La mujer en la ventana, basada en la novela del mismo nombre, de A.J. Finn, fue una de tantas películas caídas en la desgracia empresarial de los efectos de la pandemia en la que seguimos inmersos. De su estreno en cines en 2020 pasó a la venta a Netflix como el enésimo estreno directo en la plataforma estadounidense. Con una premisa muy Hitchcock, Amy Adams como protagonista, secundarios de lujo y Joe Wright en la dirección, La mujer en la ventana se presenta como uno de los estrenos más interesantes del momento. En Netflix el próximo 14 de mayo.
Los primeros compases de La mujer en la ventana no sólo nos recuerdan a la obra maestra de Alfred Hitchcock, La ventana indiscreta, sino que Joe Wright traspasa el terreno de la referencia y se decanta por el homenaje total: una Amy Adams, enferma, a lo James Stewart, observa las actividades de sus vecinos de enfrente (en esa ocasión todo ocurre muchas calles al norte de aquel vecindario de 1954), cuyas diversas actividades se dan todas frente a ventanas descubiertas y, entendemos, ante prodigiosos aislamientos acústicos. Ahí se obtiene lo mejor de esta película: Amy Adams capaz no sólo de llevar sobre sus hombros el peso de toda la trama sino de creernos al personaje, y sus circunstancias, desde su primera aparición.
Adaptada como película por Joe Wright, a partir de un guión de Tracy Letts, a su vez basada en la novela del mismo título de A.J. Finn, La mujer en la ventana no sólo despierta en nosotros ese aire Hitchcock sino que el misterio nace en sus primeras escenas: sus nuevos vecinos, recién llegados de Boston, se han instalado en la casa de enfrente. Anna Fox, nuestra protagonista, es una psicóloga aquejada de agorafobia, encerrada desde hace meses en su casa entre pastillas y alcohol. Un par de visitas de sus nuevos vecinos despierta en ella una sospecha que ve confirmada en una horrible escena de asesinato divisada desde una de sus ventanas. Sí, Anna, al igual que aquel L.B. Jefferies de La ventana indiscreta, también observa desde una cámara.
No se trata esta de una crítica con spoilers, siendo estos parte importante de la trama, en cuanto los pertinentes giros tienen su función en la trama. Sin embargo la misma avanza hacia terrenos ampliamente conocidos por el espectador (nadie cree lo que la visto, la policía la toma por una loca, sus vecinos se salen inicialmente con la suya etc), en el orden previsto, y con los resultados habituales. Echamos de menos algo más de tensión en esos inevitables, cuando el recurso formal debería imponerse a la trama confirmada.
Ese camino, y esos giros, anticipados no deberían anular el poder de una buena historia ni de la misma contada de un modo excitante. La mujer en la ventana, lamentablemente, tampoco ejerce la fuerza necesaria en ese apartado. Incluso el buen hacer, casi en modo aquí esto yo y mi momento, de dos totems como Gary Oldman y una Juliane Moore que renueva su poder para llevarse cualquier escena en la que aparece, consiguen levantar esto hacia algo aún lejos de la obra maestra de Hitchcock pero cuanto menos reconocible en su propia propuesta.
La mujer en la ventana, confiando en Amy Adams su particular L.B. Jefferies, logra sus mayores cotas merced a una interpretación (y con ello, claro, la dirección de Wright) en punto justo de los avatares de su condición mental, la plausibilidad de sus alucinaciones, y especialmente la ratonera en la que puede convertirse una casa de la zona alta de Nueva York viviendo sola, enferma, sin luz, asustada y drogada la mayor parte del tiempo. Siendo la protagonista en todas y cada una de las escenas (película contada sólo desde su punto de vista) es cuanto menos un placer asistir a su papel como Anna Fox y validar una película cuyo estreno está fijado para el 14 de mayo en Netflix.