No teníamos previsto este artículo para la presente cuarentena pero, cosas de la agenda, finalmente forma parte de nuestra aportación al entretenimiento durante estos extraños días. Y tiene su miga: Brigada Central, estrenada hace 30 años, pertenece a otra época, otra mentalidad y a otros problemas. A otra España. Pasen y vean Es casi como visitar un museo de la España de finales de los 80. Con Antonio y Merche, por cierto.
El 2 de noviembre de 1989 la por entonces única televisión nacional estrenaba Brigada Central. La serie, de carácter policial, constaba de 14 episodios y estaba protagonizada por un amplio elenco de actores jóvenes y veteranos liderados por uno que ya cumplía con ambas facetas, Imanol Arias, y completado por nombres como los de José Manuel Cervino, Patxi Andión, José Coronado, Isabel Serrano, Assumpta Serna, Ana Duato, Pedro Civera, José Vivó… La premisa se narraba, en ingenioso recurso, en el prólogo del primer episodio: la Brigada de Interior reúne a un grupo de policías de elite, liderados por el inspector Flores (Imanol Arias), y bajo el mando del Comisario Poveda (José Manuel Cervino), para investigar casos de alto nivel en todo el territorio nacional.
En su momento servidor disfrutó de la serie en su estreno original (sí: gastamos una edad ya) y de vez en cuando, tratando de luchar contra esa enorme trola que -muchas veces- supone la nostalgia, aplico revisiones de series que en su momento disfruté pero que sospecho podrían estar bañadas por el halo del buen recuerdo. En esta revisión Brigada Central ha superado razonablemente la prueba, especialmente en su inspirado tramo final, aunque debo señalar algunos imponderables del paso del tiempo, algunos problemas en su ejecución y por supuesto una decente aportación de bondades de todo tipo.
En este artículo revisamos tan sólo la primera temporada de Brigada Central (1989-1990), obviando su secuela (1992), en buena parte porque esta iba por un camino completamente distinto en trama, tono e intenciones, con apenas Imanol Arias como elemento común con la primera temporada. Precisamente hace pocas semanas se confirmó el regreso, por dos temporadas más, de Brigada Central con Imanol Arias al frente.
Brigada Central fue, ante todo, una serie de policías duros, enfrentados a casos de enorme violencia. Juan Madrid, creador y guionista, y especialmente Pedro Masó, director, apostaron por un aspecto formal y una caracterización acorde con esos policías: en Brigada Central apenas hay espacio para la calma, ni para las emociones tiernas. Los policías se gritan (todo el mundo grita, literalmente), no se soportan, apenas son amigos, su situación laboral es económica y emocionalmente precaria, y sobrevuela una idea realista que deja recompensa al espectador: la vida es una mierda aunque sea en una serie de ficción.
En el titular de este artículo señalamos una comparativa con la serie policial por excelencia de los años 80 (con permiso de Hill Street Blues): Miami Vice. Aunque lejos (muy lejos) de las bondades de aquella (y de la señalada entre paréntesis), Brigada Central parece replicar algunos de los casos e ideas de aquella y, en cierto modo, aunque sea de forma muy tosca, uno de los triunfos de la serie creada por Anthony Yerkovich y llevada por Michael Mann: los casos afectan de forma muy personal a los policías que intervienen en ellos.
Tal vez sea la mejor virtud de Brigada Central en medio de uno de sus defectos: pese al amplio elenco la serie es básicamente el Inspector Flores. El líder del equipo (bajo el mando del Comisario Poveda), es un policía brillante, en habitual tópico del género (con sus métodos y demás), de mal genio y carácter extremadamente inestable, una carga familiar por presiones étnicas, y que resuelve los casos con una implicación total y un costo para su estabilidad laboral y familiar. Su esposa, una brillante Assumpta Serna, emana una de las pocas dosis de empatía de toda la serie. Su cuadro como esposa harta de sufrir por su marido es tan crudo, tan natural, que uno no puede evitar aplaudir la, tal vez, mejor interpretación de toda la serie.
Brigada Central se articula, esencialmente, en 14 episodios que mezclan el caso-de-la-semana con algunos elementos que abarcan, con mayor o peor fortuna, ideas de un arco de temporada: la de la organización criminal dirigida por un misterioso líder recluido en una casa en la costa y, especialmente, la de los condicionantes vitales de los personajes. Ahí es donde más falla la serie pues la basta mayoría de los mismos, salvo los que atañen a Flores, saben a muy poco, no tienen apenas retorno emocional (ni llevan a ninguna parte), y la sensación es que podrían haber dedicado ese tiempo al caso de la semana. Y es que la mayoría se resuelve sin demasiada excitación en lo narrativo.
Como museo virtual de un momento concreto de este país, especialmente a nivel de grandes ciudades, Brigada Central es todo un viaje. En la España de finales de los ochenta (probablemente se rodó entera antes de su estreno así que hablamos de 1988 ó 1989), la transición era historia, incluso los años posteriores a la misma. Esa época era la de una España en la OTAN, seleccionada para los Juegos Olímpicos de Barcelona, recortando a toda velocidad la distancia con la Europa moderna tras décadas de reclusión y color sepia. Pero vista en 2020 no escapa del implacable paso del tiempo aunque se adivina lo que representa el pasado (la familia de Flores, los policías veteranos), el presente (el Comisario, el propio Flores) y el futuro (los personajes de Carmela, Virginia o Loren, todos ellos podrían aparecer en un vídeo de Mecano). Sin embargo Brigada Central, aunque mayoritariamente ocurre y se filma en Madrid, tiene varios episodios en los que viajamos a otras ciudades: Valencia, la costa gallega, Marbella o Barcelona. Precisamente en la Ciudad Condal tiene lugar uno de los mejores episodios, repleto de veteranos del teatro y la televisión catalana.
Algo de chicha hay en esa plantilla de secundarios, sin duda. Patxi Andión -Marchena- pese a sus escasas intervenciones, está exquisito como el rival natural de Flores. Un tipo ambicioso, polémico, violento, duro y que aspira a Comisario. Isabel Serrano -Carmela- es una policía joven y enérgica, moderna pero castiza, colgada de Flores (el nivel sexual de la serie es jugoso en muchos momentos). Ana Duato -Virginia- es una sofisticada policía de la Interpol, joven e independiente, ambiciosa, casi una femme fatale que también persigue a Flores (sí: Antonio y Merche, 10 años antes, como efusivos policías). José Manuel Cervino -Poveda- está enorme y divertidísimo como Comisario pasado de vueltas, harto de todo y de todos, gritando a su secretaria (Emma Ozores) y hasta las narices de su esposa.
Tal vez los problemas más críticos de Brigada Central son su desigual tratamiento de personajes fruto, intuyo, de una dirección muy libre de Pedro Masó, y una moralidad que por momento se me antoja que no reviste sólo en la época de rodaje. Una escena con el personaje de Lucas (José Coronado), y su evidente sexualidad, y varias escenas con Virginia y el modo en el que la serie parece juzgar sus acciones, son altamente sospechosas.
Pese a todo, a esos negativos temporales pero también inexcusables, Brigada Central es un viaje al pasado que tiene mucho interés y referencia una época a menudo olvidada (la transición, los años de la movida, los primeros 90 con los JJOO son etapas que tienen, parece, mayor cuota de nostalgia en España que los últimos 80) y no puedo resistirme a valorar ese punto tosco, esa casi brutalidad que exhibe la serie en casi cada toma, las dosis de violencia, sexo, pasión, de mezquina humanidad escritas y filmadas en una época que podía permitir todo aquello por, insisto, mezcla del momento y de la intencionalidad. Los últimos episodios, desde el que acontece en Barcelona, pasando por el de Marbella y uno con una hipnótica Amparo Muñoz, me hacen pensar si no he sido demasiado duro con Brigada Central. Bah, no, en absoluto: Flores, casi transmutando en Antonio Alcántara, no permitiría mi débil duda.