El montaje… Ay, amigo… El montaje. El montaje lo es todo. En esta nueva entrega de grandes trabajos ignorados por los Óscar vamos a explicar por qué y cuáles son las más icónicas ediciones ignoradas por la Academia.
En cierto modo tienen razón. Chicago no es una gran película. Rob Marshall, sé que me estás leyendo y de verdad que no quiero restarle mérito a la puesta en escena que orquestaste… pero hasta tú tienes que reconocer que Chicago tiene EL montaje, no LA dirección. Pero Hollywood es la Meca de las paradojas y los montadores no han cobrado royalties por sus películas hasta hace nada.
Se considera autor de una película al director, al jefe de producción, al director de fotografía, al guionista y al músico. La persona que físicamente ha creado la película… No se la ha considerado más que un mero artesano. Al menos a la hora de repartirse las ganancias. Esto se ha solucionado hace poco, las cosas como son. Los sindicatos de los distintos gremios en Hollywood son muy poderosos y aún así se han pasado más de un siglo luchando por ello. Clama al cielo que la misma industria que considera que mejor montaje es igual a mejor película no les haya considerado autores intelectuales de la misma.
La soga ( William H. Ziegler)
Aún así, películas como Paseando a Miss Daisy o Spotlight, con montajes efectivos pero poco espectaculares, consiguieron la nominación, pero Birdman no. Inexplicablemente no. El montador Douglas Crise confesó que la película tenía 20 cortes pero al equipo de efectos especiales se le escapó que fueron 100. Eso no deja de ser una muestra del portentoso montaje de una película pensada para que parezca entera un plano secuencia de 2 horas.
Con todo, la Academia pensó que el artificio era más mérito del director de fotografía, de la puesta en escena y del encargado de continuidad que del montador. Así que Douglas Crise rompió la racha de un cuarto de siglo en la que la mejor película estaba nominada automáticamente a mejor montaje. ¿Porque no hablar entonces de Birdman? (Aunque técnicamente sea lo que llevo haciendo desde que empezado) Pues porque este artículo no seleccionamos trabajos excepcionales sino iconos del cine. Hitos, no prodigios. Y la cinta de Iñarritu no deja de ser una vuelta de rosca a lo que concibió Alfred Hitchcock para La soga.
El primer, enorme y más famoso (y falso) plano secuencia de la historia. Sólo diez cortes hay en toda la cinta. Que sí que es verdad que son bastante torticeros y se ven a leguas, pero en ese momento seguramente no podría haberse hecho mejor. Y si es que sí, no le quita mérito a William H. Ziegler. Inventó el falso plano secuencia y eso ya no sé lo va a quitar nadie. A partir de él, cada vez que se ha realizado, se estaba haciendo un «La soga».
Seguramente sea el peor de todos los que se han hecho. Quiero decir, comparado con los demás (lo que no quita para que la película sea imprescindible). Aún así, sin la osadía de Hitchcock y el buen hacer de Ziegler, no habría existido ningun otro falso plano secuencia. Ni Birdman tampoco.
William H. Ziegler fue nominado tres veces a los Oscars a lo largo de su carrera. Nunca lo logró, pero pocos editores pueden presumir de haber creado un hito en la historia del montaje.
Corre, Lola, corre ( Mathilde Bonnefoy)
El montador parece que se encarga de la parte física de la película y no tiene mayor poder de decisión en otro tipo de naturaleza de la obra. Nada más lejos de la realidad: Algo tan sumamente importante como el sentido del ritmo se crea en la sala de montaje. El editor puede crear una sucesión de imágenes relajada, frenética, in crescendo o como considere que lo necesita la historia. También puede optar por una narrativa experimental y rompedora. Es decir, que según el montador la película final puede ser completamente distinta.
Lola corre, Lola es todo un ejempo del uso del tiempo. Cuenta cuatro veces la misma historia, pero son realidades alternativas. Esas cuatro partes duran cada una exactamente veinte minutos. Cada episodio es introducido por una secuencia de animación exactamente igual… salvo por algún detalle que desencadena en un efecto mariposa. Asi, todos los capítulos son una realidad alternativa a lo que podría haber pasado. Si eso no es EL montaje, que baje Billy Wilder y lo vea.
Aparte, Lola se pasa media película corriendo (el título es básicamente el tagline). Aparece en plano a plena carrera por todos los ángulos habidos y por haber y nunca jamás se salta el eje. Eso no es que sea difícil. Es que si lo haces en primero de montaje te convalidan la carrera entera (y nunca mejor dicho). Y tú te preguntarás: muy bien, ¿pero que es eso del eje? Es algo complejo de explicar pero en todos los rodajes las palabras: «te estás saltando el eje» suenan igual que invocar a Voldemort.
De una manera muy simple, podemos decir que no saltarse el eje es que si el actor mira a la derecha, no mire luego a la izquierda. Que si entra por un lado, tiene que salir por el otro. Esto puede sonar completamente básico y simple. Que es una chorrada, como exhalar después de inspirar. Pues sí… pero no, créeme que no. A veces resulta más fácil sacar la fórmula de la fusión fría que el eje en el siguiente plano.
Por mucho que el montaje de Lola corre Lola sea un prodigio de ritmo y tiempo, difícilmente tenia cabida en los Oscars. En fotografía, vestuario, maquillaje, música y arte son mucho más generosos a la hora de reconocer el trabajo de sus compañeros de diferentes cinematografías… Los montadores son mucho más corporativistas. En todas esas categorías, España ha logrado mínimo un Óscar (excepto en música, pero seguro que Alberto Iglesias termina dando la campanada).
En este siglo, solo Ciudad de Dios y Tigre y dragón han conseguido la nominación no estando rodadas en inglés. Imposible que reconocieran el currazo de Mathilde Bonnefoy cuando su película no aparecía en la máxima categoría. Eso sí, el sindicato de montadores de Estados Unidos la nominó. Bien por ellos, pero no es el mayor premio que ha conseguido la editora. Es ser estudiada en todas las escuelas de cine del mundo sobre cómo invocar a Voldemort… Quiero decir… Cómo mantener el eje.
El club de la lucha (James Haygood)
Sin embargo, hubo un colectivo que siempre fue por delante de todos los demás. Los montadores de Hollywood reconocieron a la primera el impresionante talento que había detrás de las películas del señor Fincher. Le han reconocido cuando nadie lo hacía. Seven consiguió la nominación al Óscar y Los hombres que no amaban a las mujeres se coronó con el premio.
Por eso no deja de ser llamativo que se olvidarán de la película más icónica que ha salido de la cabeza del realizador. El club de la lucha es, sin la más mínima duda, la película de David Fincher que más ha calado en la cultura occidental. Desde la pastilla de jabón hasta la famosa primera regla del club de la lucha, estamos ante uno de los iconos del séptimo arte. Y el gremio de montadores, que lo pillaban todo antes que nadie, no fue capaz de ver la mayor de las obviedades: que El club de la lucha tiene el mejor montaje de toda la carrera de David Fincher.
Napoleón (Marguerite Beaugé)
Carrie (Paul Hirsch)
Hay directores que consiguen que un determinado elemento en lenguaje cinematográfico quede asociado a él para la eternidad. En Estados Unidos, al primerísimo plano se le llama plano italiano porque para ellos se debe a los westerns de Sergio Leone. Berlanga le ha puesto nombre a un tipo de grúa móvil con la que rodaba todos sus planos secuencia. Cuando una persona pasa por delante de cámara para que de pie el montaje a cambiar de plano, todos lo llamamos hacer un Tiburón.
Hitchcock crea el efecto Vértigo y Michael Bay tiene su propio plano. De Anonofsky nos ocuparemos por separado, pero ahora vamos a hablar de «Hacer un Carrie»