Bienvenidos a Hell Fest: un estupendo parque temático de terror en el que podrás disfrutar de nuestras terroríficas atracciones, llevándote más de un susto, alguna taquicardia y posiblemente un par de cuchilladas mortales. A qué suena delicioso?
Permítanme empezar esta crítica a Hell Fest con una cita al inefable Randy Meeks de la saga Scream:
Siempre hay una estúpida razón para matar a tu novia. Es lo hermoso de esto: su simplicidad. Además, si lo complicas, pierdes tu público objetivo.
Como siempre, Randy tenía razón. El slasher (género al que se adscribe Hell Fest) es simple y directo en su concepción, y no sólo es cuando mejor ha funcionado en todas y cada una de sus propuestas, sino que cuando ha fracaso ha sido cuando han intentando solventar lo que en otros géneros es un problema y en este, sin embargo, una bendición.
Michael Myers quería matar a su hermana y a los que se interpusieran en su camino; Jason Voorhees ejercía de guardia rural no remunerado en el lago donde ahogó; Freddy Krueger viajaba por el espacio onírico de los adolescentes de su pueblo asesinando a cuantos podía; en Scream todos mataban porque, básicamente, se inventaban razones para justificar que estaban como una regadera.
Sin embargo ha existido espacio para cierta innovación victoriosa en el género slasher: la autoconsciente sexta entrega de Viernes 13, aquella deliciosa tercera entrega de Pesadilla en Elm Street y sobre todo el festival de deconstrucción y metareferencias de la siempre autoconsciente saga Scream.
El triunfo de estas películas fue agregar un elemento cualitativo donde nadie se lo había planteado antes: diálogos, personajes o la citada deconstrucción del género. Hell Fest, desafortunadamente, no apuesta por ello sino que hinca su propuesta en lo más hondo del slasher ochentero: asesino implacable, adolescentes imbéciles, festival de sangre y vísceras.
Halloween es el mejor (y más trascendente) ejemplo de que hubo vida antes de ninguna deconstrucción. El problema es que cuando uno se toma en serio en un género como este, las particularidades (esa inherente simplicidad) del mismo suelen aparecer acentuando la falta de sustancia dramática. Hell Fest, por suerte, sufre parcialmente ese síntoma sin llegar al coma narrativo.
Lo que se pierde en unos personajes enmarcados en los clásicos clichés (la Final Girl modosita, la amiga superficial, el par de amigos sin cerebro o la atrevida malhablada, una forzada Bex Taylor-Kraus, actriz principal en la serie Scream) se gana con la contundencia ejercida en su argumento.
A saber: un grupo random de adolescentes acuden a un parque temático de terror y son aniquilados, uno a uno, por un asesino enmascarado e implacable. Es tan sencillo (y tan poco spoiler en este caso!) que casi podemos escuchar a Randy aplaudiendo al fondo.
Si algo novedoso, casi que original, podemos destacar de Hell Fest es que la premisa permite una doble cadencia de sustos: los que se pegan los chavales con los sobresaltos de las atracciones y los que se (te) pegan con cada aparición del asesino.
No supone revolución alguna en el género, y lo mejor que podemos decir de ella (y no es poco) es que da lo que promete. Pero quiero añadir algo más: ese parque temático, sus atracciones, disfraces y sustos son de lo mejor del film. Necesitamos un parque así en nuestras vidas!