El triángulo de la tristeza nos invita a explorar a la alta sociedad cuando le ocurren grandes desgracias. Una brillante sátira que se estrena hoy 17 de febrero en cines.
El triángulo de la tristeza es una sátira social de la alta sociedad y la última película del director Ruben Östlund en ganar la Palma de Oro, el primer premio del festival de Cannes, ya que se convierte en la segunda de Östlund en recibirlo después de ‘The square‘ en 2017. La cinta en sí no cuenta necesariamente nada nuevo, pero la forma en que representa los mecanismos de desigualdad entre la sociedad actual es enormemente entretenida. Si eso no te suena interesante o crees que el director se va a encargar de intentar concienciar al espectador con grandes discursos, para nada es así, ya que el enfoque directamente muestra la ridiculez de las diferentes situaciones que se producen con gente que vive a otro nivel. El triángulo de la tristeza cuenta con un guion provocativo y que da con muchas teclas, garantizando además diversión y aportando un punto de vista de la sociedad muy acertado.
El triángulo de la tristeza está estructurada en tres actos diferenciados, cada uno destacando la naturaleza de nuestras interacciones sociales. La primera parte presenta a los protagonistas centrales de la película: Carl, un modelo masculino interpretado por Harris Dickinson que está en una relación con la influencer y modelo Yaya, interpretada por Charlbi Dean. Ella es más famosa y gana más dinero que él, pero igualmente quiere que Carl siempre pague la cuenta. El segundo acto tiene lugar a bordo de un yate de lujo, donde Yaya ha sido invitada por sus seguidores. Ambos están un poco fuera de lugar entre tanto super rico, pero intentarán adaptarse. La tercera parte mueve la configuración a una isla remota, donde la dinámica de poder se volteará.
Juego de clases



La dinámica que surge en el yate en El triángulo de la tristeza es fascinante. Carl y Yaya conocen a una variedad de personas coloridas, de las cuales muchas de ellas arrastraran un running gag -broma recurrente- durante la película con resultados muy satisfactorios. El propio yate funciona como un escaparate donde Östlund nos presenta de manera visual los diferentes niveles de la sociedad. En el nivel superior se encuentran los super ricos o clase alta, que ‘obligaran’ a los miembros de la tripulación a atender sus demandas, a menudo excéntricas, que harán que te lleves las manos a la cabeza. Estos primeros miembros de la tripulación o clase media se encuentran en el nivel inferior y disfrutan de las cuantiosas propinas que pueden conseguir. Otro nivel en las profundidades del yate nos revela el segundo grupo de empleados o clase baja, que son los encargados de abastecer las salas de servicio, cocinar o limpiar los baños y están representados por gente de color. El capitán, interpretado por Woody Harrelson, la supuesta más alta autoridad a bordo, es un lunático borracho que representa cuando alguien de nivel inferior asciende a un nivel superior. Todo es un desastre, lo cual se reafirma con el clímax del segundo acto.
Una increíble secuencia de 15 minutos de caos gastrointestinal, intencionalmente asquerosa, pero divertidísima de ver, se convierte en un gran ecualizador para los personajes donde los niveles sociales se igualan. Observamos con morbosa curiosidad como estas personas que disfrutan de un estatus elevado se reducen gradualmente a un nivel más mundano. La tercera sección de la película continúa basándose en la idea de intercambiar o igualar niveles sociales y esta vez invierte completamente la estructura de poder. Un puñado de personajes quedan varados en una isla y Östlund nos muestra muy inteligentemente cómo las circunstancias extremas pueden cambiar a una persona, independientemente del extracto social al que pertenezca.
Humor y reflexión



El triángulo de la tristeza nos muestra directamente el cambio gradual de como la alta sociedad va bajando niveles hasta darse de bruces con lo más bajo. Östlund lo lleva a cabo de una manera hipnótica a través de unos personajes muy pintorescos que aportan una racha constante de humor negro, ayudando a que el tema que se expone y que desde un principio podría resultar pesado, sea placentero de presenciar. Ninguno de ellos acaba igual que como empezó y ver la transición es parte de la diversión. Además, es de esas películas que al acabar te hace reflexionar, con lo cual finalmente aporta algo aparte de entretener. Puede que no sea una película para todo el mundo debido a las imágenes escatológicas que bien se pueden ver en el tráiler, pero lejos de eso, es una película muy recomendable.