El final de la temporada de The Young Pope se acerca, observando un cambio importante en el comportamiento del caprichoso Papa. Además, un secreto podría convertirse en un problema para Lenny.
Pues ya se va acercando el final de The Young Pope. Os preguntareis si no es mejor coger y usar vuestro mes gratuito de HBO y ver la serie, al fin y al cabo estas revisiones cuentan el episodio tal cual. Puede ser. Pero, como cuando se observa un cuadro o se lee un libro, hay que fijarse en los detalles para luego sacar las conclusiones. Y cada uno ve las cosas de la forma en la que quiere verlas. Así que, hasta que no acabe la temporada, no podré tener una opinión formada.
Dicho esto, nos encontramos con una interesante charla entre Lenny Belardo y un marchito cardenal Spencer, que se encuentra demacrado y en silla de ruedas, aceptando el destino que le llega a todo mortal. Analizan si no es demasiado estricta la decisión del Papa, teniendo en cuenta escritos de hace más de dos mil años. Me resulta curioso que la Iglesia, a pesar de los cambios en la sociedad, tenga una especie de manual de instrucciones tan antiguo como ambiguo en sus lecturas.
La trama en este episodio se va a tener dos frentes. Uno, como no, es el Vaticano, donde Lenny tendrá que hacer frente a una nueva pérdida, esta vez la de su mentor, Spencer. El viejo cardenal, al igual que Lenny ahora, también ha tenido sus dudas y aún las alberga en su interior. La lucha por encontrar la fe, creer en sí mismo o en Dios o en las dos cosas. Todo es demasiado ambiguo. El cardenal advierte al Papa que tiene que enterrar dos ataúdes vacíos en Venecia para seguir adelante. Esa ira parece que es la detonante del comportamiento de Lenny. Spencer, para terminar, quiere saber cómo sucedió el milagro que Lenny obró cuando era un adolescente. Una vez contada la historia, con un Lenny más joven exigiendo a Dios más que implorando, el padre Spencer puede morir tranquilo. Lenny pierde a uno de sus mentores, después de perder al que fuera su hermano.
Ya en Nueva York, se puede ver la desordenada vida del cardenal Gutierrez. Pero algo parece haber cambiado en el cardenal, todo menos su dieta de varias botellas de ginebra al día. A pesar de no avanzar, de que su miedo sigue presente, Gutierrez quiere llegar hasta el final. No sólo por las atrocidades cometidas por el padre Kurtwell, ni siquiera por las víctimas. Sino por él mismo, por su pasado lleno de secretos y por un futuro en que pueda librarse así de ellos. A pesar de que su misión pende de un hilo e incluso Pío insiste en que regrese, Gutiérrez está decidido a llevar a cabo la misión que le fue encomendada. Gutiérrez avanza con dudas en su interior, pero por fuera se muestra determinante, seguro de poder acabar con la labor de desenmascarar a Kurtwell.
Kurtwell muestra el lado amargo de la Iglesia, esa suciedad en toda sociedad que llega a lo más alto a pesar de sus actos. La visión de la gente es la de un hombre integrado en la comunidad, alguién que hace que esta mejore. Está tan enraizado en ella que las víctimas temen denunciarlo. Pero su naturaleza se encargará de ponerlo en su lugar. Además, Kurtwell y Gutiérrez tienen algo en común, sólo que cada uno a elegido su futuro. Al fin y al cabo todo se revela ambiguo y con distintos caminos a elegir, es por ello que cada uno a elegido el suyo a pesar de partir de un mismo punto.
Y ya para terminar, esta esos documentos que podían poner a Lenny contra la espada y la pared delante de la opinión pública. Esos documentos son los únicos que pueden salvar a Kurtwell y la opinión pública ya empieza a divagar sobre que podría ser. Visto los antecedentes de Kurtwell, Pío XIII también podría estar involucrado en estos hechos. Es algo que revolotea todo el capítulo. Pero, según las palabras de Lenny, el mundo está preparado para el amor. El secreto se destapa y el mundo se embelesa ante las palabras escritas por Lenny años atrás a la que fué su único amor.
Lenny está cambiando su actitud hacía los demás, ya no está tan solo. El huérfano está encontrando el camino para realizar su revolución. Sea con la ayuda de Dios o con la suya propia.