Que estés leyendo esto significa que el tercer capítulo de Dime Quién Soy ya se ha estrenado en Movistar+, así que vamos a comentarlo. En enero de 1938 Amelia y Pierre pasan del melódico argentino al impenetrable ruso, dando comienzo a su andadura en Moscú, un destino al que llegan sobre aviso.
En la tercera entrega de Dime Quién Soy Pierre y Amelia llegan al soñado paraíso comunista para participar en el Congreso Internacional de Intelectuales. Sus primeros pasos en la capital rusa consolidan su relación y no parecen presagiar las peores advertencias de Krisov, pero el preaviso se cumple. Pierre es relegado a oficinista y puesto bajo vigilancia, para posteriormente ser detenido y torturado hasta la extenuación.
La forzosa desaparición de Pierre llega en uno de los mejores momentos para la pareja. Su unión parece ser más sincera que nunca, se quieren y preocupan el uno por el otro, aunque lo demuestran de maneras distintas. El francés intenta proteger a Amelia ocultándole la verdad e incitándola a volver a Madrid. En cambio, ella cree protegerle quedándose a su lado, anteponiendo así, una vez más, el bienestar de otro al suyo propio.
La vida de nuestra protagonista se complica sin remedio, si creía estar desamparada y en peligro en Buenos Aires en Moscú se da cuenta de que aquello sí era un paraíso. La vemos convertida en una autómata, centrada en ser una funcionaria ejemplar y sin un ápice de alegría, como plasma a la perfección la evolución de su vestuario, ahora sombrío.
Durante este episodio se vuelve a demostrar la determinación y valentía de Amelia, a la par que su compromiso con Pierre. Su esencia a contracorriente sigue intacta y eso se evidencia en sus intentos de ayudarle, primero desoyendo a la familia y por último corriendo el riesgo con Albert James. A su vez, se confirma el declive absoluto de Pierre, que después de la tortura ya no es ni la sombra de lo que era.
El capítulo nos traslada a la Rusia de la época haciendo un retrato completo del contexto histórico. Los trabajados decorados y las diversas localizaciones nos transportan a un escenario frío, distante, orientado a la utilidad y nada ostentoso. La práctica del comunismo de todo para todos, y nada más para nadie -excepto para el poder-. Nos ayuda a hacernos una idea de cómo las políticas de la Unión Soviética y los recelos de Stalin afectaban a las diferentes esferas del país a nivel político y social.
La esfera privada la vemos representada en la familia de Pierre. Su casa es una muestra de los hogares corrientes de la época, cuenta con lo básico y se comparte lo poco que se tiene. Manifiesta un estilo alejado del hedonismo, simple y práctico, que se plasma en vestuario, decorado y ambientación. Además, es un claro reflejo de la división que se vivía. En un mismo techo conviven dos fervientes creyentes en el régimen, un sumiso temeroso y una desencantada que ve claramente las atrocidades de la dictadura. Las diferentes posturas tienen algo en común: la resignación y el conformismo, con diferente origen pero con mismo resultado, la inacción.
Silencio, secretismo y hermetismo se apoderan de la población, ya sea por miedo a represalias o por la fiel convicción en el régimen y su cometido. En la esfera social reina la desconfianza y el descontento, mientras que en la política el hermetismo. El único preso es Pierre, pero se desprende la idea de que una dictadura es una cárcel para toda su población. Una sociedad atrapada, secuestrada y sin voz que forma parte de un engranaje, sometidos a una anulación propia de una secta. El individuo desaparece en pro al colectivo.
El tercer episodio de Dime Quién Soy acaba con la poca inocencia y alegría que pudiera quedar en Amelia, pero no con su inconformismo y valentía. Se hace corto y rompe con los anteriores capítulos en cuanto a estructura, ya que la trama no empieza y acaba en un mismo episodio. Nos deja una radiografía de la Rusia de antes de la Segunda Guerra Mundial y la intriga de que pasará con Pierre y que consecuencias tendrá la petición de los intelectuales.
Nota: 8