De toda crítica exitosa, sale su contracrítica… El Hoyo triunfó en Sitges 2019 y fue presentada en Netflix como el estreno de la temporada. Tildada de La Cube española y destinada a convertirse en todo un clásico: a película de nuestro tiempo. La película del confinamiento. Pues que me perdone el mundo, que me perdone la historia y que me perdone su director Galder Gaztelu-Urrutia, porque el único hoyo que vi fue su guion.
Podríamos decir que un guión se sustenta en tres patas. La primera es la historia que nos está contando. La trama ha de ser interesante y evolucionar adecuadamente. Hasta ahí, todo lógico. La segunda es la construcción de los personajes, que estén bien individualizados, que sean complejos en sus motivaciones y contradicciones y que evolucionen a lo largo de la historia. La tercera, de la que nos solemos olvidar, son los diálogos. Esto es algo que el cine clásico mimaba con todo el celo del mundo y que el cine actual no cuida tanto. Es una cuestión de planteamiento.
Aquí tienes la crítica original, con final explicado
El cine anterior a los años setenta buscaba una estilización de la realidad mientras que el actual prefiere el naturalismo. Por eso, hoy nos parece que los diálogos trabajados hagan más artificiosa la película y se rehúya de ello. Solo de vez en cuando aparece un título en el que los diálogos son el estandarte del guion. Pasó con Tres Anuncios a las Afueras y ocurre lo mismo con El Hoyo. Cada una de las frases que David Desola y Pedro Rivero han puesto en la boca de sus personajes son dinamita pura. Te dejan paladeando cada una de las líneas que oyes.
Unos diálogos trabajados hasta ese nivel de excelencia pueden esconder las carencias del guion y, seguramente,lo consiga. Pero, ¿para eso estamos los críticos? ¡Bingo! tenemos una única función en la vida: compartir con el mundo nuestra frustración. Así que, si sus espectaculares diálogos disimularon sus carencias, ya te las explico yo para chafarte el recuerdo. (Qué majo soy)
Atención: SPOILERS
Seamos claros: El Hoyo no hay por donde cogerlo. Si Cube jugaba a la ambigüedad de la función del laberinto, en El Hoyo te dejan muy claro de qué va el tema desde el minuto cuatro: es la administración quien lo hace por razones experimentales. Genial, porque es imposible que nos creamos que la administración deje entrar ahí a asesinos y encima les permita llevar armas. No se sostiene que algo a todas luces anticonstitucional sea legal. Que sí, que peores cosas se harán hoy en día sin que lo sepamos, pero es que lo del hoyo no es ningún secreto. Y como en ningún momento te dicen que sea el futuro u otro orden mundial… pues no hay quien se crea el punto de partida. ¡Pero si dejan meter niños ahí dentro con crímenes que quedan impunes! ¡Allí nadie investiga los asesinatos! ¡Y es un chiringuito de la administración! Que no, que no lo compro.
Luego, tampoco queda clara la motivación de los personajes. Iván Massagué se hace el indignado con el panorama que se encuentra cuando, vuelvo a repetir, de secreto no tiene nada. Porque te dejan bien claro que del hoyo se sale. Y si se sale, se cuenta. Y si se cuenta no hagas ahora el sorprendido porque no cuela. Y lo de Antonia San Juan es surrealista y no hay por dónde coger a qué viene su personaje. Y otra cosa: Hija mía de mi alma, si tú ya sabes lo que hay ahí no metas al perro. Que se ve venir desde el primer momento, alma de cántaro. O bueno, vuelvo a repetirlo, no te hagas la ofendida porque todo el mundo sabe lo que pasa ahí dentro (y precisamente su personaje la que más) Y, para colmo, El Hoyo cuenta una cosa y su contraria: un personaje no sabe cómo subir cuando lleva viendo cómo otro lo lleva haciendo TODA LA PELÍCULA.
«Unos diálogos trabajados hasta ese nivel de excelencia pueden esconder las carencias del guion y, seguramente, lo consiga».
Pero como no quiero quedar de amargado, tengo que resaltar que los actores están espectaculares, que a nivel técnico es una pasada y que la realización no está nada mal. Eso sí, ya que el hoyo es el verdadero protagonista de la historia, creo que estaba pidiendo un diseño más icónico, no sé. Es simplemente una pared de hormigón con un agujero en medio. Volviendo a Cube, algo tan simple como cambiar de color cada una de las celdas daba un protagonismo al escenario que en El hoyo desaparece.
Pero oye, la película ha arrasado y es el título del momento. Lo mismo es que soy un amargado… Al hoyo conmigo, pues.