Si existe una manera de hacer cine más alejada de la estética y sensibilidad actual, esa es la del cine mudo. Crecido con el cine contemporáneo, te puede resultar muy difícil enfrentarte a otro lenguaje audiovisual. Y no hablo sólo del mudo. El cine clásico puede parecerte también difícil de disfrutar. Es como haber conocido solamente el arte clásico o iglesias románicas y de pronto entrar en una catedral gótica. Sí, en principio es lo mismo… pero no tienen absolutamente nada que ver. Pues si eso te ocurre con una película clásica, una muda te va a dar la mayor de las perezas. No hay nada en ellas que te resulte cómodo o familiar… ¿O a lo mejor sí?
Renunciar al cine mudo como espectador no sólo es tener una visión incompleta de la historia, naturaleza y realidad del cine. Es perderte algunas de las más grandes obras maestras jamás rodadas. Y una cosa te voy a decir: el cine mudo es como el puenting. Al principio ni te lo planteas. Jamás de los jamases… pero una vez dado el salto, engancha. ¡Y vaya si engancha! Al fin y al cabo fueron los propios cineastas del comienzo del sonoro quienes reconocían sentirse más cómodos como creadores con el cine anterior. Y algunos de ellos ni te los imaginarías. Pero vamos por partes. Si nunca has visto una película muda y te parece que es demasiado heavy para ti, vamos a proponerte siete películas con las que iniciarte. Ya verás cómo, pasada la extrañeza inicial, entras en la película y la disfrutas como si fuera el ultimo estreno de Marvel… o a lo mejor más.
La Quimera del Oro, de Charles Chaplin. 1925
Empezamos con esta obra maestra del genio inglés como podríamos haber escogido cualquier otra suya. ¿Por qué La Quimera del Oro? Porque puede que sea más digerible para alguien no acostumbrado a este lenguaje, pero todos los clásicos de Charlot son una experiencia similar. Lo primero que te va a sorprender es el impresionante sentido del humor. ¿Qué no pensabas que te ibas a reír con una película muda? Pues esta te va a sacar verdaderas carcajadas. La Quimera del Oro se rodó en una época en la que la figura del crítico y el cinéfilo ni existía ni se la esperaba. El cine era un divertimento para clases populares. No sería hasta que llegara a la costa este norteamericana que la élite cultural comenzara a respetar este nuevo arte. Por eso, Chaplin no rodaba para culturetas ni diletantes (siempre he querido usar esa palabra). Su público eran los mismos mendigos y desarrapados que protagonizaban sus películas. De ahí el inmenso amor y respeto que emana toda la película hacia ellos. Por último. ¿Sabes cual fue la broma final de La Quimera del Oro? Haber sido nominada al Oscar… al mejor sonido. Va en serio, aunque eso fue en 1942, en un reestreno musicalizado. Eso sí, como ironía es impagable.
El moderno Sherlock Holmes, de Buster Keaton. 1924
¿Te suela la palabra «Posmodernidad»? ¿Cine dentro del cine, metalenguaje, referencialidad y todas esas etiquetas que se nos viene a la cabeza a la hora de describir a Quentin Tarantino, Pedro Almodóvar o Wong Kar-Wai? ¿Te sientes cómodo con ese lenguaje? Al fin y al cabo, es el del cine con el que nos hemos formado, el espíritu de nuestro tiempo. Pues entonces cuando veas El moderno Sherlock Holmes te vas a caer de espaldas. No hay nada de la filosofía del cine contemporáneo que no esté en esta película de Buster Keaton. De todas las cintas de este artículo es, con diferencia, la que tiene una sensibilidad más contemporánea. Y todo eso sin perder el espíritu de la comedia física propia de este momento del cine mudo. Porque esa es otra. Si tienes la idea de que el cine mudo es arcaico y todos sus procedimientos estaban en pañales, el género del slapstick te va a cerrar la boca. Con este nombre se conoce a la comedia física (comedia de cachiporra podría ser una traducción más propia). El dominio del sentido del ritmo y de la puesta en escena es cine en estado puro. Créeme que ya quisieran muchos cineastas contemporáneos tener el control tan acertado de los tiempo y elementos en plano como el de los grandes maestros del slapstick. O no, no es una cuestión de fe. No hace falta que me creas: compruébalo mejor por ti mismo.
Metrópolis, de Fritz Lang. 1927
El acorazado Potemkim, de Serguei Eisestein. 1925
Era imposible que este clásico del cine propagandísitico soviético no apareciera en la lista. En cualquier lista sobre cine habida o por haber. ¿La razón? Todas, pero la que nos ocupa en este momento es que te va a quitar de un plumazo cualquier prejuicio que tengas hacia el cine sin sonido. ¿Cómo piensas que trascurre una película muda? A ver si acierto: Dirías que es un plano general de unos veinte segundos, un intertítulo que no vas a leer, otro plano general más de veinte segundos, otro intertítulo que aprovechas para mirar el movil… y así hasta que acabe la película o te quedes dormido, ¿verdad? Pues eso lo piensas porque no has visto la obra maestra de Eisestein. El acorazado Potemkim inventó el montaje tal y como lo entendemos hoy en día. Y cuando digo eso, me refiero a que la celebérrima escena de la escalera de Odessa parece rodada hoy. Y no exagero nada. Es lenguaje contemporáneo al cien por cien porque fue el cineasta ruso precisamente el que lo inventó. Todo los planteamientos sobre montaje desde 1925 hasta 2018 parten de la obra de Eisestein. Fue el primer teórico sobre este tema y vaya si lo aplicó a su cine. Cuando veas El acorzado Potemkin te vas a meter tanto en la película que vas a escuchar los disparos, la avalancha, los gritos, los llantos… todo. Y eso que la película es muda, pero el montaje es tan perfecto, tan impresionante, tan actual que no lo vas a echar en falta. Por cierto, el propio Eisestein dijo que el cine en tres dimensiones no tendría éxito y no se impondría. Está claro que sabía cómo sería el futuro.
El Enemigo de las Rubias, de Alfred Hitchcock. 1927
Puede que te haya sorprendido que Alfred Hitchcok hiciera cine mudo, lo sé. Cuando escribía en el primer párrafo que muchos cineastas que ni imaginarías preferían el lenguaje del mudo, estaba hablando del genio inglés. Seguro que te encantan sus grandes películas de suspense. Has visto todas sus obras maestras y te encantaría que hubiera otro Vértigo, otro Psicosis, otra Ventana indiscreta u otro Con la Muerte en los Talones. Pues estás de enhorabuena. Existe más joyas del suspense suyas que desconocías por completo. El Enemigo de las Rubias es 100% suspense Hitchcok. Vale que cuando empiece la película te va a chocar no escuchar la partitura de Bernard Herrmann. Que no salga Grace Kelly o Cary Grant puede descolocarte, pero hazme caso: tiene todos los ingredientes de las grandes películas que tanto te gustan de él. Hay rubias, hay asesinatos, hay falsos culpables, hay tensión, hay suspense… hay Hitchcok.
Un Perro Andaluz, de Luis Buñuel y Salvador Dalí, 1929
Seguro que te encanta la pintura de Salvador Dalí y que has ido al Reina Sofía a ver sus cuadros. ¿Te gusta su pintura y no has visto Un Perro Andaluz? ¡Pero si es un cuadro de Dalí en movimiento! Todo lo que te gusta de su pintura lo vas a encontrar en este cortometraje (sólo dura 16 minutos, lo que se tarda en ver su sala del museo Reina Sofía) Además, yo personalmente les agradezco que un aragonés y un catalán hayan llevado el nombre de Andalucía a la historia del cine. Lorca me imagino que no tanto… porque el título iba por él, pero bueno ¿Que aún así no te convenzo? Pues vamos a probar otra cosa. Pon la radio mientras ves el cortometraje. ¿Ahora sí? Los dos genios españoles no sólo inventaron el cine gore con el plano del ojo y la navaja. También inventaron el lenguaje del vídeo musical. El surrealismo puede parecerte cosa de museos y de libros de historia, pero está bien vivo. El legado de Buñuel y Dalí se ha perpetuado gracias al videoclip o, como a mí me gusta llamarlo, el cortometraje musical. Cada vez que veas el último éxito de tu artista favorito recuerda que estás viendo Un Perro Andaluz.
Amanecer, de F. W. Murnau. 1927
Dejo esta obra maestra para el final, porque quiero que la disfrutes de veras. Cuando hayas visto todas las anteriores y te hayas hecho al lenguaje del cine mudo, tienes que ver Amanecer. Si pensabas que sin diálogos no se podía contar una historia de amor, que sin sonido era imposible describir todos los matices y sutilezas del comportamiento humano… es porque no has visto la primera película americana del cineasta alemán. Es maravilloso cómo maneja los resortes emocionales y para colmo, ser todo un derroche visual. Es imposible describir cómo te llega al alma. Faltan palabras y esta vez de verdad. Podría estar horas hablando de Amanecer, pero con 95 minutos es más que suficiente. Lo que tardarás en ver la película… y que te deje sin habla.
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