El Páramo, tras pasar por diversos festivales como el Festival Internacional de Sitges llega este día de Reyes Magos a nuestros hogares de la mano de Netflix. Dirigido por David Casademunt y rodado en Teruel y Zaragoza, cuenta con las interpretaciones estelares de Inma Cuesta y Roberto Álamo.
El Páramo, palabra sombría donde las haya, es el lugar donde vive totalmente aislada la pequeña familia de Diego (Asier Flores), un niño de 7 años al que le aterra la noche oscura que se cierne alrededor de tan lúgubre emplazamiento. Un día encuentran un hombre moribundo a la deriva del río, dentro de una pequeña barca. Salvador (Roberto Álamo) se obceca en ayudarlo mientras que su mujer Lucía (Inma Cuesta) es reacia, ya que, según ella, el mundo exterior está lleno de personas malvadas y violentas.
Este es el punto de partida de una película que tiene como motor el aislamiento y los efectos que este puede producir en las mentes de los que lo experimentan. Según rezan los títulos introductorios, hubo mucha gente en el siglo XIX en España, que, cansados de vivir los horrores de una guerra tras otra, decidieron irse a vivir retirados de otros seres humanos.
Se tratan aspectos primigenios, como el del miedo a la oscuridad, ese terror ancestral que se remonta desde el mismo nacimiento del ser humano. Es un miedo que viene de lo oscuro, de lo que es desconocido, de la incertidumbre. De donde nacieron la mayoría de las guerras, odio sin mayor razón que la de no saber lo que va a acontecer, lo que guarda la novedad, la ignorancia total ante lo nuevo.
El Páramo cuenta tan solo con cinco actores y dos de ellos tienen escasa aparición, aunque bastante importante. Son usados como heraldos de La Bestia, monstruo folclórico que según se cuenta literalmente en el filme, posee forma humanoide, alto, con los huesos de la cara hundidos y no tiene ojos en las cuencas.
A partir de que Salvador le narra a su familia la historia de su hermana y cómo se suicidó cuando vio a La Bestia, se despierta en ellos algo que les va carcomiendo, envenenando sus mentes y devolviendo a la vida a ese monstruo, que nunca tendremos la certeza de si es real o únicamente un producto de la imaginación conjunta, de todas maneras, si lo piensas bien, da igual, no cambia nada. Al igual que nuestros monstruos sean reales o no, no cambia nada. La única forma que tienes de librarte de ellos es afrontarlos directamente y darles muerte, por mucho miedo que den.
El Páramo es una película de terror psicológico en estado puro. Se vale de la psique de sus protagonistas para contar una historia. Este subgénero, lógicamente, ha de sustentarse en crear una gran atmósfera. Esto, su director, David Casademunt lo sabe, y por ello durante todo el metraje nos encontramos con una iluminación y, sobre todo, con un apartado sonoro bastante cuidado. El viento no para de ulular, el fuego de crepitar y los truenos de resonar. Todo ello para darle forma a lo que no vemos, a la oscuridad, a la soledad, a La Bestia.
Tema actuaciones, pues impecables. Tienes mucho terreno ganado si tienes la suerte de poder contar con dos actores como Inma Cuesta y Roberto Álamo. Y estos sí que son dos verdaderos monstruos de la interpretación. El niño Asier Flores apunta muy buenas maneras, ya lo pudimos comprobar a las órdenes de Pedro Almodóvar en Dolor y Gloria, donde hacía el papel de Salvador Mallo (Antonio Banderas) en su etapa infante.
Opinión
Es una obra pausada, como se dice tanto últimamente, de las que se cuece a fuego lento. No se hace pesada aún así y se disfruta de sus paisajes, tanto los visuales, como los sonoros. Pero creo que le falta algo a la película, no se siente como debería. La atmósfera, a pesar de que se nota han puesto mucho empeño en ella, no llega a asfixiar, tampoco a aterrorizar.
Me parece que otro problema, al menos, yo así lo he sentido, es el del trato de la época. Ya sé que no sabemos ciertamente cómo se hablaba en el siglo XIX, pero el lenguaje empleado se percibe demasiado actual. Que una campesina no sepa matar un conejo, pero sepa cómo se llama y qué función tiene la vena yugular, es como poco, extraño.
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