Se quejaba la directora Mary Harron, allá por por el año 2000, de los quebraderos de cabeza que le estaba provocando el montaje de American Psycho. Más exactamente, a lo relativo a las escenas de sexo y desnudez. Los productores, que debe ser que no se habían leído la novela, estaban espantados ante tanto desnudo y escena de sexo. Eso sí, a los destripamientos no le pusieron ninguna pega. Podían despedazar a una prostituta en primer plano, siempre y cuando no se le viera el chimichurri. La cineasta canadiense no entendía nada: ¿Sangre sí, tetas no? En fin.
Con lo que no contaba la buena de Harron es que en esta vida sólo hay una verdad indiscutible: Todo es susceptible de empeorar. Si hubiera rodado su película veinte años después, se encontraría con que sus víctimas no tenían tetas, pero tampoco vísceras ni sangre cuando las cortaban en dos. ¿Misterios de la física? no… certezas de la economía.
Esta autocensura llega incluso a películas clasificadas para mayores de 17 años, como Logan. Ya que más les daba reventar con cubos de sangre, pero ni aun así. Las garras de Lobezno cauterizan las heridas, algo tan cándido como fuera de lugar. Algunas películas como Deadpool han usado la clasificación R con fines publicitarios, como si quisieran decir que se atreven a lo que el resto de Marvel no. ¿Pero de verdad las películas de Deadpool son menos violentas? No, sólo que tienen tacos y sangre (y tampoco tanta).
Algún director ha sabido jugar con este tema como Mathiew Vaugh en Kingsman, donde sustituyó las cabezas explotando por fuegos artificiales. Es curioso y ahonda en el carácter cómico de la película, pero esto tendría que haber sido una opción más, no una manera de escapar de la auto-censura. Paul Feig sustituye la sangre por purpurina en Espías. ¿Recuerdas cuando en Regreso al futuro le pregunta Marty a Doc si en el futuro nos volvíamos gilipollas? Doc no le quiere responder. Por algo será.
¿Pero sabes lo peor de todo? No es una cuestión ya de mojigatería o incongruencia, sino de hacer un daño irreparable al cine. Me refiero a que en este clima, un director como Paul Verhoeven jamás habría tenido filmografía. Quizá alguna serie en HBO, pero difícilmente una carrera como la que ha tenido el holandés. Es más, seguramente estemos perdiendo mucho talento de otros «verhoevens» que no podrán dar rienda suelta a su creatividad. A esos sí que los ha matado el chasquido de Thanos.