La pandemia global del Covid19 nos ha dejado sin cifras de taquilla que reportar y una incertidumbre total sobre la reactivación de una industria millonaria cuyo colapso debe atajarse buscando soluciones intermedias.
Las primeras reacciones de la industria cinematográfica ante las preocupantes noticias que nos llegaban de todo el mundo empezaron a principios de marzo cuando se anunció el retraso de la entrega número 25 de James Bond hasta el 12 de noviembre. En artículos anteriores comentamos algunos cambios notables como los de Black Widow o Wonder Woman84, así como los efectos secundarios que estos provocan ya que las grandes distribuidoras no tienen problema en mover otros estrenos menos jugosos para retener buenas posiciones para las películas que prometen mayor taquilla. El problema, en este punto, tras un mes de encierro y muchas dudas, es que la idea de un retorno al estadio anterior se antoja difícil de imaginar.
La cuestión ahora es como encarar una situación en la que, en el mejor de los casos, se antoja casi imposible pensar en la taquilla original prevista esos films. ¿Conviene volver a retrasar esas películas? O es mejor estrenar como puedan, recuperar el máximo dinero posible y luego prolongar la vida comercial de esos films con jugosas promos vía streaming?
Si repasamos el verano de 2020, tal y como está ahora mismo, tenemos Tenet (el nuevo film de Christopher Nolan) para el 17 de julio, Wonder Woman 84 (14 de agosto), Un lugar tranquilo 2 (4 de septiembre) y The Conjuring 3 (11 de septiembre). Es plausible creer que los grandes estudios entrarán en una fase de contención máxima de pérdidas. Varios estrenos servirán, sin duda, de ensayo para calibrar esas pérdidas o un nuevo comportamiento a nivel de consumo masivo. El tiempo, además, apremia. Es una industria que no puede permitirse estar parada demasiado tiempo pese a su condición de entretenimiento: el sustento de millones de personas depende de ello. En un estadio de aceptación de condiciones extremas es factible que films como Wonder Woman 84 se estrenen buscando reducir al máximo lo que, inicialmente, aspiraba a repetir los más de 820 millones de dólares de la primera entrega.
En un mundo globalizado y con el streaming como fuerza absoluta en el entretenimiento casero durante estos días, con ofertas que buscan retener espectadores y al mismo tiempo evitar una sangría económica, toda la industria de la exhibición cinematográfica podría entrar en una etapa (temporal, se supone) de excepción con estrenos tradicionales de menor impacto en taquilla y una continuación, tras un breve periodo, en formato streaming. ¿Les suena? Efectivamente: el modelo aplicado a estrenos Netflix recientes como Roma y Historia de un matrimonio.
La cuestión es si ese modelo, una vez termine esta pesadilla, se mantendrá (especialmente de cara a films de presupuesto medio) y con ello el cine tradicional se concentrará, aún más, en estrenos comerciales que permitan la viabilidad de un medio que no puede permitirse salas vacías.