Poco podemos decir de Scorsese que no se haya dicho ya. Es uno de esos directores cuyo nombre está escrito con letras de oro en la historia del cine. Suyas son algunas de las películas más idolatradas del cine contemporáneo, como Raging Bull, Taxi Driver, The Departed o Shutter Island. Es casi imposible condensar su grandeza en un solo título, pero si esa fuera una pregunta a vida o muerte, la respuesta sería Goodfellas.
El cine de Scorsese es intransferible. Con apenas dos planos y un tema musical ya distinguimos una cinta de su extensa filmografía. La mafia, el rock setentero, la droga, el sexo o la lealtad son algunos de sus temas fetiche. Todo ello es una constante en el perfil de película suyo más característico: el Rise and Fall. The Wolf of Wall Street es uno de sus ejemplos más claros, pero ninguno ha alcanzado la excelencia de Goodfellas. Hablamos de una de las tres mejores películas de la historia de la mafia, ni más ni menos. Es la joya de la corona del cine de Scorsese. El alumno aventajado de The Godfather y el padre adoptivo de The Departed.
Goodfellas nos narra el ascenso y caída de Henry Hill, un joven de ascendencia irlandesa que se siente cautivado por la vida de los gangsters que controlan su barrio. Gracias a su capacidad para adaptarse al mundo de la mafia, Henry se convierte en pocos años en uno de los hombres de confianza de Paulie Cicero, el capo local del barrio donde vive. A lo largo de la película veremos cómo escala puestos hasta convertirse en la viva imagen del sueño americano (la vertiente ilegal del sueño, obviamente). Sus decisiones, sus excesos y la desvirtualización que hará de su deseo provocarán una caída que será mayor que su ascenso.
Es asombroso lo mucho que llegamos a empatizar con personajes tan despreciables como los que habitan las películas de Scorsese. Hablamos de mafiosos, sociópatas, mentirosos, drogadictos, psicópatas… Energúmenos que en manos de cualquier director quedarían excluidos de la empatía del espectador. Por eso Scorsese es tan buen autor. Su cine se basa en humanizar a personajes que jamás desearíamos tener de nuestro lado. Es un narrador de la inmundicia que habita en las escalas sociales más despreciables de nuestro mundo. El ejemplo más claro de esta idea es Tommy DeVito, el mítico personaje interpretado por el oscarizado Joe Pesci: un psicópata violento e imprevisible que tiene a todo el mundo asustado. Scorsese coge a esta despreciable figura y la hace divertida, cercana y carismática. Detestamos admitir que estamos del lado del malo, pero lo estamos.
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Scorsese jamás ha sido más Scorsese que en Goodfellas. Ya no es solo que toque todos los temas que caracterizan su cine, sino que lo mueve todo con un sentido inquebrantable. Todo tiene un porqué, la puesta en escena une al cine clásico con el contemporáneo y cuenta con uno de los tríos protagónicos más recordados de la historia del cine. Ya se había ganado el cielo con su meteórica carrera desde mediados de los 70s hasta finales de los 80s, pero con Goodfellas alcanzó un nivel que pocas veces hemos visto en pantalla grande.