Existe una ley no escrita en el mundillo cinéfilo que dice que nunca un remake superará al original. Es más: Ningún remake es bueno. Así, sin paños calientes. ¿Pero versionar una película antigua es una falta de originalidad por parte del director? ¿Por qué hemos asumido que ha de ser así?
No nos equivoquemos. La historia del arte universal es un gigantesco remake. La frase «nada nuevo bajo el sol» no nos la hemos inventado nosotros, sino los romanos hace dos milenios. Si ellos mismos asumían que no se podía inventar nada… ¿Por qué tanta obsesión con la originalidad?
Una película original puede ser ser sosa, anodina y poco creativa. Pero como es «original» ya la colocamos un peldaño por encima del más inspirado de los remakes. Para colmo, vemos continuamente las mismas historias, los mismos planteamientos y desarrollos narrativos clónicos unos de otros. ¿Por qué un argumento es original, aunque repita la misma historia de siempre? ¿Por cambiarle el título y el nombre a los personajes ya es algo nunca visto? Cualquier película de chico conoce chica o de contratar a un especialista para vengar un asesinato no será un remakes, pero sí un dejà vu.
Llevamos viendo remakes en todas las artes a lo largo de nuestra vida. Parece que si un cantante versiona una canción no está cometiendo un pecado mortal, pero si lo hace un cineasta ya lo tachamos de poco creativo. Cualquier museo está repleto de obras que son remodelaciones de pinturas anteriores. El mismísimo Prado expone juntas el Adán y Eva de Tiziano y el remake que le hizo Rubens. ¿En pintura no es un problema basarse en una obra anterior pero en cine sí?
Hemos visto la misma novela llevada a la pantalla una y otra vez. Eso no nos molesta, pero si si se rehace una película. Pueden anunciar una nueva adaptación de Romeo y Julieta, Alicia en el país de las maravillas, Los tres mosqueteros o Cuento de Navidad, que nadie va a poner el grito en el cielo. Pero ojito que cuando Bradley quiso hacer Ha nacido una estrella todos dijimos… ¿Otro remake más?
Crítica de Ha nacido una estrella (2018): Bradley tiene algo que contar
Es cierto, y ahí te doy la razón, que gran parte de los remakes tratan de repetir la misma fórmula del éxito de su predecesor o se limitan a hacer un corta y pega. Que sí, pero eso no descalifica al remake como opción, sino a esa película en concreto o a ese director. Al fin y al cabo, los exploit buscan exactamente lo mismo y no nos molestan tanto. Lo que tendríamos que mirar es si ese mismo director sería capaz de hacer una obra que merezca la pena con un argumento original, porque seguramente sea que no. El problema no es la versión, sino quienes la realizan.
En otras ocasiones, la cuestión no está en el talento del director sino en las exigencias del productor. El que paga, manda, y si quien pone la pasta no está para experimentos, no hay mucho que hacer. Fue el caso de Robocop. José Padilha se lamentaba sobre lo corto que lo ataron y que no pudo hacer nada de lo que quería (claro que… eso de echarle la culpa al productor lo mismo fue una excusa). Lo cierto es que recuerda que todos pusimos el grito en el cielo cuando se anunció la secuela de Blade Runner y al saber que la dirigiría Villeneuve el hype subió a la estratosfera. Y con el Suspiria de Guadadgnino, cuarto y mitad. ¿No será entonces que el problema no era la secuela en si misma?
Films en Stereo (I): Blade Runner Vs 2049
Basarse en una obra anterior es algo tan válido artísticamente que llevamos toda la humanidad haciéndolo. Da igual que la película se base en un libro, un videojuego u otro film. Vale lo mismo que si parte de un guión original. Si el resultado es creativo o no, dependerá del director que la haga y la libertad que le permitan. Scorcesse ganó un Oscar adaptando Infernal Affairs y, sin embargo, habría que ver lo que haría Uwe Boll con un guión original de Aaron Sorkin.
O no, porque… ¿Qué significa exactamente original?