Nosotros también podríamos estar muertos es el debut cinematográfico dirigido por la rusa-alemana Natalia Sinelnikova y llega esta semana a Filmin en el contexto del Atlàntida Film Fest 2023.
Nosotros también podríamos estar muertos sigue la historia de Anna Wilczynska, interpretada por Ioana Iacob, jefa de seguridad en St. Phoebus, un rascacielos residencial con una comunidad cerrada en un mundo distópico famoso por su comunidad cuidadosamente seleccionada, donde un comité decide si los solicitantes a residencia son o no apropiados en función de muchos factores con respecto a su vida social. De repente, un perro desaparece, lo que sucumbirá en problemas. Una película que trata temas como la desconfianza, el miedo, la xenofobia y las formas en que la paranoia puede crear una mentalidad de rebaño tóxico.
Lo bueno



El guion de Nosotros también podríamos estar muertos combina sátira, suspense y comentarios sociales. Me recordó en tono -salvando las distancias- a ‘El triángulo de la tristeza‘ de Ruben Östlund, ya que también trata sobre la división de clases en una sociedad cerrada. Aun con la gran falta de información que hay a lo largo de la película, esta es suficiente para comprender las reglas básicas de St. Febo y el mundo distópico en el que tiene lugar la película. Un mundo con muchas similitudes al mundo que hoy nos rodea, similitudes que Sinelnikova deja a los espectadores a su libre interpretación. Iacob ofrece una gran actuación como Anna, aportando una palpable sensación de fuerza, vulnerabilidad y, sobre todo, humanidad, a su papel. También vale la pena mencionar la cinematografía y los diseños de escenarios. Estos proporcionan un gran estilo visual que se convierte en parte de la sustancia y la identidad de la película al mismo tiempo. El guion no pierde el tiempo con subtramas o rellenos innecesarios, con lo cual el espectador entra al trapo desde el principio y ese gancho se mantiene en todo momento en la cinta.
Crítica de EL TRIÁNGULO DE LA TRISTEZA, sátira de alta sociedad
Lo malo



La alegoría social de Sinelnikova en Nosotros también podríamos estar muertos es noble en su intención, pero no tan efectiva en su realización. No es exactamente una comedia negra, algo que caracteriza al género, es simplemente oscura. Ese falta de comedia, necesaria en mi opinión para este tipo de películas, es uno de sus principales problemas, aunque su mayor debilidad es cómo la historia avanza pasivamente. Todo es bastante estático y repetitivo y, aunque el avance lento ayuda a crear un clima de misterio que engancha al espectador hasta el final esperando respuestas, esas respuestas nunca llegan, estropeando un poco la visión general de la película. Todos los misterios que se presentan para hacer avanzar la trama nunca llegan a desvelarse, dejando inevitablemente al espectador casi más confundido que al principio cuando los créditos aparecen. Igualmente, no es mala opción para un domingo por la tarde.