Crítica de The Rider (2017): Diario de un cowboy crepuscular

Se hizo con uno de los premios en Cannes, se ha estrenado en numerosos festivales, cosechado excelentes críticas y está interpretada por quienes vivieron la historia real en la cual está basada. The Rider, merced a su particular embalaje, y una sorprendente metáfora final, nos ha dejado un gran sabor de boca.

Es innegable que el público, en casi cualquier disciplina artística, suele demostrar su apego hacia historias que muestran la cara menos amable de la vida, tal vez debido a la empatía inmediata que genera en casi cualquier persona con experiencia en esto de estar vivo. Y las historias crepusculares, aquellas que transitan por aquello que ya no existe aunque quienes lo vivieron siguen apegados a ello, en franca decadencia, casi que podrían formar su propia categoría cinefila. The Rider es un ejemplo prístino de todo ello.

The Rider, escrita y dirigida por Chloé Zhao, se basa en una historia verídica centrada en la grave lesión que sufrió el jinete de rodeos Brady Jandreau y su posterior recuperación, alejado de aquello que le dio la fama, lidiando con su familia, su futuro y su propio papel en un mundo que parece no tener otra tarea para él.

La particularidad definitoria de este premiado film se encuentra en su reparto, formado por los protagonistas reales de dicha historia, desde el propio jinete, Brady Jandreau, su hermana y su padre, y especialmente por Lane Scott, un compañero que sufrió una lesión todavía más grave y que apuntala la dosis más humana del film. Y sin poder articular, lamentablemente, ni una sola palabra.

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Chloé Zhao, podemos decirlo ya, consigue un resultado espectacular: todos esos personajes, y a la vez personas, eliminan cualquier sensación de falso documental (está suficientemente dramatizado), y a la vez retienen una -lógica- naturalidad que va de perlas a la historia. Es real por lo que te cuentan y por quien te lo cuenta.

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Sin embargo, el ingrediente clave llega al final, cuando el espectador se da cuenta de la metáfora vital que ha vivido el propio Brady con uno sus caballos y la perspectiva única que le permite enfrentarse, en varias ocasiones, a la realidad de otro jinete que sí lo ha perdido casi todo, un Lane Scott al que podemos ver en algunos vídeos previos al accidente, disparando sobre el espectador las mismas emociones que tiene Brady cuando se resiste a entender su propia realidad.

The Rider cuenta además con algunas secuencias particularmente bellas, casi de reflexión audiovisual, como haría un Luc Besson en aquella The Big Blue (1988), merced a una banda sonora particularmente bella, pero no intrusiva, de Nathan Halpern. Dichos momentos, como todo el film, ejercen un extraño magnetismo aunque a uno le quede muy lejos los parajes de Dakota del Sur en los que se filmó este bocado de realidad.

 

 

AÑO: 2017 | DIRECCIÓN: Chloé Zhao | GUIÓN: Chloé Zhao | FOTOGRAFÍA: Joshua James Richards| REPARTO: Brady Jandreau, Lilly Jandreau, Tim Jandreau, Lane Scott, Cat Clifford

Reseña
The rider
8
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critica-de-the-rider-2017Brady, que fue una de las estrellas del rodeo y un talentoso entrenador de caballos, sufre un accidente que le incapacita para volver a montar. Cuando vuelve a casa se da cuenta de que lo único que quiere hacer es montar a caballo y participar en rodeos, lo que le frustra bastante. En un intento por retomar el control de su vida, Brady emprende un viaje en busca de una nueva identidad y del significado de lo que es ser un hombre en el corazón de América.