El anuncio de Midway de la mano de Roland Emmerich casi sonaba a amenaza: la mayor batalla naval de la Segunda Guerra Mundial era un escenario idóneo para un festival bélico, táctico y explosivo. Y si, además, uno siente nostalgia de los blockbuster de antaño, el director germano puede convertirse provisionalmente en tu mejor amigo.
Desde que se anunció Midway, de la mano de un Roland Emmerich al que le costó lo suyo encontrar financiación, las fotografías de rodaje y las promocionales, el trailer, el póster… Todo emanaba un aire a los noventa, y no precisamente por cuestiones culturales, sino que el film, desde la propia intención de rodar algo así con alto presupuesto, se antoja cine pre siglo XXI, de aquellos que disponían de grandes estrellas y recreaciones heroico patriotas de eventos históricos para el deleite del espectador educado en un mundo surgido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial.
Roland Emmerich (el cual nació cinco días después de que Marty McFly llegue a 1955) se ha labrado una carrera salpicada de producciones que gustan de la destrucción masiva y la épica humana como reacción a la misma. Sin embargo con Midway, como recreación histórica con vocación realista, el germano obtiene carta blanca para utilizar sus cartas sin que la gratuidad se adueñe de la narrativa: Midway está repleta de acción, explosiones, destrucción aunque, por contra, falla en el drama humano. El resultado, siendo optimistas, es que el film es -de alguna manera- bastante entretenido, apenas cesa en la acción continuada, por lo que apela a los fans del cine bélico que no necesitan de estímulos ajenos al mismo. Si quieren ver la batalla del Midway: ahí la tienen.
En 1942, seis meses después del ataque japonés a Pearl Harbor, y uno después de la batalla del Mar de Coral, la flota estadounidense logró entre el 4 y 7 de junio la victoria decisiva sobre el Imperio Japonés en una batalla aeronaval que supuso un punto de inflexión en la parte de la Segunda Guerra Mundial que se estaba librando en el Pacífico. Midway, la película, se centra en dicha batalla tomándose su tiempo desde el inesperado ataque a Hawaii, la formación del mando militar destinado a devolver el golpe y finalmente la batalla en cuestión. Pese a la fotografía que ilustramos a continuación, Midway es casi un continuo de batalla, largas escenas de batalla aeronaval y los siempre excitantes paralelos entre la acción exterior y las comunicaciones entre mandos militares dentro y fuera del conflicto.
Roland Emmerich logra, merced al realismo del film, a un guión con base establecida, que toda esa destrucción, esas explosiones que uno espera al ver su nombre en la silla de director, tengan una función narrativa. Además, Midway, y sus responsables, no escapan de los tiempos actuales y este film no nos dibuja a un Imperio Japonés maligno, inhumano y tratado cual ejército Uruk Hai movido por el odio frente a la heroica democrática estadounidense de soldado caucásico y esposa fiel (y niños, debe haber alguno) esperando en casa. Midway y Emmerich dedican una buena porción del film a mostrar el lado humano japonés: sus motivos, sus intenciones, proporcionando al espectador un rostro con el que humanizar un conflicto entre dos fuerzas militares enfrentadas en una Guerra Mundial.
Ese aire a lo blockbuster de los años noventa no se ve refrendado por un casting espectacular, por lo menos en nombres, como lo hubiera sido antaño (y con este mismo director). Ni siquiera en el presupuesto. Ed Skrein y Patrick Wilson, uno como el mítico piloto Richard Best, y el otro como el oficial de inteligencia Edwin T. Layton (ambos con un papel crucial en el conflicto), así como Woody Harrelson, cumplen sin más en un film que no destaca por sus cualidades dramáticas aunque concedemos que Emmerich se muestra menos hortera en lo patriota y bélico que en otros films. Pese a ello sobreviven algunos tics que nos recuerdan quien dirige el film sin que, debemos insistir, impacte sobremanera en una Midway que, a buen seguro, será el deleite de los aficionados a las recreaciones históricas de la Segunda Guerra Mundial.