Masacre: Ven y mira vuelve a los cines de la mano de Filmin 36 años después de su estreno para celebrar el Día de Europa, honrando así las memorias de las víctimas de la Segunda Guerra Mundial.
Masacre: Ven y mira no es una cinta fácil de ver. Sus casi 150 minutos de duración ya servirán para alejar a todo el público que busque una película ligera, pero incluso aquellos valientes que no le teman a estar más de dos horas sentados tendrán que enfrentarse a una cinta muy cruda, con una dureza que no suele ser común ver en cines y que se aleja totalmente de la propaganda triunfalista que Estados Unidos tiende a mostrar en sus películas bélicas.
La cinta sigue a Flyora, un joven bielorruso de 14 años que deja su casa para unirse un grupo de partisanos, con la intención de ayudar a su país en la Segunda Guerra Mundial. Allí conoce a Glasha, una atractiva chica rubia que parece estar interesada en él, pero el mundo está en medio de una guerra y la realidad que se encuentra nuestro protagonista es muy diferente de la que esperaba.
Se destaca de la cinta que en ningún momento llegamos a ver a Flyora como un soldado o un héroe, sino que lo vemos como una víctima incapaz de escapar del conflicto. En ocasiones tratará de ayudar a la gente, pero haga lo que haga siempre termina rodeado de sangre y muerte hasta llegar a un punto en el que su mayor castigo es seguir vivo, porque al menos aquellos que han caído se libran de observar todas las barbaridades que la guerra provee.
No veremos grandes gestas ni operaciones dirigidas por generales que logran equilibrar la balanza entre ambos bandos, más bien la crudeza de la guerra desde los ojos de un niño que solo puede mirar y tratar de comprender a qué se debe tanto sufrimiento. La cinta utiliza un tono surrealista para plasmar la visión de este niño, y se vale de continuos simbolismos (normalmente representados por distintas aves) para explicar la situación del protagonista.
Una cinematografía muy cuidada
Masacre: Ven y mira se caracteriza también por un gran uso del lenguaje cinematográfico. El uso del montaje y el sonido es espléndido, y la utilización de complejos planos con «Split focus» contrasta con los numerosos primerísimos primeros planos que nos muestran las grandes capacidades actorales del reparto. Sumado a esto, también podemos disfrutar de largos planos secuencia, donde intervienen decenas de extras para pintar un complejo cuadro bélico que representa el instante en el que se encuentra nuestro protagonista. Todo esto, sumado a un final en el que se potencia aún más la parte surrealista y simbólica del metraje, nos entrega una cinta que por algo se considera una de las grandes obras maestras del cine bélico europeo.
Masacre: Ven y mira no es una cinta fácil de ver, pero sí necesaria. Nos muestra la dureza que la guerra trae consigo y lo hace desde un prisma no muy habitual (solo El pájaro pintado de 2019 me parece que puede acercársele), por lo que, si estás preparado para verla, compra tu boleto y siéntate, al terminar probablemente no serás el mismo.