Ya lo dijo Tarantino a principios de década: «Los biopics son grandes excusas para que los actores ganen Oscars». Es una fiebre que va creciendo año tras año, pero me voy a centrar en 2010 hasta ahora. Diez años en los que parece que la única manera de lograr el beneplácito de la crítica es mimetizarte en una persona que algún día existió.
Solo la distancia nos ofrece la perspectiva que el tiempo inmediato no nos ofrece. Echemos la vista atrás a los Oscars de 2010. Estamos en un año maravilloso en el que los cinco actores nominados ofrecieron algunas de las mejores interpretaciones de su carrera. Colin Firth, Jeff Bridges, Jesse Eisenberg, James Franco y Javier Bardem. Un gran año, pero tenemos un problema. De aquellas cinco excelsas interpretaciones, tres son biopics y una un remake de una cinta clásica. La única interpretación «original» fue la de Javier Bardem para Biutiful de Alejandro G. Iñárritu. Igual para cualquier otra persona esto no supone un problema, pero la falta de originalidad, a mis ojos, lo es. Estas interpretaciones no dejan de ser excelentes, pero no me estoy refiriendo a ese aspecto.
Durante todas las galas posteriores hasta la actualidad veremos cómo ese problema crece sin límites. De los últimos 10 ganadores al Oscar a Mejor Actor, hasta 25 nominaciones han recaído sobre papeles que llevaban a la gran pantalla la vida de alguien real. De estas 25 nominaciones (25 de 50 en 10 años), 7 de ellas se llevaron el galardón. Repito que el problema no recae sobre la actuación del actor, sino en el cine que se empeña en premiar casi por obligación la Academia. Estos 7 ganadores fueron Colin Firth, Daniel Day-Lewis, Matthew McConaughey, Eddie Redmayne, Leonardo DiCaprio, Gary Oldman y Rami Malek. Todos ellos actores fantásticos que ni siquiera fueron premiados por sus mejores películas.
McConaughey, por ejemplo, encontró su mejor papel en Interstellar, un año después de haber ganado el galardón; a DiCaprio le han podido dar mil Oscars (solo en 2010 hizo Inception y Shutter Island); Daniel Day-Lewis pudo haberlo ganado perfectamente por Phantom Thread en 2017. Está comprobadísimo que si haces un biopic tienes muchas más posibilidades de ganar un Oscar. Lo ve un ciego.
Mientras que todos estos grandes actores han ganado Oscars por biopics, actuaciones que directamente ya son historia del cine se quedaron sin estatuilla. Cinco ejemplos que no pueden ser más evidentes: Leonardo DiCaprio por Shutter Island (el tiempo lo ha colocado en su sitio), Ryan Gosling por Drive (aunque ese año lo ganara Jean Dujardin por un papel original), Jake Gyllenhaal por Nightcrawler (fue el año de McConaughey), Joaquín Phoenix por The Master (su actuación en esa obra maestra me cuestiona si Joker es su mejor obra) y Michael Keaton por Birdman or (The Unexpected Virtue of Ignorance) (verle guardar el discurso al ver que perdió es una de las mayores vergüenzas de los Oscars).
El problema es evidente y solo se acrecienta con el tiempo. Este año tenemos Mank (Gary Oldman está para mucho más que hacer biopics), The Trial of the Chicago 7 y Respect, entre muchas otras. Para el futuro, biopics de Mike Tyson, Elvis Presley, David Bowie, Bob Dylan, Bee Gees, Michael Jackson… ya está bien, por Dios. Ahora solo faltan remakes sobre biopics.
MIRADAS DE CINE
Por supuesto que sigue habiendo grandes películas originales, pero que se premie solo este tipo de cine puede atentar contra el futuro de la industria cinematográfica. Incluso grandes directores como David Fincher o Martin Scorsese se venden a este círculo vicioso que parece no acabar nunca. Veremos qué nos deparará el futuro, pero esta fiebre debe bajar cuanto antes.