Destinada a ser la sucesora de Juego de Tronos, la gran apuesta de HBO en los últimos años no ha logrado asentarse como el fenómeno que se esperaba, pero a muchos nos enganchó su combinación de western con ciencia ficción, sus protagonistas y sus dilemas existenciales y futuristas.
Westworld aterrizaba con una brillante primera temporada y una segunda temporada con altibajos, pero que terminaba de manera espectacular, y nos esperaba un nuevo futuro y statu quo totalmente diferente. Tras dos años de espera, ese futuro ya esta aquí y como esperábamos, poco tiene que ver con lo visto en los 20 episodios anteriores.
Esta nueva temporada comienza situando las piezas en el tablero para ver qué ha sido de nuestros protagonistas durante los 3 meses posteriores a la huída del parque. Dolores (Evan Rachel Wood) es ahora libre y sigue en su venganza contra aquellos que la crearon y jugaron a ser dioses. Bernard es un fugitivo al ser acusado del famoso incidente y Maeve se despierta en un parque basado en la Italia fascista. Mientras, la corporación Delos intentará recuperarse tras el caos que causaron los anfitriones, con la amenaza de un nuevo enemigo, Serac (Vincent Cassell).
Toca olvidarse del lejano Oeste y centrarse en este futurista presente, donde entra en escena Caleb Nichols, un nuevo personaje interpretado por Aaron Paul, un ex-soldado que intenta superar traumas del pasado, cuya vida dará un vuelco al toparse con Dolores.
Este cambio de ambientación y giro de 180º le viene bien a la serie, aunque el nombre de la serie pierda sentido y a muchos seguidores les decepcione, era el camino más natural y coherente en el transcurso de la trama. ¿Estará al nivel de las anteriores?
Westworld sigue siendo una serie de calidad, pero es verdad que ha perdido en esta temporada varias de sus señas de identidad. Adiós a los puzzles con las líneas temporales entrecruzadas que tanto nos encantaron en las dos primeras. Salvando algunos flashbacks, tenemos una estructura mucho más lineal y sencilla de seguir, quizás por las quejas recibidas en su día.
Visualmente pocas series logran llenar al nivel de Westworld. Esta nueva temporada cambia por completo de escenario, llevándonos fuera del parque, ofreciéndonos un mundo totalmente futurista, donde el diseño de producción es sobresaliente. Vehículos, arquitectura, vestuario… todo está cuidadísimo al más mínimo detalle para transportarnos a 2058. Mención especial a la Ciudad de las artes y las ciencias de Valencia o Besalú (Girona).
Sin embargo, esta nueva ambientación es bastante más fría, artificial e impersonal que su predecesora en el oeste, incluidos los nuevos personajes, algo faltos de carisma y personalidad. La acción en muchos casos es espectacular pero termina convirtiéndose en una sucesión de persecuciones, explosiones y tiros al más puro estilo Terminator en los que da igual quién resulte herido o muera, porque nada es definitivo y todo es reversible.
Por otra parte, muchos de los personajes protagonistas han dejado de ser importantes. Bernard (Jeffrey Wright), pieza clave en el conflicto, ha sido bastante apartado, quedando relegado a un plano secundario, al igual que William (Ed Harris), otro de los personajes más atractivos de la serie. Ambos van de un lado para otro, sin ningún peso claro en la trama de esta temporada y desaprovechados totalmente. La aparición de otros anfitriones de Westworld queda reducida a meros cameos con los que sacar una sonrisa a los fans.
La nueva trama, además de en el nuevo personaje de Paul, se sustenta principalmente en los personajes de Dolores, Maeve (Thandie Newton) y Charlotte (Tessa Thompson), respaldados por unas actrices como siempre más que notables pero cuyos personajes acaban desdibujándose en el entramado argumental. Las motivaciones de sus personajes esta temporada son erráticas, ambiguas y cambian según el momento a conveniencia del guión.
Si hay algo que nunca decepciona de Westworld es su maravillosa intro. La Nueva intro, perfectamente acompañada por esa inquietante melodía de piano de Ramin Djawadi, sigue dejándonos embobados. La música es otro de los puntos fuertes de la serie, con una banda sonora más electrónica y futurista con una selección de temas famosos bien escogida para contrastar algunos momentos en pantalla.
Otra de las señas que nos maravillaron fue la mitología tan interesante de Delos y los parques, los cuales esta vez excepto en un par de episodios quedan en un plano anecdótico y referencial. En su lugar tenemos una nueva compañía, Incite y un nuevo villano, Serac, que no aportan nada diferente ni nos llega a interesar en ningún momento. Es arriesgado este giro de 180 grados y es bueno que se reinventen, Jonathan Nolan y Lisa Joy dijeron que lo harían con cada temporada, pero por momentos parece que improvisan y estiran la trama innecesariamente con relleno.
Puede que este nuevo enfoque de acción más accesible enganche a sus detractores y gane nuevos espectadores. Muchos de los que nos enamoramos de sus personajes y su mitología, seguiremos en ella por ver cómo acaba, pero muchos otros se bajarán del barco ante la irregularidad de la misma.
Como es habitual, el final cuenta con una escena poscréditos bastante impactante pero que vuelve a dejarnos confundidos y con un montón de nuevas incógnitas. Renovada por una cuarta temporada, pero con unos ratings la mitad de los esperados, Westworld sigue en pie, el problema es: ¿hacia dónde y hasta cuándo? Nota: 6,8