácter francés.

¿Cómo vivir en una sociedad en la que tienes una pistola encañonada permanentemente en tu sien? Los suburbios de París, cúmulo de etnias inmigrantes y tendencias religiosas diversas, es el escenario donde esa pregunta toma lugar. La respuesta nos ofrecerá un retrato sociológico crudo y realista de la Francia de mediados de los 90. La Haine, dirigida por Mathieu Kassovitz, narra un día en la vida de tres jóvenes (un judío, un árabe y un negro) después de que un amigo de ellos resultara gravemente herido durante un interrogatorio policial.

La guerra entre la policía y la joven población de Les Muguets (suburbio próximo a París) es el motor del odio. Este sentimiento mueve a los tres protagonistas de la obra, aunque cada uno lo lleva a su manera. Vemos cómo una generación diversificada agarra el odio que les ha transmitido la sociedad y lo convierte en la razón de ser de sus actos. La Haine, además de un retrato del odio en su máxima expresión, es una radiografía de la sociedad francesa en todos sus estamentos; los suburbios, la burguesía, la policía, los fracasados, los drogadictos… Un pueblo que siempre ha tenido ese aura revolucionaria ve cómo la decadencia comienza a tomar el control de su futuro.

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La Haine explora las consecuencias psicológicas que provoca la sucesión indiscriminada de actos injustos y de carácter tiránico. Los abusos policiales o el sentimiento de marginación provocado por la nula solidaridad de la sociedad son dos temas claves. El conflicto surge cuando uno de los tres personajes decide que es momento de tomar represalias y «equilibrar la balanza». Harto de ver cómo su vida acabará en la basura, el judío se autoconvence de que su cometido debe ser asesinar a un policía. Esta decisión agita a los otros dos protagonistas, desencadenando un conflicto mayúsculo entre ellos.

La estructura narrativa de La Haine, tan condensada como solo puede serlo un film narrado en un día, nos sitúa en diversas situaciones. Estas alimentan la idea de odio que beben los protagonistas para motivar sus acciones. Con el paso de los minutos, los protagonistas viven un arco de transformación delimitado por sus ideales y motivado por su interacción con la sociedad francesa.

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No es difícil acordarse de obras como Trainspotting viendo La Haine. Ese subgénero que busca retratar el fracaso de la sociedad en forma de la desorientación que viven las nuevas generaciones fue muy popular en los años 90. Además, sirve para conocer cómo funcionaban las sociedades de aquellos países durante finales del siglo XX. Resulta duro presenciar cómo todas las decisiones que ha tomado una sociedad ha acabado desembocando en la muerte de la idea de futuro de una generación. Francia no es un país fácil, sobre todo por la aglomeración de tendencias culturales y religiosas que gobiernan su variopinta sociedad, pero menos lo era hace 26 años, cuando La Haine mostró al mundo cómo era un país movido por el odio.