Año: 2015 | Dirección: Rodrigo García | Producción: Mockingbird Pictures | Guión: Rodrigo García | Música:Danny Bensi, Saunder Jurriaans | Fotografía: Emmanuel Lubezki | Reparto: Ewan McGregor, Tye Sheridan, Ayelet Zurer | Género: Drama, Religión | Duración: 95 minutos
Con mucho retraso llega a las carteleras de toda España la última propuesta del colombiano Rodrigo García, director de cine, pero también un reconocido narrador en obras televisivas fundamentales como The Sopranos o Six Feet Under. Hablamos de Últimos Días en el Desierto. Una historia que nos cuenta los días que Jesús pasó en el desierto buscando paz y huyendo de sí mismo…



Rodrigo García hace aquí gala de un talento suficiente como para mantener una propuesta tan arriesgada entretenida ante los ojos de quien la contempla. Una propuesta realmente autoral, dignificando el trabajo del director, ejerciendo aquí, por cierto, también de guionista como en otras muchas ocasiones…
Primero, porque por un lado equilibra la mitificación de una figura como Jesús y la narración de una ficción, que es lo realmente interesante; cómo logra no sólo hacerlo en la película, sino también en su persona, coexistiendo en él la figura de director y su espiritualidad humana, dejando que ambas tomen las riendas pero sin desequilibrar la balanza en favor de una u otra.
Contemplamos esto a lo largo de toda la obra, con planos que directamente oponen una figura a otra, un orden frente al caos, o la deconstrucción contra la creación… utilizándolo constantemente como metáfora del bien y el mal, la conciencia y demonio que Jesús lleva dentro; que todos llevamos dentro.
Esto se percibe especialmente en cuestiones tan visibles como el día y la noche, en ningún momento se aprecia un amanecer o su opuesto; y en todo momento estamos en espacios muy abiertos como el desierto, o muy cerrados como la cabaña de la familia que lo acoje.
Se trata de una película contemplativa, Malickiana me atrevería decir; en exceso lo será para algunos. Y sin embargo, a pesar de su espacios abiertos, mención aparte se merece la exquisita fotografía de Lubezki, casi podríamos decir que estamos ante una obra de teatro, pues apenas aparecen media docena de actores y sólo en un par de escenarios se desarrolla la acción; y a pesar de ello, es visualmente muy potente.
Le apuntaría como algo positivo el hecho de que no es en absoluto necesario ser un hombre de fe para apreciar la propuesta, pues en el fondo se trata de la lucha interna de un hombre común; y como contrapunto negativo la presencia de Ewan McGregor, un tipo apreciable, pero creo que un actor desconocido le hubiera dado más empaque al personaje, tal y como hizo el bueno de Gibson con La Pasión de Cristo.