Seguimos con el ciclo Martin Scorsese con una de las joyas mejor valoradas de su filmografia, la palma de oro Taxi Driver.
Es de noche. Una profunda niebla cubre la pantalla, mientras un vehículo amarillo irrumpe en el rectángulo mágico como un tiburón ataca a su presa. Los títulos de crédito dan paso a unos ojos que observan con mirada vacía el infinito, mientras colores azules y rojos se reflejan en su mirada. Dos colores, fundamentales a lo largo de la historia. Acto seguido vemos su visión subjetiva, absolutamente distorsionada y deformada, mientras la lluvia, esa que tanto ansía Travis, para que limpie las calles de la escoria que pulula por ellas, se mantiene alejada de su foco. Sus ojos se enfocan en los peatones, y la cámara, vuelve a enfocarse en sus ojos, que esta vez, son fotografiados con unas luces rojas de fondo total. Scorsese, acaba de radiografiarte en menos de dos minutos, la psicología de un personaje para el recuerdo.
Quizás este arranque no sea tan espectacular como muchos puedan pensar, pero es terriblemente conciso. La mirada de Travis, esa visión particular de su vida, y del mundo que le rodea, va a estar ligada al azul y el rojo, representado por la policía, los guardianes de la seguridad cívica. Pero no solo se nos anticipa prácticamente el final de la obra en los primeros dos minutos, sino que Scorsese, nos da el punto de vista del personaje, que está totalmente deformado, tal y como la pantalla está distorsionada al principio de la película. Partiendo de esta base, ya está planteando un distanciamiento moral con el personaje. Taxi Driver no es la visión de Martin Scorsese. Es la visión -literalmente- de Travis.
A partir de aquí, comienza la fiesta. Scorsese construye una cárcel en movimiento para Travis en ese taxi inmortal. Su personalidad, al borde de delirios narcisistas y sociópatas, le llevan a pensar que su percepción del mundo es única e inmutable. O estás con él, o contra él. Pero la metáfora del aprisionamiento, no la marca solo el espacio, al que por otro lado, podríamos sumar ese infame cine XXX, o la concepción espacial de su apartamento, -donde mediante su diario, llegamos a sus pensamientos en forma de voz en off-, que es otro de los lugares de presunta tranquilidad para él, pero donde realmente acaba más desquiciado, al ser el espacio proyectado de su soledad, en el que en la mítica escena que vemos a De Niro hablando a su espejo, queda patente que la visión externa que ofrece de sí mismo, no le gusta.
Por eso, es importante que su personaje intente huir, y que mejor forma de huir de uno mismo, que criminalizando a los demás. Pero Scorsese, que ya en esta época estaba demostrando un dominio del lenguaje al nivel de los grandes, se basa en todos los elementos del lenguaje para crear la cárcel moral definitiva. No son pocas las secuencias en las que la cámara se mueve alrededor del personaje, en movimiento circular, creando siempre, incluso mediante estos movimientos, una presión en la que no respirar. También hay planos que inciden directamente en el vacío emocional y moral del personaje, en los que la cámara parece alejarse de la acción, y poner el foco en lugares que a priori, no aportan nada narrativamente. Pero lo cierto, es que es la narrativa de la película la que gira en torno a estos vacíos, y no viceversa. Scorsese, intenta movernos por el espacio, como si fuésemos el verdugo que cuelga sobre los hombros del cansado protagonista.
Por supuesto, bajo esta formalidad refinada, existe la capa de lectura social, que no solo se limita a una dura critica de las consecuencias de la guerra y de los que participaron en ella, secuelas como el insomnio, o la insensibilización. La descripción de esa Nueva York terrible y nocturna, a manos de un loco desquiciado que no soporta la noche, es otro de los valores más poderos de la cinta. Una noche llena de chulos y prostitutas, luchas de poder e injusticias sociales. Uno de los puntos más interesantes de la película, es la dicotomía moral de seguir a un personaje amoral, que en ciertos momentos, parece bastante más humano o coherente que los que gozan de unos supuestos valores o educación refinada.
Crítica de Toro Salvaje
También se hace una visión del hombre moderno de aquella época, -hermético, paternalista, y carente de empatía emocional con los demás-, un tanto hiperbolesca y sobredramatiza, pero que encaja con ese clima perturbado y viciado de la noche newyorkina. La película, plantea una revolución individual, que no lleva a ningún puerto. En una de las míticas escenas del final, con esa cámara que va flotando por el ambiente desde dentro hacia fuera, y en retroceso, vemos las consecuencias de seguir las doctrinas amorales de cada uno. Taxi Driver habla de a libertad del individuo, pero también de las consecuencias de esta libertad asilvestrada. Como la propia vida de Travis, de dentro hacia fuera, la historia termina, con una ensoñación de algo que nunca pudo ser, e intentando evadirse de un mundo que jamás le entendería.