Que dios nos perdone (2016): Brillante thriller con aroma cañí

Que Dios Nos Perdone

Rodrigo Sorogoyen dirige Que Dios nos perdone, un thriller sobre dos detectives que van a la caza de un asesino en serie, todo ello en Madrid, una ciudad que se ve envuelta por manifestaciones y en plena visita del Papa.

El director Rodrigo Sorogoyen nos traslada al año 2011 a una Madrid caótica, con el movimiento del 15-M y la visita del Papa de fondo, en medio de un caluroso verano. En este ambiente de caos, los inspectores Alfaro (Roberto Álamo) y Velarde (Antonio de la Torre) investigan unos asesinatos que siguen los mismo patrones, con lo que empieza una caza sin tregua a un asesino en serie.

Se podría decir que se trata del típico thriller en la que dos detectives totalmente opuestos se enfrentan a un despiadado asesino en serie. Ya se pudo ver en el 2014 con La Isla Mínima (Alberto Iglesias), un thriller con unos personajes complejos, en una época difícil y con una fotografía espectacular. Pues bien, esta podría ser la segunda parte. Una historia muy similar, en una época convulsa -la crisis política y los movimientos sociales-, un entorno violento y caótica, unidos a dos detectives con más oscuros que claros en sus vidas, más cerca de la mente del asesino de lo creen.

A pesar de todo ello, la película es trepidante y a la altura de todo lo que requiere una película de estas características. En esta ocasión el asesino en serie viola y mata a ancianas.Si bien el tema de trasfondo que rodea la película -el movimientos del 15-M y la visita papal- son mero relleno, sirve para -unido al verano madrileño- crearla tensión y el caos oportunos en algunos momentos de la película.

Desde el primer momento se advierten las características que distinguen a ambos detectives. Mientras que Alfaro es extrovertido y con un carácter violento, Velarde se muestra reservado y metodito, quizás provocado por su tartamudez. Ambos tendrán que enfrentarse a este caso y a sus problemas cotidianos, que provocan en ambos, especialmente en Alfaro, heridas de las que le será difícil curarse. También se detallan el trato de estos dos detectives con su entorno en la comisaría, sus roces con los compañeros e incluso con el comisario, teniendo sus más y sus menos. Algo que suena a típico en el género pero que está muy bien llevado tanto en el guión como en la puesta en escena.

El retrato de los dos detectives es muy distinto, muy bien llevado ambos en la mayoría del metraje, pero con una escena sobrante en el caso de Velarde, con una escena que intenta mostrar los demonios internos de manera muy forzada y con una conclusión muy torpe. Esta mejor llevado en el caso de Alfaro, con un Roberto Álamo que le ganó la partida en los Goya a su compañero, el también enorme Antonio de la Torre, como mejor actor principal.

La ambientación es fundamental para dar sentido a la obra. Las escenas de los asesinatos son muy realistas y si artificios, mostrando lo cotidiano y patético que tiene la muerte en nuestras vidas. La víctimas son sólo adornos en las escenas del crimen, donde los detectives intentan resolver este puzzle pieza a pieza, estando más cerca de lo que parece del asesino.

El retrato del asesino, en la segunda mitad de la cinta, acerca al espectador a los motivos que tiene el asesino para realizar sus crímenes. El psicópata parece una persona corriente, pero tiene una frialdad inusual a la hora de asesinar a sus víctimas, pero de una forma que no es muy limpia y que le llevará a cometer errores. Unos errores que llevarán a un final tan simple como brillante, muestra de que no hay que realizar grandes estridencias para conseguir un final potente.

Que Dios nos perdone es thriller de vieja escuela, más cerca de lo que podríamos pensar de películas como Seven (David Fincher, 1995), con el aroma cañí que ofrece el entorno, en la que el perfil psicológico de sus protagonistas tiene más peso que en la consecución de la caza del asesino.