El próximo viernes, 13 de Septiembre, Movistar nos trae En El Corredor De La Muerte, una miniserie que pone encima de la mesa temas como la libertad en tiempos de miedo o la inmigración.
En El Corredor De La Muerte, para el que aún no conozca la historia, nos cuenta la travesía de Pablo Ibar, un español condenado a muerte en EEUU por un crimen que todo apunta que no cometió.
Nacho Carretero, autor también de la polémica Fariña, cuenta en su libro todo el absurdo burocrático que supuso la historia de Ibar. Movistar, ojo avizor del autor televisivo del momento, se hace con los derechos y anuncia a Miguel Ángel Silvestre como protagonista. Meses después, el 13 de Septiembre -fecha perfecta para su estreno, el 11S está muy presente de una manera soterrada-, llega la adaptación. 4 capítulos de 50 minutos nos cuentan todo desde aquel fatídico día, hace ya casi 30 años, hasta prácticamente la actualidad.
Supongo que a la hora de enfocar una historia así, en la que la ley dice una cosa y el sentido común la contraria, el punto de vista es lo más relevante a la hora de determinar el tipo de narración que quieres llevar a cabo; la serie toma partido, sí; pero compone una historia fragmentada a través de retazos de distintas realidades. Un puzzle por hacer, que una vez acabado termina por revelar la historia de una vida. La de Pablo Ibar. Cada episodio de su vida está condicionado por las distintas personas que tiene alrededor, la serie recoge eso y lo lleva a su estructura; acertadísima, donde entender el punto de vista es entender la travesía.
Segundo acierto, el tono; la historia despeja su tono rápidamente y nos sitúa en un plano de sobriedad total, en ningún momento se permite vencerse hacia el melodrama, hacia la autocomplaciencia, igual que Pablo, sabiendo que rendirse no es una opción. No cabe la condescendencia, ni el fracaso; cabe la realidad, nada más.
En términos de escritura En El Corredor De La Muerte es decididamente literaria; no adapta la vida de Ibar, adapta la novela de Nacho Carretero, convirtiéndola en su piedra de toque casi para cualquier decisión narrativa que se tome. Dándole, por tanto, en la planificación, mayor importancia a la dirección de actores y tratamiento, por momentos, casi documental, que a la puesta en escena. Donde sí se permite jugar un poco más y ser algo más experimental es en el montaje, más cercano al cine independiente que al aspecto televisivo; especialmente en un primer capítulo más fuera que dentro de lo que van a ser los 3 capítulos restantes, y consiguiendo que el fuera de la cárcel tengo un dinamismo distinto al dentro de la misma.
Por último, hablar de un casting perfecto; empezando por el propio Silvestre, realizando una actuación notable, en la que se percibe el paso de los años, pasando por momentos emocionales de todo tipo que se transmiten por la composión física del personaje, hace mucho más que un acento -muy conseguido por otro lado-, y terminando por el padre y la novia de Ibar; actuaciones muy precisas, nada histriónicas, y conteniendo en cada momento mucho más que explicitando. Lo que decíamos el inicio, sobriedad total, destilando un empaque mucho más profundo por la historia de Pablo Ibar.