Tras Scream y resurrección de slasher en los 90, pasó lo que tenía que pasar: Que las pantallas volvieron a llenarse de asesinos enmascarados. De todas las nuevas franquicias, la más exitosa fue la que ahora nos ocupa. Más incluso que la mismísima Scream en lo que a longevidad y entregas se refiere. ¿Cuál es el secreto de Destino Final?
Pues sin duda, la vuelta de rosca de haber creado un Slasher sin asesino. ¿Podemos hablar entonces de Slasher, en sentido propio? Pues en los 90, la prueba del algodón no estaba en el argumento sino en el cartel: Si imitaba al de Scream, entonces era un slasher. Así de simple.
Por otra parte, estamos en los 90 y Hollywood miraba con hambre a la (aún) británica Hong Kong. En 1991 y 1992, esta ciudad consiguió sendas nominaciones al Oscar como película extranjera (y me da a mí que las dos nominaciones siguientes de Ang Lee por Taiwán las metieron en el mismo saco). Pero por encima de todo, Hollywood ansiaba el cine de acción el cine de acción que se estaba realizando en Hong Kong. Y aquí llega James Wong, productor ejecutivo, realizador y guionista de uno de los mayores iconos de la televisión occidental: Expediente X. En ella también trabajaba Jeffrey Reddick como guionista y de su cabeza nació esta idea como un capítulo para esta serie. El guión fue desechado, pero se dieron cuenta de las posibilidades que tenía como proyecto individual, naciendo así el último gran Slasher de la segunda edad de oro del género.
Destino Final añade un componente sobrenatural al género que, al mismo tiempo, es parte de la existencia misma. Aquí no hay un asesino que vaya aniquilando a los protagonistas. Será la propia muerte quien lo haga. De esta manera, acerca al espectador la trama porque a nadie de nosotros nos va a perseguir un Michael Myers… pero a ver quién es el listo que se escapa de la dama de la guadaña.
Con esa cotidianidad o cercanía juegan también algunos elementos que todos hemos vivido, como los sueños premonitorios. Para rematar, introduce el concepto del destino (que, además, funciona mejor en castellano, puesto que en esta lengua no hay diferencia entre las inglesas destination y destiny).
Destino final, la primera, comienza con un avión. Nuevo elemento de terror cotidiano. ¿A todos nos ha dado miedo volar? Es más… me apuesto a que más de uno, si ha tenido que viajar en avión poco después de ver la película, ha comprobado que la manilla de la bandeja del asiento no está rota y ha respirado tranquilo. Está protagonizada por Davon Sawa, uno de esos actores jóvenes que no sobrevivió al efecto 2000. Había sido actor infantil (él era Casper) y de jovencillo protagonizó alguna cinta popular en su momento, como El diablo metió la mano (ojo, he dicho popular en su momento). Su mayor momento de notoriedad le vino tras protagonizar el videoclip Stan, de Eminem. Poco más se supo de él tras esta película. Me imagino que su físico de futuro votante de Trump no le debió ayudar mucho, pero a mi era un actor que me caía bastante bien (también porque Stan es una de mis canciones favoritas).
Tampoco Ali Larter hizo mucha carrera. Su físico de rubia americana, de buena familia y votante de Trump le abrió las puertas de Hollywood. Pero como decían en Showgirls, siempre hay alguien más joven y hambrienta bajando las escaleras detrás de ti. Y otra cosa, no, pero de rubias clónicas a lo Ali Larter están colapsados los pasillos de agencias de representación en Hollywood. Así que Larter concatenó algunos papeles de reparto en películas exitosas como Una rubia muy legal, Obsesionada y la saga Resident Evil, pero poco más. Las sagas slasher, que a priori podrían funcionar como cantera de actores jóvenes, al final sentencian la carrera de sus protagonistas (Con muy pocas excepciones, como Jamie Lee Curtis, Patricia Arquette o Jonnhy Depp).
Crítica de Resident Evil 4. Ultratumba (2010): Descenso a los infiernos
Las siguientes tres entregas se limitaron a repetir el mismo esquema. Cambiaron el escenario inicial de la premonición (un parque de atracciones, una carrera de coches y un atasco en la autovía) y lo único que aportaron fue más muertes y más sangre.
Cada entrega se hundía más para la crítica, pero la taquilla era cada vez mayor. Aún así, seguían repitiendo una y otra vez el mismo desarrollo sin aportar nada a la saga, pero con más dosis de gore.
Así, con todos los visos de convertirse en una franquicia para consumo doméstico directo (como terminó Sé lo que hicisteis el último verano), la saga se (medio) reinventó. Su cuarta parte se apuntó a la moda de las tres dimensiones con un sorprendente éxito en taquilla que por poco quintuplicó el presupuesto. Era el momento de terminar por todo lo alto, con una quinta parte que estuviera a la altura del título original.
El verdadero mérito de la saga Destino Final es ser un producto típico de la segunda ola de Slashers y que su quinta parte se estrenara en 2011, en plena tercera ola, la de los reboots de las principales franquicias. Una película típica de los 90, cuando el Slasher andaba ya por unos derroteros que no tenían nada que ver. Este broche de oro a la saga seguramente sea la mejor de todas (de hecho, es la única que aprueba en Rotten Tomatoes). Es la única de las continuaciones que aporta elementos nuevos al universo que creó la cinta original, no limitándose a repetir lo que llevaban diez años haciendo. Y, lo mejor de todo, enlaza con el primer título, creando un bucle que cierra la saga con un más que imaginativo broche de oro y, cerrando para siempre la historia.
O no, porque… ¿Quién puede escapar a la muerte?