Christopher Nolan fragmentado en dos (o en tres)

Nolan

Con once películas a sus espaldas en el transcurso de veintitrés intensos años, Christopher Nolan es todo aquello que debe admirar alguien que entra en una sala de cine y decide regalarse a otros mundos. Eso sí, antes de convertirse en un autor de blockbusters mastodónticos, Nolan tuvo una primera etapa bastante más primitiva en la que parecía un director normal.

Nada mejor para ejemplificar la idea que voy a intentar exponer en los próximos párrafos que lo siguiente: Coge a un espectador que acaba de conocer el mundo del cine y ponle Batman Begins y The Dark Knight. Si no nota ninguna diferencia sustancial, coge a alguien que tenga algo de criterio. A pesar de ser dos obras hermanas (son la primera y la segunda entrega de la trilogía de Batman de Nolan), Batman Begins y The Dark Knight son dos modos de hacer cine diametralmente opuestos. Esta idea puede resultar algo confusa, pero una vez haya expuesto mi idea sobre el cine de Nolan se entenderá mejor.

La ópera prima de Christopher Nolan es una cinta muy pequeña llamada Following. Grabada con tan sólo 6.000 dólares, esta obra presenta algunas de las obsesiones características del cine de Nolan (fragmentación temporal, la figura del ladrón y de la femme fatale, el juego de manos, los drásticos plot twists…). Following es un buen comienzo, pero siempre que no salga de esa condición.

El relativo éxito que Nolan cosechó a raíz de su ópera prima le permitió grabar la que es para muchos su gran obra magna (en gran parte por ser su única gran película rodada sin la abundancia de recursos que ofrece Warner Bros.): Memento. Es esta ocasión, Nolan vira más hacia el thriller entendido como una historia oscura en la que un personaje se encuentra en constante inferioridad en todo momento y debe lograr su cometido. Comparte ciertas similitudes con Following, pero se asemeja a otras obras como Seven o Fight Club (el estilo noventero está muy presente). La recepción crítica fue excelsa y logró dos nominaciones al Oscar (una de ellas a mejor guión original, pero perdió contra Gosford Park). Además, le abrió definitivamente las puertas a Hollywood.

Insomnia es para Nolan lo que Jackie Brown es para Tarantino. Ambas obras son la consecuencia directa de la gran obra que les brindó la oportunidad de realizar el proyecto que quisieran. Y en ambos casos el resultado fue muy mejorable. Insomnia es la obra más floja de Nolan. Ni siquiera fue escrita por él y no deja de ser en ningún momento un thriller al uso que no parece estar rodado por el director de Memento. Aún así, no es, ni mucho menos, un suspenso, pero sí que fue un paso atrás en su carrera.

Y llegamos al momento clave. Nolan, después de tocar el cielo y, acto seguido, rozar la tierra, consiguió que Warner Bros., compañía que ya le había confiado la dirección de Insomnia, le permitiera adaptar una nueva versión de Batman. Esta noticia escandalizó a gran parte del fandom del oscuro personaje, dado que las últimas adaptaciones del antihéroe habían sido terribles. No obstante, Nolan tenía en mente dar un giro radical al destino del justiciero de Gotham.

Batman Begins fue la primera obra con la que Nolan empezó a ser Nolan. Una obra enorme con un reparto de lujo (Christian Bale, Michael Caine, Liam Neeson, Katie Holmes, Gary Oldman, Cillian Murphy, Tom Wilkinson, Rutger Hauer…) y que supuso el inicio de una de las trilogías más aplaudidas de la historia del cine. Fue un éxito en taquilla y dio carta a blanca a Nolan para que hiciera lo que quisiera. Eso sí, no daría el paso atrás que hizo con Insomnia.

Aunque suena contradictorio, Batman Begins no es la película que inició la segunda etapa de Christopher Nolan. Es más bien un impasse entre las dos etapas. Ni es el salto definitivo después de Insomnia ni la plataforma en la que se situaba Nolan antes de dar el salto a The Prestige. Es un punto muerto en el que se mantendría hasta su siguiente obra: la anteriormente citada The Prestige. Igual de grande que Batman Begins pero sustituyendo a los murciélagos por magos, The Prestige es un relato que pretende plasmar otra de las grandes obsesiones de Nolan: la magia. Es una carta de amor a la magia y de cómo nos rompe todos los esquemas. Protagonizada por Christian Bale y Hugh Jackman, The Prestige es la consolidación de una forma de hacer cine que daría un cambio aún más radical con la siguiente obra de Nolan.

La mejor adaptación de un superhéroe, cómic, novela gráfica… de la historia del cine es The Dark Knight. Su trascendencia en el cine contemporáneo es incuestionable y con el paso de los años se va desmarcando cada vez más como un clásico. La capacidad que tuvo Nolan de crear una blockbuster de autor es inigualable, además de que no hablamos de un blockbuster al uso, sino de un personaje «con un disfraz».

El cine de superhéroes, a principios de siglo, no contaba con el beneplácito que Watchmen, Joker, Infinity War o Deadpool han logrado con el paso de los años. Todo eso cambió con The Dark Knight, una obra oscura y adulta que empezó aquello de «¿y si cambiamos el nombre de «X» personaje y vendemos la obra como un thriller?». Realmente es un cambio brutal: pasar de ser considerado como «cine para niños» a ser un referente del thriller y del cine criminal y policíaco.

The Dark Knight sí que fue la película con la que Nolan fue definitivamente Nolan. La abundancia mastodóntica de recursos (185 millones de dólares) se tradujo en la creación de una obra maestra del cine que con los años crece y crece. Esa tendencia se repetiría con todas sus posteriores películas. La segunda etapa de Nolan no había hecho nada más que comenzar y estreno tras estreno iba a ser una competición de un solo participante.

Inception no hizo más que dejar claro el cambio de condición de Nolan. Había empezado siendo un director muy solvente de thriller oscuros e interesantes a un colosal autor de superproducciones original e igual de oscuras que sus primeros trabajos; cierto es que en medio hubo aquel impasse con Batman Begins y The Prestige, pero Roma no se hizo en un día. Inception es el intento más arriesgado (y genial) de llevar a la gran pantalla el mundo de los sueños. La complejidad por niveles que Nolan diseñó para confeccionar el mundo de Inception casa a la perfección con el espectáculo visual que propone. Es cine de acción, de ciencia ficción y de suspense. Todo en uno y con la marca de Nolan en cada plano.

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Tal vez sea un paso atrás en su recorrido ascendente, pero The Dark Knight Rises es un espectáculo como pocos se han hecho. Después de que The Dark Knight rompiera todos los prejuicios, The Dark Knight Rises debía ser consciente de que iba a sufrir las consecuencias de esa excelencia. En esta ocasión, Nolan no escribió un guión tan sólido y los agujeros de guión son molestos y constantes. Por otro lado, las escenas míticas y la sensación de estar viendo algo grandioso está ahí de principio a fin. Es un final épico y digno de una trilogía espectacular. No es una sucesora digna de The Dark Knight, pero ninguna película lo iba a ser.

Y llegamos a la película que compite con The Dark Knight por ser su obra magna. El ser humano, como concepto, tiene innumerables metas, y una de ellas es tan ambiciosa como imposible: conquistar el espacio. Nuestro orgullo nos impide aceptar que el espacio exterior es una meta inalcanzable, pero al menos esto ha permitido que grandes maestros del mundo del arte den rienda suelta a su imaginación con el espacio como escenario. Kubrick con 2001: A Space Odyssey, George Lucas con Star Wars o Ridley Scott con Alien; todos ellos grandes directores del cine a los que el espacio les inspiró para crear grandes obras maestras. Christopher Nolan no iba a ser menos y decidió traspasar las fronteras que la propia lógica humana (que no la ciencia) ha plantado entre nosotros y el espacio exterior.

Interstellar es la ambición hecha cine. Un viaje espacial sin precedentes que abarca temas tan trascendentales para el ser humano como nuestro papel en el universo o el papel que tiene el amor en la vida. Es una obra bella y abrumadora que fascina a todo aquel que la ve. El film más trascendental de la década del 2010 y la razón de ser de muchísimos nuevos cinéfilos. Interstellar repitió el fenómeno que The Dark Knight generó en 2008. Su estreno fue enorme y el público salió entusiasmado, pero la crítica y la carrera de premios le dieron la espalda de un modo insultante. A pesar de ello, con el paso de los años ambas obras han logrado quedarse con un puesto en el olimpo de los films contemporáneos que pasarán sí o sí a la historia del cine.

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A Dunkirk le pasó algo parecido que a Inception. Ambas fueron estrenadas tras las grandes obras magnas de Nolan y hubieran sufrido las consecuencias de ello si no hubiesen sido tan autosuficientes. Bautizada como la carta de amor de Nolan a su tierra, Dunkirk es una dramática y bella epopeya de la derrota que sufrió Gran Bretaña en las playas de la costa francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Contada desde tres puntos de vista (los soldados en las playas, los aviones en el cielo y los civiles británicos en los barcos), Dunkirk representa la lírica que reside en un acto tan devastador y terrible como es una guerra. La llegaron a atacar por aburrida, propaganda política o inapropiada. Afortunadamente, supo aguantar las críticas gracias a su poder inmersivo y se ha desmarcado como una de las grandes obras bélicas del siglo XXI.

Acabamos en 2020. Nolan ya tiene una trayectoria larga y prestigiosa que ningún film va a echar por tierra. Pero repito el inicio de este párrafo: «Acabamos en 2020». El año del Covid, de la caída casi definitiva de los cines y del auge de las plataformas de streaming. En medio de este desolador panorama, Nolan estrenó Tenet después de posponerla una par de veces. Ni quiso que fuese estrenada directamente en móviles ni la pospuso un año. Se enfrentó a las previsibles consecuencias de estrenar un blockbuster en 2020, pero si has visto Tenet, entenderás por qué fue estrenada en 2020.

Tenet es el Nolan más extremo. Todo aquello que apasiona a sus fans y escandaliza a sus haters. Personalmente, es la película de Nolan que más amo. Es un espectáculo sin precedentes a nivel narrativo, visual, técnico y estructural. Coge al espectador y lo insulta directamente. Te dice que no la vas a entender, y cada vez que la vas desentrañando con más profundidad te sientes más estimulado. Es un reto cinematográfico sin parangón. Su destino parece íntimamente ligado al de Interstellar. Puede sonar absurdo, pero ambas tuvieron un nacimiento relativamente similar: estreno dubitativo en lo que se refiere a recepción crítica, polarización de la audiencia, la temporada de premios le da la espalda (curiosamente, fueron nominadas al Globo de Oro a mejor banda sonora) y sus haters creen haber ganado en los primeros meses tras su lanzamiento. Solo el tiempo dirá si correrán la misma suerte.

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Analizar la obra de un autor nos ayuda a entender por qué su carrera ha tomado ciertos caminos. Nolan ha tenido una trayectoria inmejorable y solo así se ha permitido escribir, producir y dirigir lo que le haya venido en gana. Cada una de sus obras desde The Dark Knight es una oda a la libertad creativa más absoluta. Es la respuesta a qué sucede cuando un artista tiene total libertad para plasmar sobre el lienzo lo que quiera. No hay condiciones, tan solo libertades.

MEMENTO (2000): EL PRIMER ESCALÓN DE NOLAN

¿La libertad artística que desprende gran parte de su filmografía está justificada? Recordemos que para muchos es un vendehumos y un farsante. La respuesta a esa pregunta creo que debe darse a partir del prisma subjetivo de cada uno. Ahora bien, la respuesta comercial (por llamarla de alguna manera) creo que es incuestionable. Y es más, la formularé como si fuera una pregunta. ¿Desde 1995, cuántos nuevos directores pueden poner su nombre en el póster de sus películas y que el gran público, atraído por ello, acuda al cine sin parar a preguntarse qué va a ver? Responded con más preguntas o sed conscientes de una realidad objetiva. Eso dependerá de los ojos de cada uno.