Adiós señor Haffmann, drama ambientado en el París de la ocupación nazi, debuta en España tras su espectacular éxito en Francia.
Los años del sometimiento francés al horror de la ocupación nazi, durante la primera mitad de la década de los cuarenta, ha sido objeto de multitud de aproximaciones por parte de casi todos los medios audiovisuales. Adiós señor Haffmann, que obtuvo un éxito notable de público y crítica en su estreno francés (1.3 millones de euros recaudados en sus primeros 7 días en cartelera), aborda una trama inusitadamente personal y reducida (algo que, por suerte, no es del todo inusual), huyendo de los avatares de la guerra, lecciones de historia o imágenes ya conocidas. Una tienda, un matrimonio, un judío al que esconden en el sótano y el terrible devenir de la avaricia en el destino de todos ellos.
París, primavera de 1941. Joseph Haffmann, anticipándose a la inevitable caza de judíos, decide trasladar de inmediato a su familia mientras pone en marcha un plan de supervivencia a largo plazo en forma de acuerdo con su empleado, François Mercier: un traspaso de su joyería, la cual regentará legalmente como si fuera suya hasta que termine la guerra y una vez concluida, y recuperado su negocio, le ayudará económicamente a abrir su propio negocio. Sin embargo Haffmann se ve retenido en su tienda pues el cerco a los judíos se ha estrechado en París.
Adiós señor Haffmann, decíamos, vira el cauce más habitual en films ambientados durante la ocupación nazi. Estos apenas aparecen, ni los horrores de la guerra, otros judíos tienen apariciones mínimas, ni rastro de la resistencia… Esta es una película sobre los efectos colaterales de la inesperada situación en la que se ven metidos Joseph (Daniel Auteuil), François (Gilles Lellouche) y su esposa, Blanche (Sara Giraudeau). Lo que en un principio parece un status quo establecido, es decir, Haffmann aguarda en el sótano preso en su propia casa mientras los Mercier habitan su hogar y François saca adelante el negocio. Los problemas llegan cuando aparece el primer soldado alemán.
No, decíamos que estos apenas intervienen en el film, y es completamente cierto. Ese factor externo es simplemente el desencadenante del verdadero ingrediente esencial de Adiós señor Haffmann. La caída personal de François, en la avaricia regentando la tienda y asumiendo clientes de alto poder adquisitivo y político, y en su conversión de verdugo de Haffmann cuando llega a convertirlo en su empleado pues su talento con los minerales siquiera se acerca al de su antaño jefe. Un via crucis de destrucción personal en el que su esposa Blanche es el detonante principal: la sospecha de François, sobre su incapacidad para tener hijos, añade un elemento más a su inestable mente en cuanto le pide que utilice a Haffmann para engendrar a su hijo.
Esa caída a los infiernos de François es el gran valor de Adiós señor Haffmann. En ese punto el anclaje histórico se torna totalmente atemporal, universal. Sin duda la mala suerte, y un sentido retorcido del karma intervienen en el devenir del destino de François, pero el film finalmente confiesa su verdadera trama: la ambición, terriblemente humana, terriblemente real.
Adiós señor Haffmann se estrena en nuestros cines el próximo viernes 25 de marzo.