Hubo una vez un joven amante del séptimo arte que comenzó a picotear cine de países más «desconocidos», alejándose de Hollywood y su país patrio (España). Un poco de China, otro poco de Suecia…En su camino dio con Corea del Sur, país del que nunca había visto una película y desconocía totalmente su aporte al celuloide. Empezó con Oldboy y desde ese momento hasta ahora, guarda en su pensamiento a Corea del Sur como su país preferido para disfrutar del cine.
Con Oldboy empieza todo, y como bien sabréis la mayoría su director es Park Chan-Wook, posiblemente el director más conocido de la historia cinematográfica de Corea del Sur. Uno de los estandartes del tan reconocido «thriller coreano» y famoso principalmente por su Trilogía de la Venganza, abanderada por la ya menciona Oldbody y complementada con las también magistrales, Sympathy for Mr. Vengeance y Sympathy for Lady Vengeance.
Pero el bueno de Park va mucho mas allá de su brillante trilogía, y no hace mucho nos volvió a regalar otra obra de culto instantánea, La Doncella, una de las mejores películas del pasado año y otro gran thriller del maestro coreano. Es un director que siempre se ha caracterizado por mostrar los sentimientos de las personas en situaciones extremas, ya sea a raíz de una violencia explícita, temas vengativos, etc, dándole una vuelta de tuerca lo preestablecido en el género, que junto a sus otros compatriotas como Boon Joon-Ho o Kim Jee-Woon demostraron su buen hacer. En este artículo nos iremos a sus inicios, o al menos a los inicios que están al alcance de la mayoría de nosotros.
Park comenzó con dos largometrajes: Moon is the Sun´s Dreams (1992) y Threesome (1997). Dos, cómo no, thrillers que no fueron muy reconocidos ni comercialmente ni por la crítica, y que son tarea de arqueología dar con ellos para el groso de los mortales. Así que, iré, al que para mí, es su comienzo conocido, el cortometraje Judgement. Tampoco gozó de un gran éxito, pues el reconocimiento al director llegaría con su siguiente largometraje, Joint Security Area, la primera obra maestra de Park y una de las cintas más taquilleras de Corea del Sur.
El filme nos sitúa tras un terremoto que ha dejado un gran número de víctimas a su paso, tras esta catástrofe, el gobierno anuncia que ayudará económicamente a los familiares de las víctimas. Aquí, la película se centrará en una víctima, la cual dos padres reclaman como su hija. Desde el primer momento se nos deja claro el tono de la película, tenemos una fotografía apagada en blanco y negro y se nos narra en un segundo plano lo sucedido con el terremoto, pero este triste suceso comienza a chocar con las imágenes que se nos muestran en un principio en la pantalla, donde veremos un hombre afeitándose y bebiendo cerveza bastante despreocupado, estamos ante una cinta de humor negro descarado.
Park intercalará imágenes de archivo, donde observaremos el destrozo del terremoto, con el desarrolle en la morgue con la víctima y sus dos familias. Es sorprendente como en tan poco tiempo de duración y diálogos, el director sabe darnos matices para cada uno de los personajes. Tras varios minutos entramos en el conflicto entre ambas familias, un padre y una madre que reclaman a la fallecida como su hija, y el forense encargado, que afirma ser también su padre.
Comenzará una guerra entre ambas familias por descubrir de quién es verdaderamente hija, además, el director no tendrá reparos en mostrar explícitamente el cuerpo de la desdichada, esto es Corea. Pero aunque pueda sorprender el grotesco de las imágenes que nos muestra, es aun más inesperado la fusión que obtienen estas imágenes con la comedia, un género que no acostumbramos a ver en este tipo de dramas, pero claro, a este director nunca le ha gustado ceñirse a los límites del género.
Junto a las familias y la difunta, tenemos dos personajes más a tener en cuenta, un periodista y un representante del gobierno, que claramente se nos muestra como trabajan por sus propios intereses, pero estos moralismos lo comentaremos un poco más adelante. La historia se sigue desarrollando sin perder un ápice de interés, conociendo más a fondo a ambas familias y los conflictos con sus respectivas hijas, pero justo en la mitad del cortometraje nos sueltan una frase que será clave, «¿Por qué todos queréis que la chica muerta sea vuestra hija?»
Con esta simple frase, Park nos hace dar un paso más allá en el guion, dejando un poco de lado lo que realmente vemos y pensando más allá, en lo que se nos insinúa, el trasfondo que nos quiere contar el director. Ambos padres entran en shock al no saber que responder a la pregunta, pues están deseando que su hija sea la muerta, en lugar de guardar una esperanza y querer que siga viva, pero no solo ellos entran en shock, también lo hace la melodía que nos acompañaba en la escena. Aquí aprovecho para hacer un stop y comentar el dominio del director con las bandas sonoras, sabiendo cómo usarlas en cada momento, algo que ya se veía desde sus inicios.
A partir de aquí no solo comienzan a aflorar los intereses de los padres, también el empleado del gobierno vemos como trabaja por su propio interés y está más preocupado de salvar el pellejo que de hacer justicia, o el periodista deseoso de obtener una buena primicia. En esta parte nos dejan otra escena para el recuerdo, como el empleado del gobierno persigue al periodista en una escena claramente cómica, mientras que el momento y la melodía sugieren el dramatismo.
Nos preparamos ya para el desenlace, y es el instante donde nos presentan a la verdadera hija de los padres que reclamaban en un principio a la víctima. Toda la verdad es revelada y el lado oscuro de las personas sale a la luz; es entonces cuando da paso la ironía, un terremoto hace entrada en escena, la revelada hija sufre un ataque epiléptico a su vez y cada personaje adquiere una nueva posición en el escenario. Todos salvo el forense se encuentran sentados en el suelo, los padres junto a su verdadera hija, y el forense protegiendo a la fallecida, entonces el color hace entrada, pues todo ha sido finalmente mostrado.
Tras un descuido del periodista, una lámpara hace contacto con el suelo mojado y la mayoría de personajes son electrocutados, el humor negro vuelve a hacer presencia, sobreviviendo únicamente el forense, quizás por ser el único que realmente decía la verdad, quizás por mero azar, pero lo que está claro, es que el «juicio» del director ha sido dictaminado; eso sí, finalmente ambas familias obtuvieron a sus hijas muertas, he aquí la ironía.
¡Qué bueno es Park Chan-Wook! Fue el primer pensamiento que se me pasó por la cabeza tras ver Judgement, sin lugar a dudas es una obra que gana conociendo al autor, y nos damos cuentas como tras tantos años, aun sigue siendo fiel a su estilo, uno de los grandes directores de este siglo XXI.