La puerta que abrió Twin Peaks

Twin Peaks

Es una realidad que desde hace años el formato televisivo ha ganado un terreno que parecía adueñado por el cine. Atrás quedaron esos tiempos en los que las ficciones televisivas eran catalogadas como algo menor y ajeno a todo atisbo de excelencia artística. ¿Qué ha sucedido para que la situación cambiara radicalmente?

Estamos en 1990. David Lynch, autor de renombre recientemente nominado al Oscar a Mejor director, decide dar un salto que nadie consideraría como tal. El director de obras maestras como Blue Velvet o Lost Highway crearía junto a Mark Frost la serie de televisión que rompería todos los esquemas. Twin Peaks solo duró dos temporadas, pero fueron suficientes para romper tabúes y empezar un debate que se prolongaría hasta la actualidad. Hasta ese momento las ficciones televisivas estaban consideradas sumamente inferiores a cualquier producto cinematográfico, y Twin Peaks creó un precedente que luego emularían ficciones como Lost, The Wire, The Sopranos o Breaking Bad. Nadie se hubiera podido imaginar en los 80s que una serie de tv iba a cuestionar el pedestal en el que estaba el cine respecto a la televisión.

¿Qué tuvo Twin Peaks que no tuviera ninguna obra hasta 1990? Un autor que se dio cuenta del potencial del formato televisivo a la hora de contar una historia. Realmente, es muy simple: una serie de tv es muchísimo más duradera que una película, por lo que se pueden explorar terrenos que el séptimo arte no puede dadas sus limitaciones. Lynch se dio cuenta de ello y creó la mejor temporada de una serie de tv de toda la historia. Los primeros 8 episodios de Twin Peaks son una barbaridad. El piloto es de lo mejor que se ha rodado jamás, tanto en cine como en televisión. Cierto es que la segunda temporada decayó bastante (Lynch apareció en contadas ocasiones en los créditos del inicio de cada episodio), pero no ensuciaron lo que ha acabado siendo Twin Peaks: la serie que lo empezó todo.

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30 años después nos encontramos un panorama diametralmente opuesto. Directores de cine se pelean por plasmar sus ideas en televisión. Los casos ilustres de Luca Guadagnino, Rodrigo Sorogoyen, Álex de la Iglesia o Nicolas Winding Refn son buena prueba de ello. Estos grandes directores han encontrado en un formato único una vía de escape a algunas de sus ideas más poderosas. Antidisturbios es de lo mejor que hemos visto nunca en este país, sin ir más lejos. Pero hay que fijarse en que no he dicho «serie de tv», sino formato único.

Las miniseries no son series, pero tampoco son películas. Son un formato que cabalga entre ambos terrenos y que se encuentra en tierra de nadie. Esta tierra libre de dueños ha permitido que tanto directores de cine como showrunners de tv den rienda suelta a su imaginación. Porque hay una diferencia sustancial con las series de tv: no puede haber relleno. Aquello por lo que The Walking Dead pasó de ser un fenómeno televisivo a una broma de mal gusto no tiene cabida en un formato tan limitado como las miniseries. Este factor provoca que estas producciones sean mucho más interesantes, disfrutables y adictivas; incluso me atrevería a decir que son de más calidad.

En los últimos años hemos visto miniseries como Watchmen, Chernobyl, Fargo, True Detective, Antidisturbios, Sharp Objects, Big Little Lies, American Crime Story… Historias exprimidas hasta que han dicho basta sin que se note que se han exprimido. La antítesis de los productos a granel que gobiernan la televisión actual.

Y claro, en pleno auge de las ficciones más autorales de la historia de la televisión era inevitable que volviera Lynch. Tanto él como Mark Frost reunieron a casi todo el elenco original para crear una obra maestra de 18 capítulos que llegó a cuestionar los límites entre televisión y cine. Se podrá llamar Twin Peaks, pero esa tercera temporada es otra cosa. Es una miniserie independiente (más largo de lo habitual, eso sí) que nos sumerge en las pesadillas más oscuras de Lynch. Que una obra haya así podido llevarse a cabo en televisión solo se explica con el precedente que el propio Lynch firmó en los 90s.

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Lynch abrió una puerta hace tres décadas que verdaderos artistas del medio han sabido traspasar para convencernos de que la televisión es arte de calidad. Gracias a ellos la televisión es un espacio mucho más prestigioso que hace 40 años. Veremos qué le deparará el futuro, pero las miniseries han llegado para quedarse.