DCEU, crónica de un desastre: Man of Steel (2013)

Director: Zack Snyder | Guión: David S. Goyer (historia de David. S. Goyer y Christopher Nolan) | Producida por: Charles Roven, Christopher Nolan, Emma Thomas y Deborah Snyder | Reparto: Henry Cavill, Amy Adams, Michael Shannon, Kevin Costner, Diane Lane, Laurence Fishburne, Russell Crowe | Música: Hans Zimmer | Duración: 143 minutos

En Cinéfilos Frustrados iniciamos un ciclo con alta carga de dinamita fandom: un repaso por las cinco películas que conformaron la iteración inicial del llamado DCEU o universo extendido de DC: desde su inaugural Man of Steel hasta el bizarro pastiche de Justice League. Empezamos con aquel Hombre de acero que logró críticas mixtas, éxito aceptable y algunas dudas acerca del tratamiento de un personaje como Superman. ¡Empezamos!

El llamado DCEU, iniciado allá por 2013 con Man of Steel, estuvo rodeado casi desde su incubación por una enorme sombra proveniente de la casa del vecino: Marvel, tras establecerse como estudio, había iniciado un ambicioso plan de películas para cada uno de los principales superhéroes de los que aún retenía derechos cinematográficos con la vista puesta en un film grupal para todos ellos bajo el emblema de Los Vengadores. Esos primeros films repartieron suerte en taquilla, con éxitos como Iron Man y Iron Man 2, recepciones tibias como las de Captain America y Thor, e incluso piñazos como The Incredible Hulk. Pero cuando llegó The Avengers, en 2012, todo cambió para el llamado Universo Cinematográfico de Marvel: un éxito monumental y la conversión de ese universo en una máquina de generar billetes y películas sin fin. Por aquel entonces Warner ya había iniciado la producción de una nueva iteración de Superman bajo la tutela de Christopher Nolan, por entonces director de la trilogía más popular del género, y la dirección de Zack Snyder. Un cauce temporal que evita, en buena parte, sospechas sobre las intenciones de Warner: Man of Steel es, junto a Wonder Woman, el film menos contaminado de todo el DCEU.

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La elección de Nolan como gurú, con un rol de productor clásico, era obvia: el impacto comercial, social y crítico de sus películas sobre Batman le catapultaron a un nivel de director intocable y ponerle al frente de la nueva iteración de Superman era la jugada aparentemente idónea. Decimos aparentemente porque… Porque uno podría atribuir a esta sabia (sin ironías, ¿quien en esos años no iba a entregarle a Nolan las llaves del nuevo Superman tras los resultados de Batman?) elección el primero de los grandes errores de Warner: el tono realista, apesadumbrado y contenido emocionalmente de Nolan en sus Batman no era una elección formal. Ni siquiera una apuesta creativa. Es su forma de hacer cine, guste o no, por lo que su Superman tenía muchos números de ir por el mismo camino. Pese a todo el proyecto era de estudio, y eventualmente entregado a un director, pero la pátina Nolan iba a estar ahí. En lo formal aparecen esos ingredientes casi desde la concepción del film, algunas elecciones en el equipo y el tono: el uso de flashbacks tipo Batman Begins, banda sonora a cargo de Hans Zimmer y, por supuesto, un film de tono realista y aire sombrío. Y aquí damos con la diana de la mayoría de críticas hacia un film que, por otra parte, suele salir bastante indemne del acoso y derribo de este errático universo.

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En buena parte se debe a que no es, de ninguna forma, un mal film. Y una porción de esas razones, todo hay que decirlo, se debe a ese toque Nolan. El debate sobre la adecuación del mismo al personaje lo dejamos para más tarde pero esa aproximación sobria, que rehuye lo liviano, el humor y los aderezos pulp, distancia a Man of Steel de la entrega inaugural del género (Superman, Richard Donner, 1978) y de su aburrida semi secuela (Superman Returns, Brian Singer, 2006). Así que de entrada ganamos un reinicio que se defiende por si mismo y se presta al juicio del espectador sin que este pueda escudarse en un más de lo mismo. Man of Steel abraza las probabilidades tecnológicas del momento con una exhibición -habitual en este siglo- de CGI y medios aderezados por el talento de Snyder para la consecución de planos limpios y espectaculares, amen de una fotografía sintonizada al tono elegido por la cúpula creativa. Los problemas llegan con el producto final y se atisban en los primeros, e inacabables, viente primeros minutos del film.

La intro en Krypton encapsula todo lo bueno y malo de Man of Steel: es una intro apabullante, exuberante en medios e impecablemente bien rodada. Sin embargo peca de la hipertrofia narrativa para llegar a un punto en la trama que no merece todo ese esfuerzo: la intro de la original Superman lograba mismo resultado (o mejor, ciertamente) sin tanto esfuerzo en lo visual. Krypton se va a tomar viento, Kal El es la última esperanza, sus padres lo envían a la Tierra y se nos presenta a Zod como futuro antagonista del film. El exceso de metraje mata la idea y con ello se nos anticipa un problema que rompe todo el film: la narrativa no fluye a través de una trama sino que esta queda cortada en grandes momentos pegados unos a otros como si hubiera une exceso criminal de metraje. Se percibe lo que Nolan, Snyder y Goyer (autor del guión) querían contarnos pero el modo de hacerlo aniquila Man of Steel como experiencia de puro entretenimiento.

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El reverso de esta noción lo encontramos en la famosa secuencia de la muerte de Jonathan (Kevin Costner): la idea, como mensaje del sacrificio del padre adoptivo de Superman por preservar su secreto, tiembla más que toda esa carretera en pleno huracán. La escena es otro gran momento visual de Snyder, que duda cabe, pero ridiculiza la intencionalidad en cuanto la mayoría de espectadores advierten lo absurdo de esa muerte. O en su réplica futura: un Clark Kent negándose a la confrontación física en el bar para, acto seguido, crear un Picasso utilizando un camión y varios postes eléctricos. No somos partidarios de creernos más listos que los hacedores de un film de este tamaño pero insistimos en la mayoría: buena parte del público imagina otras situaciones donde esa idea primaria podría tener sentido.

Man of Steel se erige como película origen, contándonos lo mismo que la original de Richard Donner, sin que esto suponga de entrada nada negativo: es la génesis de Superman y esto era un reinicio 35 años más tarde. El casting destila quilates, por lo menos en cuanto a fama, en otro sello marca Nolan con el acierto total de Snyder en el papel más difícil: Henry Cavill es un Superman perfecto y sobre todo un Clark Kent adaptado al tono elegido y a la obviedad del momento pues que duda cabe que el Clark Kent cómico de 1978 no tenía sentido aquí. Lamentablemente el tratamiento de los personajes, Kent/Superman inclusive, así como el de Lois Lane (una Amy Adams cuyo talento no termina de cuajar aquí), o un Zod (Michael Shannon) que despierta tarde (su discurso final es de lo mejor del film aunque en ese punto tenemos deducido qué tipo de villano es) invitan a preguntarse si son víctimas colaterales de la mencionada narrativa o alguien olvidó que ellos, como siempre, son la base de las emociones.

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Esa apuesta por la contención emocional es, tal vez, el mayor problema de una película que por la propia historia de origen tenía ya todos los elementos: el sacrificio de los padres de Kal, sus padres adoptivos (Diane Lane, eso sí, borda su papel como madre adorable), Lois y Superman, la adaptación de este entre los terrícolas… Man of Steel, de nuevo buscando grandes metas y olvidándose de ejecutarlas en un film de 140 minutos, acude a ideas interesantes pero se olvida de convertirlas en algo tangible: efectivamente Superman es un Dios entre los mortales, y su adaptación al planeta, la desconfianza mutua, revisten interés. Pero unas charlas soporíferas de Jor-El y un Superman despegando en cruz (en simbología demasiado expuesta) no consiguen el efecto deseado.

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Man of Steel, decíamos, se pierde en el exceso y lo peor es que Snyder y los productores tenían en su mano invertir más en la trama y los personajes que en los esteroides visuales. La prueba son las tres monumentales escenas de destrucción total: en Smallville, en Metropolis con las naves y finalmente la pelea entre Superman y Zod. Una borrachera incesante de caos, amasijo de hierros y destrucción urbana que, más allá de todas las víctimas que debe causar todo ello, resta un espacio precioso que Snyder y cía podrían haber dedicado al joven Kent, a su relación con seres humanos plausibles (sin uniformes militares, vaya) y sobre todo a su relación con Martha y Lois.

No podemos hablar, en absoluto, de un film fallido. Existe una extraña cohesión en ella (¿será el abrazo formal de Nolan?), un acierto innegable de casting con Henry Cavill  y aunque el mayor meme atribuido al film reside en un supuesto Superman depresivo o un tono apagado (como los colores del traje del superhéroe), amén de la mencionada escena de Jonathan en el huracán, la voluntad de los autores no reviste nada negativo (faltaría) pues siempre es el producto final el que marca nuestro juicio, no la intención previa. Probablemente son muchos quienes opinan que Superman no casa con ese aire turbio, ese apagón general que se percibe en la fotografía o en la banda sonora ominosa de Zimmer. Pero nada de ello nos trae, per se, un buen o un mal Superman. Es ese empaque final hipertrofiado y esas víctimas que son los personajes, limitados en sus emociones, lo que condenan a esta Man of Steel un producto entre aceptable y de media tabla.

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En lo comercial, pues en este ciclo daremos fe de ello para ver como también en taquilla se dejó notar ese caos, Man of Steel fue un éxito similar a esa calidad media que destila el film: recaudó 668.0 millones a nivel mundial, 291 de ellos en Norteamérica y 377 a nivel internacional. No fueron malas cifras, en absoluto, pero tampoco fue un éxito contundente: quedó en cuarta posición del año en Norteamérica y novena a nivel mundial, apenas superando la secuela de Thor. Puestos a comparar, Man of Steel empezó considerablemente mejor que Iron Man pero, y ahí llega el quid del asunto: ¿cuál era el potencial de Superman en taquilla? Existe literatura al respecto de la dificultad comercial de adaptar un superhéroe casi invencible y demasiado luminoso (incluso en este film) para los tiempos presentes pero la ausencia, siete años más tarde, de una secuela o intención de la misma, delatan ese éxito que, tal vez, se quedó un poco corto.