Más vale tarde que nunca, o más vale pronto que nunca mejor dicho. No comenzamos nuestra aventura este año en el Festival de Sitges de la mano del evento, pero tampoco nos hemos hecho mucho demorar, eso sí, con caaaaalma.
Sobre las 6:30 de la tarde aterrizamos en Barcelona, con un par de horas de vuelo a las espaldas y otras cuantas de espera en el aeropuerto. Bus y rumbo a Sitges. Al fin, una hora después llegamos a nuestro destino. Dejamos el equipaje, acreditación en mano y partimos a nuestro estreno particular en la 54 edición del Festival de Sitges.
Como no podía ser de otra manera, toca arrancar con la película inaugural, que ya no es tan inaugural, Mona Lisa and the Blood Moon. La directora, Ana Lily Amirpour (Una chica vuelve sola a casa de noche, The Bad Batch), vuelve a Sitges con su nueva película como ya nos tienen acostumbrados. Como dijeron en la presentación de la cinta, el festival de género no se ha perdido ninguno de los filmes dirigidos por la buena de Amirpour, la cual también se pasó por la prensentación para dejar encantados a todos los prensentes. Muy simpática por lo poco que la hemos podido escuchar.
Pero vamos con lo importante que es la cinta en sí. Mona Lisa and the Blood Moon es una película que mola, que quiere molar y que se recrea en ello, a veces sin justificación y buscando el molar por molar, y yo en ese barco estoy subido, todo sea dicho. Mona Lisa and the Blood Moon nos cuenta la historia de una chica con poderes especiales, capaces de controlar los actos de cualquier persona con la mente, que escapa de un manicomio, y como si de alguien que acaba de salir de su cueva por primera vez en la vida, comienza a descubrir el mundo, lo bueno que tiene, pero sobre todo lo malo, enmarcado principalmente en los seres humanos.
Nuestra protagonista, interpretada brillantemente por Jun Jong-seo (Burning), es rodeada de una estética sobresaturada y unos personajes tan desgraciados como ella pero enternecedores a partes iguales (especial mención al «cani yankee» interpretado por Ed Skrein). En la relación entre estos personajes está uno de los mayores alicientes de la cinta, y en ellos recae el poder del subtexto de la misma. Esa importancia que se le da a las relaciones humanas, el cómo actuamos entre nosotros como sociedad, la «gente no tan buena» que vive en un brutal individualismo y falta empatía… muchos temas que intentar abarcar la película, y quizá se le note la máxima de «quien mucho abarca poco aprieta».
Aun con sus pequeños fallos, su apresurado desarrollo en muchos temas o su falta de coherencia con ciertas decisiones cinematográficas, me sigue pesando por mucho lo positivo en la balanza (me parece la mejor cinta de la directora a día de hoy). Unos personajes entrañables, con un muy buen trabajo de los actores, una estética impactante, una buena cantidad de referencias a la cultura pop (acorde a su estética) y, por supuesto, una banda sonora que nos hará bailar a su ritmo durante bastantes momentos (no sé cuantas veces veces he podido cabecear como si estuviera en una discoteca cuando la electrónica tomaba protagonismo en Mona Lisa and the Blood Moon). En definitva, una película muy recomendable, si eres fan de Amirpour por supuesto, y si no lo eres pues también, que mola la vaina.
Como ya anticipaba, hoy ha sido un día tranquilito, así que cerramos nuestra particular inauguración con una sola cinta, eso sí, las cervezas de despues y un poco de ocio en los bares de Sitges no ha podido faltar, aquí se viene a ver pelis sí, pero también a dormir poco, que los festivales hay que exprimirlos en todos sus apartados.