El peral salvaje, una intersección entre lo divino y lo humano, es lo nuevo de Ceylan
El director de El peral salvaje, Nuri Bilge Ceylan (Estambul, 1959) es dado a narraciones densas donde sus personajes principales debaten inteligentemente sobre lo divino y lo humano cargados de humor avinagrado y cierto hastío vital. Siempre enmarcados, o encarcelados, como se quiera ver, por un determinismo impuesto entre otras cosas, como por un paisaje tan austero como hermoso.
La película que nos acontece no es la excepción, y el yo de cada uno de los personajes parece tener muy poco margen de maniobra. Todos parecen querer huir, pero por el contrario vuelven para seguir allí, maldiciendo la tierra. Un tópico, mil veces tratado a la hora de contar historias el regreso a casa, en el que el director turco usa la perspectiva del joven Sinan (Aydın Doğu Demirkol). El que retorna cargado de la típica prepotencia del recién egresado de la facultad a enfrentarse a la hidra en forma de tradición, cultura, religión, y cómo no, familia —las relaciones familiares, parte también importante de la signatura de este autor—; porque en ella está el espejo que devela el propio futuro: los padres. El lugar común “no es lo que escribes sino cómo lo escribes” encuentra en este filme una brillante y extensa sustentación.



Juventud, divino tesoro
Llegar y encontrarse con que todo no anda bien. Tanto en su pueblo como en su casa Sinan no se siente a gusto. Él no quiere repetir la historia de su padre, Idris Karasu (Murat Cemcir), un profesor de escuela que matiza su frustración apostando. Para ello la solución del chico es hacerse escritor, y con un texto bajo el brazo va buscando financiación para su publicación. La desesperación de Sinan es mostrada por el director de Érase una vez en Anatolia (2011) haciéndole andar, y se le ve como tigre enjaulado recorriendo caminos sin parar. En una de esas rutas, Hatice (Hazar Ergüçlü), una amiga, lo encuentra. Los dos jóvenes destilan amargura sobre lo que entienden como su no futuro. Y en ese intercambio, las salidas ofrecidas tradicionalmente para una joven están a la vuelta de la esquina. “La isla del tesoro”, dice la chica, es una recámara donde ella entrará para quedarse allí y esperar que pase la vida fuera.
Además de la construcción de los personajes y el guion, otra de las patas firmes de la filmografía del director turco es la fotografía, y como ejemplo la anterior escena. En ella, la búsqueda de esa perfección lumínica que Ceylan quiere para cada toma es patente. Así, pues, además de engolosinarse con la belleza de Hatice, del mismo paisaje, los fotogramas encontrados son usados para resalta por contraste el mensaje dado por la pareja. Ellos creen que afuera todo es hermoso y bello, y que su misión vital se encuentra en abandonar su terruño. Con la personalidad literaria de su filmografía, también en El peral salvaje el director deja ver los asuntos que no van bien, que no encajan, o que él considera deben mejorarse en su sociedad, e insiste en que solo se puede hacer estando allí, no huyendo. Acomodándose a lo agreste y disfrutándolo entre tanto.



En la inmortalidad juvenil, en el tiempo que luce pasar solo para los demás, Sinan cree que se merece todo per sé, por un derecho divino no escrito. A él le deberían publicarle su libro, o darle el trabajo así su preparación para los exámenes de admisión sea tan inexistente como su amor por su pueblo. Antes de partir a ellos, el filme habla de esa visión muchas veces condescendiente de los padres con sus hijos mientras estos últimos ven caer a los primeros y hacerse cada vez más mundanos y menos héroes. Ya los ídolos son otros. Las herencias, las influencias empiezan a llegar desde afuera.
Y de eso también da cuenta El peral salvaje, cuando en una librería aparece adornada por las típicas imágenes de García Márquez, Kafka y Woolf. En ella espera otra batalla dialéctica que se desarrollará entre Saleyman —un reconocido escritor— y Sinan, que pretende que el autor le recuerde porque él estaba entre el público. ¿Cómo se describe alguien a sí mismo? ¿qué palabras escoge? ¿de dónde brota tanto romanticismo juvenil y cuándo se apaga? Pero antes que el director cuestione, suelta esta perla: “las cosas viejas no siempre son valiosas”, como le dice el comprador de libros a Sinan. En esa corta frase Cylan demuestra la contradicción interior que rebulle en el protagonista, cuando despreciando lo pasado por viejo aún pretende que otros sí le vean valor. ¡Claro que lo hay Sinan!
Crítica de Alcanzado tu sueño (2019)
El camino a la inmortalidad
“No hay hechos, solo interpretaciones” en alguna aparte dice el protagonista consintiéndole al director la cita a Nietzsche. Y sigo yo en ella para rematar. El director turco tiene en El peral salvaje más de Virginia Woolf, por contestatario y a contracorriente de las normas sociales que la rigieron, y de Kafka, por el cuestionamiento interior de su protagonista, que del realismo mágico de Gabo, que lo hay. Y sin embargo, por la falta de una perspectiva futura deseada por su protagonista, su disgusto vital venido de interiorizar el sinsentido de la existencia esta película recuerda más a escritores rusos. Dostoyevski, y sobre todo Chejov destacan entre todas las referencias literarias de Ceylan.
“El tiro corto está de moda abuelo” le dice Sinan a su abuelo materno mientras el viejo se viste. En esa simpleza de lo cotidiano, de lo domestico es donde el director emplaza el sempiterno enfrentamiento entre lo nuevo y lo viejo. Y como el primero debe llegar a reemplazar lo segundo como parte de la vida misma. Y en tanto las disposiciones arbitrarias que se toman sobre las posesiones de los que nos preceden; lo reciente, aunque no sean gigantes, siempre encuentra en lo anterior unos hombros donde erigirse. El diálogo final entre padre e hijo vale hasta las lágrimas.



Presentada en la competencia oficial de Cannes 20018, El peral salvaje me dejó tres horas y un tanto de belleza pura. De esa capacidad que tienen los grandes para ir desde lo particular a lo universal en una narración. Cine como producción que indaga la contradicción trascendente al yo. Cine que en su lentitud plantea una respuesta política en tiempos de inmediatez.