Dirección: David Fincher | Guión: Jack Fincher | Música: Trent Reznor y Atticus Ross | Fotografía: Erik Messerschmidt | Reparto: Gary Oldman, Amanda Seyfried, Lily Collins, Arliss Howard y Charles Dance | Productora: Netflix International
David Fincher vuelve a la gran (y pequeña) pantalla con Mank, su poco sutil homenaje a una de sus películas favoritas: Ciudadano Kane. Con Gary Oldman como única carta destacable, Mank se une a la lista de films que no aportan nada más que recrear el Hollywood clásico con una historia que nace muerta. Contracrítica de Mank (2020) [Netflix], ¡con spoilers!
No viví el Hollywood clásico. De hecho, la gran mayoría de lectores de este artículo seguro que tampoco, pero eso no parece ser una experiencia irrecuperable. Primero fueron los Coen con Hail, Caesar!; luego, Tarantino con su decepcionante Once Upon a Time in… Hollywood; por el camino tuvimos también Trumbo de Jay Roach; y ahora le toca el turno a David Fincher con Mank, un biopic fallido sobre Herman J. Mankiewicz, el guionista de Ciudadano Kane.
La premisa de Mank me resulta irremediablemente cargante. Enésimo biopic protagonizado por un gran actor que no tiene más razón de ser que llegar con fuerza a la carrera de los Oscars. Por desgracia, en apenas 10 minutos confirmé mis sospechas. Mank es la viva imagen de «la forma por encima del contenido». Estéticamente está muy lograda y consigue evocar directamente al cine clásico que pretende homenajear. Incluso su estructura narrativa es un evidente guiño a Ciudadano Kane que podría llegar a funcionar si no fuera tan espesa.
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En vez de contarnos una historia, Mank pretende contarnos varias, pero sin la gracia y la eficacia que el propio Mankiewicz insertó en su gran obra maestra. Los numerosos flashbacks que dan sentido a las decisiones creativas del personaje interpretado por Gary Oldman (lo único destacable del film) son a cada cual más confusos y no son capaces de mantener el interés. Parece ser una obra hecha por y para exquisitos de la historia norteamericana del primer tercio del siglo XX. La capa política que Mank adquiere sin previo aviso confunde al espectador y le hace preguntarse por qué rumbo se dirigirá la narración. Pregunta que no creo que Fincher se haya hecho en ningún momento.
Lo más frustrante de Mank es haber esperado seis años de pausa de Fincher para encontrarnos una obra antagónica a los que nos tiene acostumbrados el director de Seven, Fight Club o The Social Network. Ya no es por el hecho de no ser un thriller crepuscular, es porque es una obra que cualquier director podría haber hecho. No tiene alma y está destinada a no salir del cajón de «biopics» de Netflix.
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Vivimos en la época de la falta de originalidad. Ni descubro el fuego ni agito un sistema vago y predecible. La insoportable frecuencia con la que se producen biopics atenta más contra los intereses del cine que las tres películas de superhéroes que se estrenan al año. Incluso ya dijo Tarantino en una ocasión que los biopics son «grandes excusas para que actores ganen un Oscar». Pocas películas pueden ejemplificar mejor ese ataque como Mank.