Cómo puede ser posible que dos películas sean exactamente iguales, plano por plano, diálogo a diálogo… Y una sea una de las más grandes obras maestras de toda la historia y la otra… Ejem, ejem… La otra es Psycho.
Vale que la original es obra de un genio, pero tampoco es que el remake lo dirigiera Uwe Boll, que Gus Van Sant ha sido el artífice de grandísimas películas. Pero no, esta no. ¿Qué pudo fallar? Pues obviando el hecho de que algo así nunca debió haberse hecho, quizá el problema no reside en lo que es igual Psycho, sino en lo que difiere. Empecemos con el reparto. La fragilidad del Norman Bates de Anthony Perkins se transforma en una presencia absolutamente amenazante en la piel de Vince Vaugh. Bajo las órdenes de Hitchcock, uno jamás tomaria a ese pobre diablo como un peligro.
¿Quién puede temer a alguien tan desvalido? Todo las defensas ante Norman quedan desactivadas. Las del espectador y las de Marion Crane. Porque esa es otra, esa mujer que comete un error, que no sabe cómo salir del embrollo donde se ha metido es, sin embargo, una mujer con la que es sencillo empatizar. Ha robado y huido, sí, es una delincuente, pero consigue que la veas cómo una víctima de sus propias circunstancias. Pero esa es Janet Leight. Anne Hache no es una actriz que transmita esa humanidad y fragilidad. Es fuerte y cerebral. No es Marion Crane. Como tampoco Julianne es Lila. En los ojos de Vera Miles había amor, se reflejaba verdadera preocupación de hermana. Moore es una chunga que parece que la busca porque le debe dinero.
Crítica de 78/52. La escena que cambió el cine (2017): Hitchcock por Alexandre O. Philippe
Tampoco ayudan los destellos oníricos que Van Sant implementa en cada escena de asesinato. No son surrealistas: son absurdos. Me imagino que el director entendió que si Alfred Hitchcock hubiera rodado su película en los alocados años 90 en vez de los mojigatos 60, podría haber dado rienda suelta a las escenas sexuales. Van Sant quiso rodar la Psicosis que el inglés hubiera querido. Vamos a dejar a un lado que Hitchcock jamás hubiera filmado semejante truño y lo sumamente pretencioso que es decidir por el inglés lo que podría o querría haber hecho. Dicho eso, el destape que Van Sant añade a su Psycho no ayuda en absoluto a la atmósfera deseada. El desnudo integral de Heche en la ducha desvía por completo la atención del momento de la trama. Más delito tiene mostrar a Norman masturbándose espiando a Marion. Algo así debería figurar en el código penal. Y Vigo Mortensen enseña su perfecto culo… Pero tampoco hay que ser quisquilloso y criticarlo todo, je, je.
Pero hasta algo como Psycho tiene cinco razones por las que la podamos salvar.
1. Porque tiene un propósito, aunque parezca mentira.
Gus Van Sant es un gran amante del cine clásico, como no podía ser de otra manera. Sin embargo, entendía que es un lenguaje cinematográfico muy distinto al del cine contemporáneo, el de los 90 y el actual. Un chaval de ventipocos no se va a poner a ver una película en blanco y negro con actores desconocidos para él. De esta manera, se estará perdiendo grandes obras maestras del cine, como esta película de Hitchcock. Podrían disfrutarla enormemente porque es casi imposible no hacerlo, pero de primeras les va a echar atrás. ¿Qué pretendía el bueno de Van Sant? Que sí vieran Psicosis. Así que si coge la misma película, exactamente la misma, pero coloca actores conocidos y la hace a color, a ese joven ya no le resultará tan poco atractivo entrar al cine y por fin verá Psicosis. Porque, al fin y al cabo, es exactamente la misma película, de ahí lo de rodarla plano a plano. No es un remake. Es Psicosis para dummies. En su cabeza era una maravillosa idea y quizá así fuera… Acercar un clásico a aquel que de otra manera jamás lo vería. Lo que Van Sant pretendía era hacerle un favor a las nuevas generaciones. La ironía es que su versión tan sólo la vieron los amantes de la cinta original y sólo por curiosidad. Pero sus intenciones era más que loables, las cosas como son.
2. Porque Gus Van Sant no consiguió lo que se proponía.
No triunfó su idea y no vimos un remake plano a plano de Casablanca con Gwineth Paltrow y Harrison Ford. Ni un El halcón maltés con Bruce Willis y Kate Blanchett. A nadie se le ocurrió fotocopiar La loba con Tilda Swinton o Charada con George Clooney y Juliette Binoche. O Uma Thurman siendo Belle de Jour. No, nada de eso tuvimos que soportarlo. Solo espero que ningún productor lea esto, vea la luz y encima sea yo el que haya metido la pata.
3. Porque el póster es una pasada.
Vale que si hubiera alguna otra cosa a lo que agarrarse, no estaría hablando del póster… ¿Pero te has parado a ver qué maravilla le hicieron a Gus Van Sant para Psycho? Toda la película y sus intenciones están resueltas en una sola imagen. Para empezar, usa la misma tipografía del título original, por lo que ya nos está diciendo que no es una versión, que es una fotocopia. Eso sí, una fotocopia a color. Hitchcock ya contó en su día que usó el blanco y negro para que la sangre en la ducha no fuera tan agresiva. ¿Qué tenemos ahora? Sangre roja, rojísima, y un full frontal, que nos avisa que esta vez sí le vamos a ver el toto a Marion Crane. La única mentira es que el cartel es bueno y la película no.
4. Porque todo artista tiene derecho a ser mediocre.
Para hacer justicia, Psycho ha sido el único pinchazo de Van Sant y no le supuso mayor trauma. Todos los artistas están obligados a ser promiscuos para que sus obras mediocres sean insignificantes con relación a las buenas. Es más, ni si quiera todas las películas de Hitchcock son precisamente obras maestras. Pero ambos amaban el cine por encima de todo y jamás dejaron de crear pese a sus reveses creativos. Cinco años después de Psycho, Gus Van Sant se hizo con la palma de oro del festival de Cannes. ¿Por qué? Porque haber pifiado con una película no le hizo dejar de querer hacer más y más cine. ¡Bien por Gus!
5. Porque no es el mayor atentado contra Hitchcock.
Es verdad que en los noventa hubo una incipiente idea de recuperar a Hitchcock para la taquilla. Se «remakeó» Crimen Perfecto y no funcionó del todo en taquilla. La puntilla parecía que iba a ser la Psicosis de Van Sant… Pero no. No contentos quisieron denigrar aun más la memoria del genio inglés y dieron un paso más hacia el abismo: las versiones de instituto de películas de Hitchcock. Empezaron con La ventana indiscreta reconvertida en Disturbia. Para rematar la infamia, plantaron a Shia Lebeuf para hacer de James Stewart. Que no tengo nada en contra de él… o no lo tenía hasta que perpetró esto. ¿Os imagináis una versión de Con la muerte en los talones, en la que corren delante de la avioneta… atravesando el estadio de rugby? ¿O una Marnie robando el dinero de la taquilla estudiantil en pleno pasillo? ¿O un Vertigo en el que Jonh encuentra a Madelaine en el baile de graduación? Que sí, que vale, que igual de absurda parecía la idea de reconvertir los clásicos de la literatura universal en comedias adolescentes y la cosa funcionó. Pero no. Esto ya no. Y eso que se supone que el proyecto del remake de Los pájaros a día de hoy sigue en pie… Dios mio, llévanos pronto que no soportamos tanto sufrimiento.