Cuando te sientas en una butaca de cine y en los créditos aparece el siempre difícil de pronunciar apellido Shyamalan, sabes o debes saber, si has visto otras de sus películas, que no te vas a encontrar una historia típica… con Glass tampoco será así. En esta ocasión el director indio nos trae la conclusión a una trama que escribió hace casi 20 años con El protegido, cuando el actual boom de los superhéroes todavía estaba en ciernes.
Para cerrar el círculo de personajes que comenzaron David Dunn (Bruce Willis) y Elijah Price (Samuel L. Jackson) con su lucha por descubrir su lugar en el mundo, al que más tarde se uniría Kevin Wendell Crumb en la película de Múltiple, Shyamalan decide reunir a los tres protagonistas en un centro psiquiátrico para someterlos a un duro dilema existencial. Para llevarlos a estos extremos nos encontramos a un nuevo personaje que pondrá a prueba las convicciones que tenían los tres sobre sus habilidades especiales, la psiquiatra Ellie Staple (Sarah Paulson), especializada nada menos que en pacientes con delirios de grandeza que creen ser superhumanos.
Y después de contar este punto de partida os preguntaréis… ¿y esto es una película de superhéroes?… Se trata de la película de superhéroes de M. Night Shyamalan y de un homenaje a las viñetas de los cómics. Pero no solo de esto, también intenta diseccionar las motivaciones y sucesos que llevan a gente normal a transformarse en algo distinto y sobrehumano, es decir, lleva la historia de personajes al punto de partida de la primera hoja de un cómic… sus orígenes.
Las referencias a los superhéroes y los cómics se reparten durante toda su trilogía, pero en Glass son una constante en la película. En ella podríamos ver a Don Cristal o a Lex Luthor y su plan maestro. A El Protegido o a Superman a punto de ponerse su traje e intentar salvar a inocentes en peligro, al superhéroe incomprendido dominado por fuerzas que no es capaz de controlar y que es utilizado como medio por otros «de los suyos» para conseguir sus fines, y por supuesto los humanos de por medio.
Esto es lo que se suele ver en las película de superhéroes, al menos en el cine, pero en Glass nos ofrece una versión menos idealizada de ellos, nos los muestra como seres que viven sus «dones» como algo que los aleja de la gente real, son bichos raros que hay que evitar. Desde luego las similitudes con los X-Men están ahí, mutantes que asustan a los que no son como ellos y que hay que controlar de alguna manera.
Si hablamos de los personajes tenemos a un Don Cristal que mantiene ese pulso por conseguir demostrar la existencia de estos superhombres. Incluso retenido, su mente no deja de llevarle a conseguir a toda costa, por encima de las vidas de los demás, demostrar que están ahí, que no son irreales. Esa necesidad de explicar que su situación de sufrimiento con sus huesos de porcelana tiene una razón de ser. David Dunn ya ha asumido el rol que le toca en esta historia y que desarrolló en El Protegido, utilizar sus poderes para salvar vidas ayudado por su gran amigo Robin… perdón, su hijo. Y por supuesto tenemos a Kevin y sus 24 personalidades incluyendo a «La bestia». Hay que hablar más en profundidad del que posiblemente sea el personaje más fascinante de este pequeño mundo creado por el indio.
Y es que James McAvoy vuelve a comerse casi literalmente a todo aquel que se pone junto a él en cámara. Si ya en Múltiple hacia una representación espectacular de registros, con diferentes acentos, gestos y sobre todo personalidades, en Glass es un no parar. Nos descubre al resto de mentes que habitan en el cuerpo de Kevin, cada cual más diferente a la otra. Quizás esto lleve a que las mejores personalidades vistas anteriormente no tengan un mayor desarrollo en la trama, pero compensa. Recomendado verlo actuar en versión original.
Samuel L. Jackson está genial también, Don Cristal está hecho para él, para su rostro impertérrito ante las calamidades que sufre, pero hecho un niño pequeño cuando consigue sus objetivos y juguetea con los demás. El que posiblemente quede más desdibujado sea Bruce Willis. No es que no sea el Dunn de la primera película, así es, pero quizás sea el personaje que menos importancia tenga en el final marcado por Shyamalan, aun así los momentos con su hijo, ya crecidito, harán las delicias de los fans. Su arco argumental ya fue desarrollado.
Todo superhéroe suele rodearse de humanos que les entiendan o al menos intenten entenderlos. En este caso cada uno tiene a su propio secundario para este fin. Aquí volvemos a tener al hijo de Dunn ayudando a su padre bien orgulloso y convencido de lo que es. A la madre de Elijah, que va a visitarlo al psiquiátrico e intenta ayudarlo a volver al buen camino y que entienda su situación. Y al personaje de Casey, interpretado por Anya Taylor-Joy, que ha vuelto a su vida pero que no ha llegado a pasar página de lo sucedido con Kevin. Ella especialmente será determinante en la trama de Kevin y La bestia, gracias a su nexo de unión: dos personas que han sido maltratadas por sus seres queridos. Ya conocemos las predilecciones de «La horda» ante la gente que ha sufrido.
Hay que hacer mención especial a la dirección de Shyamalan. El manejo que tiene el director indio de la cámara, sus planos de espaldas, la cámara enfocando desde arriba las escenas, los planos con imágenes que se muestran en objetos como televisores, cámaras de seguridad o cristales son geniales. La dirección no ha sido nunca un problema para él y aquí vuelve a enseñarnos escenas fantásticas. Hay un plano en especial donde se podría dilucidar un duelo a muerte al estilo «El bueno, el feo y el malo» que es canela pura.
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Pero cuidado, aquí no veremos grandes escenas de acción con ingentes cantidades de superhéroes luchando entre explosiones, hondas mágicas, ojos lanzando rayos o gigantescos ejércitos de razas extraterrestres. En esta pequeña historieta de cómic encontraremos a unos personajes muy humanos que han sufrido en exceso y que no acaban de encontrar su lugar entre la gente, con unos poderes increíbles que deben ser controlados para mantener el equilibrio del mundo. En definitiva es la historia de Shyamalan, el final dejará contentos a unos y decepcionados a otros, pero no es posible negarle al indio haber hecho una película de este género valiente y sobre todo arriesgada, muy arriesgada.