Ozark llega a su fin hoy con la segunda parte de su cuarta temporada, caracterizada por un notorio bajón frente a la primera y un final bastante anticlimático, pero manteniendo unas actuaciones excelentes.
Ozark se ha acabado. Siete episodios se encargarán de cerrar la historia que empezaron los Byrde en 2017, relatándonos como estos intentarán escapar de las garras del cartel para volver a su vida anterior. Después de una notable parte 1 que aumentó la tensión y los problemas, esta segunda parte tenía la difícil y delicada tarea de cerrar todas las tramas abiertas que se nos plantearon y dar al elenco principal la despedida adecuada que se merecen después de tantos años. Desafortunadamente, estos últimos siete episodios hacen todo lo contrario y se sienten como una conclusión vacilante que pierde el impulso impresionante de los siete anteriores y se convierte en una temporada más reservada con un final bastante anticlimático.
Estos últimos episodios de Ozark están liderados por Wendy (Laura Linney) y Ruth (Julia Garner) sin ninguna duda. La actuación de ambas en esta temporada es sobresaliente. Wendy es la fuerza impulsora detrás de casi todas las decisiones, mientras que Marty (Jason Bateman) la sigue impotente, dejando a Bateman como un mero espectador de los acontecimientos. Ruth -como siempre- tiene sus propios planes, los que inevitablemente causan problemas a los Byrde desde un principio, provocando que la relación entre Ruth y Marty se rompa. Las escenas entre ambos, que eran sin duda lo mejor de la serie, son pocas y distantes entre sí en esta parte 2, desaprovechando la oportunidad de darles un cierre satisfactorio.
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Más de lo mismo se hace pesado
El gran problema que siempre ha arrastrado Ozark desde sus inicios es rizar demasiado el rizo, prolongando tramas hasta la saciedad. Esto se hace más frustrante cuando la mayor parte de esta segunda mitad de temporada vuelve a repetir tramas y decisiones de la primera mitad, volviéndose muy repetitiva. Una vez más, Marty y Wendy necesitan negociar con el FBI, recuperar la confianza de sus hijos, evitar que Ruth arruine sus planes con el cartel y lidiar con las consecuencias de la muerte de Ben (Tom Pelphrey). Con esto último entra en escena el padre de Wendy, Nathan Davis (Richard Thomas), que llega a los Ozarks dispuesto a encontrar a su hijo ‘desaparecido’ con la ayuda de Mel Sattem (Adam Rothenberg), el mismo investigador privado que se encargaba de buscar a Helen -casualmente-. Y como era de esperar, también aparecen muchas caras familiares, las cuales ya habían cerrado su historia, volviendo de una manera bastante forzada.
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Todo se siente demasiado controlado
Una de las grandes características de Ozark es que nunca sabes de donde van a venir los problemas. Al igual que he comentado anteriormente, es más que notoria la diferencia de ambas partes, ya que en la primera se mantenía esa sensación de inestabilidad en los planes de los Byrde, donde siempre había una sensación de que cada decisión tomada tendría consecuencias -buena o malas- en el futuro. En esta parte 2, esto se pierde casi por completo, quitando algunos momentos en concreto. Todo se siente demasiado orquestado para llegar a un final deseado, y las complicaciones que se van introduciendo por el camino se sienten demasiado inofensivas como para generar esa inestabilidad.
Ya sabemos que acabar una historia no es fácil y Netflix lo ha intentado, aunque queda claro que no lo ha conseguido de una manera satisfactoria. Pero aun así, esta temporada 4 parte 2 de Ozark es todavía innegablemente Ozark, con lo que eso conlleva. Filtro azulado, tramas pesadas, giros, traiciones y asesinatos. Si ya te gustaba esta serie no tengo ninguna duda de que te seguirá gustando esta temporada, pero también sé que te sentirás igual de decepcionado con el final. Sea lo que sea, aquí termina el viaje de Ozark, y Netflix debería estar contenta porque sin duda quedara por siempre en nuestro recuerdo.