De cómo las televisiones cambiaron el cine español

null

EN 2010 UNA NUEVA LEY AUDIOVISUAL OBLIGÓ A LAS CADENAS DE TELEVISIÓN PRIVADAS A INVERTIR NADA MENOS QUE EL 5% DE SUS BENEFICIOS EN LA PRODUCCIÓN DE CINE EUROPEO. UNA INOCENTE LEGISLACIÓN QUE CAMBIÓ EL CINE ESPAÑOL DE LA NOCHE A LA MAÑANA.

La medida hizo poca o nada de gracia a las empresas televisivas, que llevaron el asunto hasta el tribunal supremo. Visto que no les quedaba otra, hicieron de la necesidad una virtud: Si me obligan a invertir en cine, haré mi cine. Yo pago, yo mando.

En efecto, tanto A3Media como Mediaset tomaron las riendas de su dinero y cada año, las diez películas españolas más taquilleras han salido en mayor o menos medida de su bolsillo. Si echamos un vistazo a las nominaciones de los premios Goya, estas películas “televisivas” cada año copan unos dos tercios de las nominaciones. Al final, las cadenas de televisión se han convertido en las principales productoras cinematográficas del país. Son las “Major” patrias.

¿Y qué buscan? Taquilla, obviamente.

Piensa en el pastizal que supone tener que invertir el 5% de todo lo que generan Telecinco y Antena 3. Y en efecto, generan lo más grande. Así que van a lo seguro, y lo seguro son dos cosas: Lo que funciona en cine, y lo que funciona en televisión. Lo que funciona en cine ya lo sabemos: Grandes directores, grandes estrellas y los géneros policiacos y de terror. Que eso se nos da muy bien y lo sabemos.

El problema viene ahora… llevar al cine lo que funciona en televisión. En cierto modo hemos vivido el proceso contrario de la filosofía Netflix y HBO: hacer de una serie televisiva un producto cinematográfico. Aquí le hemos dado la vuelta a la ecuación ya que, para qué engañarnos, las series nacionales son sinónimo de éxito y las películas… ejem.. las películas luego ya si eso.

Pongamos como ejemplo El mejor verano de mi vida pero, realmente, cualquiera valdría. Está protagonizada por Leo Harlem sólo y exclusivamente porque es conocido de la televisión. ¿Lo hace bien? Pues no, pero no porque sea mal actor sino porque es buen monologuista. No se le puede exigir que sepa construir un personaje porque ni lo ha hecho nunca ni lo ha pretendido. Su papel es el de un padre desastre, sin dinero y que aun así trata de que su hijo se olvide de todas las miserias durante un verano.

Nominaciones XXXIII Premios Goya: Sorpresas y Ausencias

Para hacerse cargo satisfactoriamente era necesario un actor capaz de sacar humanidad, complicidad y empatía de alguien que ha caído lo más bajo posible. En otras palabras: hace falta un actor, pero aquí lo que importa son las caras conocidas. De esa manera su pareja es Toni Acosta. No existe ni la más mínima complicidad entre ellos. No porque Acosta no lo haga bien, porque no sería justo decir esto. Simplemente está mal “castineada”. Ha primado el hecho de ser una cara conocida en televisión y no si era la actriz que la historia necesitaba. Y ella, al fin y al cabo, es el menor de los males.

En El mejor verano de mi vida están los de siempre: Silvia Abril, Berto Romero, Jordi Sánchez, Natalie Seseña e Isabel Ordaz. Personajes televisivos colocados en ese papel porque sí, pero que podrían habérselos intercambiado entre ellos (O entre cualquier otro personaje de la pequeña pantalla). Por lo demás, la dirección de Dani de la Orden es impersonal. La música de Zacarías M. de la Riva no llama la atención. La fotografía de Valentín Álvarez trata de ser lo menos artística posible y el director de arte ni siquiera aparece en IMDb (Con eso lo digo todo)

¿Por qué? Porque en El mejor verano de mi vida y compañía sólo puede haber una estrella: El canal de televisión. Y esto mismo vale para casi cualquier comedia salida de sus despachos con dirección a la gran pantalla.

https://www.abc.es/media/play/2017/06/16/senor-dame-paciencia-kT0--1240x698@abc.jpg

A ver, magnates televisivos: Personaje televisivo y narración cinematográfica no son incompatibles, siempre y cuando tengamos claro el producto que tenemos entre manos. Los grandes humoristas lo son por algo. Chiquito de la calzada sólo podía ser Chiquito de la Calzada y ni falta que hacía lo contrario. Él ya era perfecto como sí mismo y las tres películas que hizo lo demostraron. Era Chiquito haciendo de Chiquito. Con Martes y trece, igual y lo hemos vuelto a ver hace poco en la serie de Movistar Plus con (y de) Berto Romero. Porque Berto es genial haciendo de Berto, no de Robert de Niro.

 

Rememos a favor de la corriente, que nos va a ir mejor a todos