AÑO 2010. BRADLEY COOPER ERA SOLAMENTE UN ACTOR GUAPO QUE VEÍAMOS EN COMEDIAS GAMBERRAS. LADY GAGA ERA SOLAMENTE UNA CANTANTE FEA QUE ACUDÍA A LAS GALAS DE PREMIOS VESTIDA DE CARNE CRUDA. AÑO 2016. LAS TORNAS HAN CAMBIADO. BRADLEY COOPER LLEVA TRES NOMINACIONES AL OSCAR COMO ACTOR CONSECUTIVAS Y LADY GAGA UNA COMO COMPOSITORA. AÑO 2019: BRADLEY COOPER Y LADY GAGA SALDRÁN DEL TEATRO DOLBY CON UN OSCAR CADA UNO. ¿QUIÉN NO SE HUBIERA REÍDO SI NOS HUBIERAN DICHO ESO EN 2010?
La de Cooper es la cuarta versión de la película, cuyo original se remonta nada menos que a 1937 (En efecto, la película de Cuckord con Judy Garland fue un remake). Por lo menos, es la cuarta versión oficial, porque la historia de amor entre una artista emergente y una estrella decadente se ha convertido en un motivo recurrente para el cine. Sin ir más lejos, Glitter podría ser una especie de apócrifo de la saga. De hecho, podría haberse llamado “Ha nacido una estrellada”. Es más. Exigimos que se la rebautice así. Igual que Eva al desnudo, salvo que en esta no había relación sentimental entre Bette Davis y Anne Baxter. Nada que no solucionara en 2005 su remake “para adultos”. (A ver, es que con ese título iban provocando)



Pero volvamos a 2018. Bradley Cooper anuncia al mundo entero que debuta en la dirección. La sorpresa es el título escogido: Ha nacido una estrella. El proyecto estaba en manos de Clint Eastwood, pero llevaba embarrado varios años y no terminaba de arrancar.
Entre que sí y que no, al californiano le dio tiempo de rodar un par de películas, entre ellas el musical Jersey boys. No se anda Eastwood con rositas, así que se aburrió de esperar y le dio un “Next” a Ha nacido una estrella. Y aquí entra en escena Bradley Cooper.
Admirador más que confeso de su antecesor (Fue él quien pagó de su bolsillo El Francotirador para poder trabajar a sus órdenes) vio aquí el cielo abierto. Hubo cierta sorna y reticencia en el mundillo de los comunicadores cinematográficos, que sabemos (bastante) menos de lo que nos gusta pensar. ¿Y qué pasó? Cuando Cooper estrenó su debut en el festival de Venecia se escucharon dos estruendos: el de la ovación que recibió y el del “Zas en toda la boca” a quienes le habían infravalorado.
Porque los grandes actores tienen la mejor escuela de cine que cualquier otro director novel: han visto trabajar a los mejores directores del mundo. Rara vez el salto a la dirección de un actor con suficiente trayectoria no se traduce en una buena película. Esto si no eres Madonna, que pese a trabajar con Woody Allen, Warren Beatty, Alan Parker o Abel Ferrara, no parece haber aprendido nada de ellos, pero bueno. Bradley, por el contrario, absorbió cada una de las enseñanzas de Eastwood, excepto elegir a Beyoncé como protagonista.



Cooper confió en Lady Gaga, la mayor estrella musical de comienzos de década y alguien capaz de generar noticias casi diariamente. Sin embargo, la neoyorkina llevaba una más que alarmante racha de caída libre en el mundo de la música.
¿Qué pasó? Pues un poco lo que a Mónica Naranjo años antes, que sabía que tenía talento y se empezó a tomar en serio a si misma. Quizá demasiado en serio para el producto que había vendido y que habíamos comprado. El mundo quería una Lady Gaga, no otra Barbra Streisand. Así que a cada intento por labrarse un respeto, menos interés despertaba.
¡A ver, estrellas emergentes!, que sé que me estáis leyendo. Prestad atención que os va la carrera en esto: la diferencia entre una estrella con talento y un icono musical está en ser diferente a todos lo demás. La extravagancia y la mamarrachería sin talento es de frikis, pero cuando ambos conceptos van de la mano es de leyendas. Ser aburrido no te hace ser más respetado, te hace ser invisible. Hacedme caso que os va a ir mucho mejor.
Pero volvamos a Ha nacido una estrella. Gaga sabía que difícilmente otro director confiaría en ella para un proyecto de semejante nivel, así que se entrega al 100% a la película. Lo que hace no tiene nada que ver con su actuación (“actuación”) en la serie American Horror Story. Pero que absolutamente nada.
En brazos de Cooper descubrimos a una actriz sobresaliente. Su confianza en él es total, dejando ver a un personaje completamente ajeno a la extravagante estrella musical que conocíamos. Lady Gaga está desnuda ante nuestros ojos (metafórica y literalmente). En lo que respecta a Cooper, estamos ante la mejor actuación de toda su carrera. No lo digo porque aprendiera a cantar y tocar varios instrumentos para la película. Eso está muy bien, pero es la vulnerabilidad que desprende lo que lo eleva como uno de los mejores actores del panorama actual.



Y, sin embargo, es en su faceta como cineasta en la que más brilla. ¿Cuál es el secreto de la dirección de Cooper? La intimidad que crea entre los dos protagonistas. Vuelvo a repetir: Cooper y Gaga están desnudos ante el espectador. La complicidad que hay entre los dos hace que no haya nada más alrededor que “Ally” y “Jackson”. Todo lo demás desaparece.
Incluso en escenario, en vez de grandes panorámicas del público, Cooper sólo nos muestra a ellos dos. De hecho hay escenas en las que tienes la sensación como espectador de sobrar, de que ese momento pertenece a ellos dos y no deberías estar allí. La química entre ambos protagonistas está a la altura de la de Jack y Rose en Titanic o la de Sebastián y Mia en La la land.
¿Es La la land la nueva Titanic?
No es fácil mostrar las relaciones humanas en una película. Que percibamos las relaciones paterno-filiares, de pareja o incluso laborales sólo con la energía de los personajes es una proeza tanto interpretativa como de dirección. Y aquí Cooper aprueba por partida doble. No sólo eso, el debutante es capaz de contar la historia como la hubiera hecho el propio Clint Eastwood. ¡Decidme que la última escena de su personaje no parece salida de Sin perdón o Million Dollar Baby!. Porque como dice Jackson durante toda la película: «Todo el mundo tiene voz, pero sólo unos pocos tienen algo que contar».
Veremos a ver cómo termina Ha nacido una estrella la noche de los Oscars. Su paso por los globos de Oro ya se puede considerar un descalabro. Lady Gaga era la máxima favorita pero terminó postrándose ante su majestad Glenn Close. Vale que Cooper no era el favorito ni como director ni como actor, pero no se esperaba que la película cayera ante Bohemian Rhapsody. Que haya sido derrotada ante un film que fue abandonado por su director a mitad de rodaje no presagia nada bueno el próximo 25 de febrero… para satisfacción de Alfonso Cuarón.