Vivarium es la nueva película de terror distopica del director Lorcan Finnegan, un vecindario que no querrás visitar
Vivarium aterriza este día 8 en la «Sala Virtual de Cine» de A Contracorriente Films habilitada para esta época de confinamiento, a la vez que lo hace en otras plataformas como Movistar+, Vodafone o Rakuten. Estrenada en el Festival de Cine de Sitges pasado en el que se reconoció la labor de Imogen Poots con ese premio a mejor actriz, nos presenta una mezcla distópica entre fantasía y terror con unas características un tanto peculiares.
Crítica de La pasión en el arte
Una secuencia inicial de un hecho cotidiano, cruel pero necesario, sirve de apertura para una declaración de intenciones directa, una metáfora que servirá de guion para todo el conjunto fílmico. El cuco como protagonista, un pájaro parasitario que depende de otras aves para perpetuar su especie, será el que dictamine por medio de su forma de cría las vivencias a las que se verán abocados una joven pareja en búsqueda de su primer hogar. Su destino: Yonder, una urbanización en la que la similitud y perfección predomina en el ambiente.
Vivarium parte de una premisa ingeniosa, como si de un episodio de La dimensión desconocida se tratase. Una idea inusual en un mundo plagado de secuelas y remakes, en el que todo está ya muy visto, y se hacen las cosas como parte de una rutina en un ciclo sinfín, algo así como nuestra urbanización Yonder, ¿no? Construida desde el enfoque de la intriga y abordando la resolución de los enigmas de manera sosegada, termina pecando en lo que suele hacer mal una infinidad de películas del género. Esa formación de una estructura sólida basada en un inicio y en un final donde se resguarda todo aquello que tiene algo de interés en la película, para luego dejar la pieza central vacía y carente de interés tanto para la trama como para el espectador. Además de esto, su carácter resolutivo no facilita las cosas, induciéndole a caer en la predictibilidad y haciéndose cuesta arriba todo lo conseguido con anterioridad.
Todo esto queda plasmado en un fondo en consonancia con la idea de ese terror distópico, que tiene extrañas similitudes al cine con sello propio de Wes Anderson. Es la dirección artística de la película la que se encarga de servir como soporte para los cimientos de este fondo, y siendo honestos, de todo Vivarium. Situando el escenario entre lo cómico y lo terrorífico, entre lo corriente y lo siniesto, todo el proceso creativo que rodea la película, y lo más valioso de ella, le otorga una atmósfera entre el ya citado Wes, y el genio del terror Lovecraft, una mezcla inmiscible pero conviviendo en armonía.
En disonancia con lo dicho anteriormente, queda la crítica hacia el capitalismo que la envuelve en una fina capa, dirigiéndose lentamente a su dilución tras un arranque fuerte y que va perdiéndose fuelle conforme nos acercamos a los terrores y resquicios del film. Un intento algo desmesurado para las pretensiones iniciales de la película, que aboga más por el entretenimiento que por crear un pensamiento sólido y dirigido de una opinión.
En resumidas cuentas, Vivarium es lo que no hubo de ser, todas las virtudes que conforman la película quedan desgarradas por un excesivo metraje languidecido, convirtiendo lo que podría haber sido una hora y media de entretenimiento en una idea malograda.