En su segunda temporada Agents of SHIELD crece en músculo superheroico, da la bienvenida a los inhumanos y sigue fiándolo casi todo a la acción continuada.
La primera temporada de Agents of SHIELD terminó con una clara apuesta por una estructura serializada, una narrativa basada en la acción sin pausa (sin que por ello se vieran demasiado las costuras en el desarrollo de personajes) y un final que nos llevaba hacia un nuevo status quo en la premisa: una versión reducida de SHIELD, ahora con Phil Coulson al mando, perseguida por el ejército y a la vez persiguiendo los restos de Hydra. Los pormenores de un agente doble con arraigo en el grupo principal (Grant Ward) y los efectos secundarios que deja toda resurrección -con asistencia alienígena mediante-, completan el cóctel con el que Jed Whedon, Maurissa Tancharoen y Jeffrey Bell, showrunners de la serie (ignoro el papel de Joss Whedon, concentrado en Age of Ultron durante casi todo el año), debían afrontar la segunda temporada de Agents of SHIELD.
Esa apuesta por lo serializado supone la eliminación casi total de los episodios autoconclusivos (ese casi nos lleva, por ejemplo, al regreso de la gran Sif, la asgardiana enamorada de Thor, que ya tuvo presencia en la anterior temporada de Agents of SHIELD) en favor de fiarlo todo a la mencionada premisa surgida tras la revelación del retorno de Hydra.
Sin embargo la temporada utiliza el parón navideño para articular la narrativa en dos tramas distintas pero continuadas: la búsqueda por parte de Phil Coulson (Clark Gregg) y Skye (Chloe Bennet) de una ciudad oculta que pueda resolver sus angustias alienígenas y la consecuencia directa de ello en forma de una Skye 2.0. con superpoderes y conflictos de identidad. En ese punto entran en escena nuevos agentes dobles, la llamada auténtica SHIELD (una facción de la misma que duda de las intenciones de Coulson y trata de preservar las ideas fundacionales de la compañía) y los Inhumans, humanos con dotes extraordinarias que trataran de preservar su modelo de supervivencia.
El resultado son 22 episodios en los que apenas se da descanso al espectador en una constante de acción -más que de intriga- sin caer, de momento, en el colapso argumental, algo que suele suceder en series basadas en espías, lealtades y traiciones.
Si en la primera mitad de temporada son Coulson y Skye quienes muestran mayor empeño en su objetivo, la segunda mitad revela a Skye como una Inhuman dotada de poderes aparentemente sísmicos, y tratando de comprender quien es, especialmente cuando todos pretenden algo de ella: su nueva familia, los que son como ella, la Shield de Coulson, la Shield auténtica…
El trío de showrunners consiguen mantener el interés en las tramas cruzadas aunque, debido a ello, Agents of SHIELD queda relegada a una serie sin episodios especialmente destacables pero tampoco, ciertamente, lamentamos la presencia de picos bajos.
El principal triunfo de esta segunda temporada de Agents of SHIELD es la introducción satisfactoria de nuevos personajes. No se trata de una regeneración (de momento no se han atrevido a cargarse a ninguno de los personajes centrales) sino de una ampliación que sorprende por lo acertado de las elecciones de casting y sobre todo su rápida inserción en las tramas: los padres de Skye, la whedonita Dichen Lachman y el eterno agente Dale Cooper, Kyle MacLachan; el cerebro de Hydra, Daniel Whitehall, de nuevo otro veterano del creador, Reed Diamond; el dúo Bobbi Morse y Lance Hunter, es decir, Adrianne Palicki y Nick Blood, probablemente los dos mejores aciertos de casting y desarrollo de personajes de toda la temporada; y finalmente Robert Gonzales, nada menos que Edward James Olmos, esto es, Martin Castillo y Walter Adama (no lo digo al azar; parece una suma de ambos personajes), de Miami Vice y Battlestar Galactica, dando por buena cada escena en la que interviene.
Por supuesto todo queda en el aire de cara a la tercera de temporada de Agents of SHIELD, una serie que no entiende de pausas.