Valhalla Rising, película de Nicolas Winding Refn estrenada en 2009, llega 12 años más tarde a nuestras salas gracias a A Contracorriente Films. Marcada de principio a fin por el estilo del director danés, con Mads Mikkelsen como protagonista, propone hora y media de relato histórico sobre un guerrero nórdico en un cruce entre paganos y cristianos durante el siglo XI.
Nicolas Winding Refn se engloba en ese tipo de directores cuyo estilo va más allá de la nota informativa sobre que tal film es de ese tipo o esa tipa, sino que alcanza la categoría de cuidado que esto es una película de Refn. Dicho aviso, huelga decirlo, no contiene ni halago previo, ni víscera crítica, pero nos sitúa frente a estilos o propuestas que, sea cual sea la temática, el espectador precavido anticipa en estilo e incluso en la sensación percibida durante su disfrute en la gran pantalla o en casa. El autor de la trilogía Pusher, Bronson, la apreciada Drive o la particular propuesta televisiva Too Old to Die Young, firmó en 2009 el film Valhalla Rising, el cual recibe ahora su estreno español de la mano de A Contracorriente Films.
Valhalla Rising, ya en su premisa, avisa, y dicho aviso se suma al establecido con el particular, y muy personal, estilo del danés: un film histórico, ambientado aproximadamente en el año 1096, con un guerrero nórdico (Mads Mikkelsen), embarcado en un viaje de fe junto a uno grupo de cristianos que pretenden rendir honores a Cristo llegando, y defendiendo, su tierra natal.
Rodada por completo en Escocia, con todo lo que ello conlleva si mezclamos ese clima con la ambientación en 1096, Refn saca partido de un ambiente casi de páramo, arisco, tan duro y poco apetecible como las circunstancias del protagonista -sin nombre- de Valhalla Rising. Obligado a pelearse con otros para su propia supervivencia, y finalmente escapando, se enrola en un grupo de cristianos nórdicos. Fraccionada en seis episodios, siguiendo el viaje del que llaman One-Eye, Valhalla Rising nos propone un reto poco agraciado pero plausible por el atrevimiento de Refn y su escasa duración: enrolarnos nosotros mismos en un viaje gris, con muy poco diálogo, sin más personajes que hombres cuya fe pende de un hilo y absolutamente cero intenciones de ofrecer alguna recompensa visual, incluso argumental, al espectador.
¿Es necesario? Ni remotamente. Valhalla Rising no pretende llamar nuestra atención sino rebozarnos en su, concedemos, cáustica trama. Tengan en cuenta que hablamos de una película con un superlativo luchador de protagonista, con un solo ojo, y que no dice absolutamente nada. Nada. Apenas habla un niño, su acompañante, por él y a su vez no es que tenga tampoco mucho que decir. Rascar en las intenciones reflexivas, y por supuesto religiosas (digamos que el texto inicial carga un poco contra el lado cristiano), queda en manos del espectador. Emparedarse como un sanjacobo en su intrincado visual, nebuloso, de pura depre húmeda y primitiva, no es sólo recomendable, sino la mejor opción para sobrevivir a esto y, finalmente, casi sin darte cuenta, obtener el disfrute necesario.