La Última Cena es la Ópera Prima de Toni Agusti y María S. Torregrosa como pareja de directores, una mezcla de drama y comedia que no dejará a nadie indiferente.
El cine, como todas las artes, no está sujeto a fórmulas ni paradigmas, sino a una serie de normas permutables que se adaptan a cada contexto, según los intereses del espectador y las inquietudes de los realizadores. Esta búsqueda constante e imperecedera ha hecho que cada generación traiga nuevas maneras de contar historias, ha innovado tecnológicamente y ha conseguido que el cine sea una materia en constante evolución. En esta ocasión, con La Última Cena -la Ópera Prima de Toni Agusti y María S. Torregrosa -tenemos un buen ejemplo de cómo conseguir que la creatividad, el desarrollo de personajes y un desenfreno constante se impongan a una única localización o un presupuesto más ajustado, pues las claves de esta evolución no están en el dinero, sino en la forma en la que contamos historias.
«Una cena entre amigos en la que el alcohol, las drogas, un caso de corrupción y una visita inesperada convertirán la noche en un encuentro salvaje, donde el espectador será un invitado más». (Filmaffinity)
A priori, la sinopsis nos recuerda a otras muchas películas basadas en contextos similares, pero la intención de inmersión y su lenguaje hace cobrar a esta La Última Cena un sabor diferente; por un lado, en la parte interpretativa, tenemos a un conjunto de actores como Lorena López, Marta Belenguer, Carles Sanjaime, Alejandro Velasco, Carlos Gorbe, Amparo Fernández o los propios Toni Agustí y María S. Torregrosa que bordan los lugares emocionales hacia donde tienen que ir sus personajes, dándole al filme ese empaque de montaña rusa, repleta de subidas y bajadas, y donde en pocas horas conocemos a los personajes gracias a sus diferentes estados emocionales. En este sentido, La Última Cena funciona a la perfección como una ventana que abarca una pequeña cápsula de tiempo, pero en la que suceden muchas cosas trascendentales para la vida de los personajes.
Crítica de ‘CRYPTOZOO‘ (2021), Parque Mitológico
¿Cómo se da forma a esto?
Como se redacta al inicio de este texto, el cine no está sujeto a fórmulas que garanticen el éxito, sino que cada guion tiene unas necesidades de realización que lo diferencian del resto. Por supuesto, esta elección puede hacer que un filme sea mediocre o que, sin embargo, el peso y la fuerza del guion se mantengan o eleven gracias a una potente puesta en escena. En La Última Cena se opta por un juego de cámara que acompaña a los personajes y nos transmite la sensación de ‘estar ahí’ como una entidad omnipresente, asistiendo a la información relevante para que la trama sea continúa y no se disperse en sus diferentes subtramas, pero con la particularidad de jugar con el metalenguaje de una forma que, si bien no es la primera vez que se hace, sí que consigue impactarnos y hacernos preguntas que, al principio, no pensaríamos que podríamos hacernos con este filme.
Crítica de ‘PLAYLIST‘ (2021), Cómics, Sexo y Primeros Auxilios
¿Por qué aparecen los miembros del backstage de esta producción? ¿Los personajes de La Última Cena podríamos ser, perfectamente, nosotros siendo grabados? Este elemento consigue elevar al debate mucho más allá de las relaciones entre personajes, pues resulta estimulante en su forma pero desconcertante en la explicación, ya que, como mucho en la vida, la conclusión está en la reflexión que tengamos y no en la respuesta que nos den. La Última Cena puede ser una secuencia del fragmento de la vida de unos personajes, un estudio de relaciones humanas o una celebración de la vida, los buenos momentos y las relaciones entre humanos. Todas las conclusiones son aceptadas.
En definitiva, La Última Cena es una notable Ópera Prima y un interesante experimento cinematográfico que demuestra que, con ingenio, creatividad y talento, un buen guion no requiere del más alto de los presupuestos para ser rodado, sino de la buena reflexión para llevarlo a cabo. Esperemos seguir viendo a esta pareja de directores en el panorama actual.